diciembre 11, 2024
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octubre 6, 2022 | 315 vistas

Patricia Azuara.-

En punto de las diez de la mañana, Daniel arriba al Mercado Argüelles de Ciudad Victoria, de lunes a domingo, sin descanso, sin importar las inclemencias del tiempo. Una jornada de diez horas de pie lo espera en las calles aledañas a este tradicional lugar del centro de la Capital tamaulipeca.

Daniel Sánchez es el “viene viene” del mercado Argüelles. Desde los 15 años realiza esta actividad para sobrevivir, según relató en una limitada entrevista, debido al problema que padece desde su nacimiento: labio hendido. Aun con su discapacidad verbal, y otra serie de problemas de salud, los límites no entran en su vocabulario.

Tiene 48 años de edad, es huérfano, no se casó, ni tuvo hijos, platicó en una entrevista realizada en medio de la calle Siete, entre Hidalgo y Morelos, a un costado del mercado, mientras extendía sus manos en múltiples ocasiones para acomodar los carros de las personas que acuden al lugar.

Daniel vive de la calle, en esta actividad informal que carece de prestaciones, seguridad social y de un contrato escrito. Además de ser una labor riesgosa, ya que se desarrolla entre los vehículos y soportando los intensos rayos del sol, de una ciudad como Victoria, en donde el termómetro asciende hasta los 50 grados centígrados.

Los locatarios y clientes ya identifican al “viene viene” y suelen saludarlo cuando pasan por su punto de trabajo. Además colaboran con su alimentación y le dan unas cuantas monedas para que le salga su día, y pueda regresar a casa con algo en los bolsillos.

A Daniel le dio una embolia hace como aproximadamente una década que le paralizó el lado izquierdo de su cuerpo. Sus movimientos son lentos, pero eso no lo limita y sale todos los días con una sonrisa que contagia de optimismo. ¿Eres feliz?, le pregunte. “Mucho”, respondió.

Trata de no quejarse de su vida, y siempre pensar positivo, dijo. Y de su trabajo, confirmó que le encanta andar por las calles en el acomodo de vehículos. Y aunque muchos no le dan una moneda, él toma muy en serio su labor y cuida los coches “como gendarme”.

“¡Daniel!”, le gritó una joven e interrumpió la plática para responder el saludo. En los minutos que otorgó la entrevista jamás dejó de sonreír, y eso captó la atención de quien escribe esta historia.

Y es que quizá coinciden en que la buena vibra se siente, se transmite. Y si de vibra positiva hablamos, este “viene viene” está recargado de energía bonita. “Dios te cuide”, se despidió de la reportera que lo interrumpió en su labor, siempre con esta enorme sonrisa.

Daniel pidió a los conductores sean un poco más amables con él, ya que en muchas ocasiones pareciera que es una persona invisible. En ocasiones sufre discriminación, pero eso tampoco representa algo adverso, más bien toma todo lo bueno que recibe en las horas de trabajo, a la hora de partir.

Muchas veces se comunica con señas, ya que entender sus palabras es casi imposible por el labio hendido, debido que no recibió las operaciones que requiere este padecimiento.

Cuando tenía 15 años inició en este oficio en una tienda cercana al mercado. Y años después decidió cambiarse de lugar en busca de mayores propinas, contó. “Me vine para acá, porque necesitaba ganar más cuando mi mamá murió y mi papá también”.

Daniel porta su chaleco color naranja para ser distinguido entre la multitud. También en su cartera tiene su credencial electoral para poder identificarse, también guarda unas pequeñas fotografías en su cartera y otros tipos de documentos oficiales.

Y aunque es una actividad ilícita, está normalizada en el país. En algunas ciudades, estos personajes imponen prácticas amenazadoras y cometen graves delitos, pero no es el caso de Daniel, quien encontró en este oficio un sustento para su vida.

LOS ‘VIENE, VIENE’ DE LAS GRANDES CIUDADES

Con un trapo en mano, los “viene viene” o también conocidos como “franeleros” son bastante comunes en áreas concurridas de las grandes ciudades, especialmente de la Ciudad de México, donde la sobrepoblación provoca un grave problema de movilidad.

De acuerdo con estimaciones del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) un “viene viene” puede llegar a percibir ingresos por propinas y cuotas impuestas desde 24 mil hasta 35 mil pesos, similar al que tienen personas con estudios de licenciatura y posgrado.

En el texto “Los dueños de la calle” el IMCO afirmó que “los acomodadores y franeleros obstruyen la circulación al dejar coches estacionados en doble o triple fila frente a las oficinas, mercados y espacios públicos; aun en las colonias más elegantes de México”, lo cual afecta a las personas con discapacidad o madres con carreolas.

Una de las medidas adoptadas en contra de los “graneleros” es la instalación de parquímetros, aunque el mismo IMCO aclaró que esto no resuelve el problema de la falta de cajones de estacionamiento y tampoco ofrece comodidad o ventajas a los automovilistas, debido a los altos costos que deben de pagar.

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