Este es el regreso de Esther, la huérfana psicópata, quien en el filme precuela ahora se enfrenta a una familia un poco disfuncional. La operación argumental y estética de esta precuela, por más que toma unos cuantos riesgos, no llega a cuajar apropiadamente, incluso a pesar de poseer algunos elementos atractivos.
Y es que han pasado trece años desde que se estrenó “La huérfana” en 2009, aquel filme con el que el director español Jaume Collet-Serra se posicionaba en el terror tras “La casa de cera” (2006), para después desmarcarse y nunca más volver. Después de más de una década, aparece “La huérfana: el origen”. Una precuela, tal como nos sugiere su título.
Una de las principales virtudes de la primera película era la interpretación de Isabelle Fuhrman, que en la ficción se hacía pasar por una mujer adulta en el cuerpo de una niña, pero que en la vida real sí era una niña. Un factor que volvía a su trabajo mucho más interesante y perturbador. Claro, el tiempo pasó para todos, y ahora Fuhrman es una joven adulta que tiene que interpretar a una niña.
La solución, como ocurre con varias cuestiones de esta película, corre más por cuenta del espectador que del apartado técnico. Quien decida renunciar al verosímil en favor de la diversión puede que la pase bien durante un rato, y que incluso se sorprenda. Pero fuera de eso no hay mucho más. La historia nos ubica dos años antes de la primera película, en un hospital psiquiátrico de Estonia.
Todo el arranque, que incluye el escape de Leena/Esther (Fuhrman) del lugar, y la posterior inserción dentro de una familia norteamericana, funciona por acumulación de violencia y del absurdo. Las circunstancias que rodean al grupo familiar son un poco más enroscadas que la primera vez, y hasta la mitad la película avanza bastante rutinaria, con algunos chispazos de interés vinculados a la identificación de rasgos ya transitados como el origen de las pinturas de Esther.
Pero hasta ahí todo parece estancado en la repetición, hasta que el guión de David Coggeshall pega un volantazo y vuelve las cosas interesantes, tanto para bien y para mal. Como la gran revelación sobre la protagonista ya estaba dada en la primera película, acá lo que se propone como novedad es un giro que termina ubicando a Esther no tanto como heroína, pero sí enfrentada a unos malos más malos que ella.
La justificación del mal y la posible redención es algo que se viene desarrollando de un tiempo para acá, con villanos icónicos como el Joker o Cruella de Vil que, con una historia de años a cuestas, pueden admitir algunos matices, pero también con villanos que gozan de cierta iconicidad, a los que a nadie le interesa que sean “buenos”. Se me ocurre el último filme de Candyman, interpretado como un vengador en contra de la injusticia racial, o un caso más cercano al de Esther, el del hombre ciego de “No respires”.
El absurdo vuelve a tomar el centro de la escena, y eso que en ocasiones puede llegar a ser saludable para el terror, acá no termina de cuajar. El arrojo de varias de las decisiones de esta película, primero para escribirlas y después para llevarlas a cabo, no deja de ser llamativo, pero eso no significa que sea suficiente. Puede que, como escribí antes, en “La huérfana: el origen” sea una película interesante, pero dista mucho de su predecesora.
Visualmente algo fea, y con una Esther a la que cuesta creerle su gracia con la edad, el riesgo argumental termina siendo anecdótico. Si queremos ponernos detallistas, podríamos reparar también en cómo el guión genera algunas inconsistencias narrativas con respecto a la primera entrega, aunque tampoco da para enojarse tanto. Aun así, la cinta cumple su cometido: entretiene al espectador.
Mi 7.5 de calificación a este filme precuela, que gustara a los fans de la cinta original del 2009. Analizando en términos generales el cine de terror que ha gozado de un buen número de mujeres psicópatas. Siguiendo esta tradición encontramos a Isabelle Fuhrman, quien se ganó un lugar en el panteón fílmico, gracias a su interpretación de Esther, una huérfana que aparenta ser Shirley Temple, pero que en realidad posee la personalidad del precoz Baby Herman.