diciembre 15, 2024
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diciembre 5, 2022 | 416 vistas

Francisco Ramos Aguirre.-

Con su característico humor norteño, Lalo González “El Piporro” menciona en una de sus canciones: “Si tu mamá no me quiere,/ porque yo ando en los billares,/si de ahí sacó a tu padre,/pa’ llevarlo a los alteres.” Para varios sectores de la sociedad del siglo pasado los salones de billares eran considerados sitios de reunión de vagos, centros de perversión, cueva de malvivientes, ociosos, holgazanes y “…polilla de la sociedad”, como califica a los vagos el periódico El Monitor Constitucional (julio/11/1845).

Este concepto se modificó con los años y fue catalogado como un entretenimiento sano, donde la habilidad y precisión geométrica eran fundamentales para jugar carambola y pool. Probablemente su ubicación anexa a las cantinas influyó para asociarlos con el consumo de alcohol, situación que generalmente no correspondía a los verdaderos propósitos de la ancestral diversión.

De cualquier manera, la venta de cerveza representó para los propietarios de aquellos negocios, un ingreso económico extra para su mantenimiento. Más todavía, porque desde el siglo XIX se acostumbraba anexar billares a las cantinas; además, se trataba de un pasatiempo o deporte de moda, exclusivo para hombres y presente en toda la República Mexicana.

Incluso, en el cine mexicano los famosos actores Tin-Tan, Mario Moreno Cantinflas y Resortes aparecen en escenas donde el ambiente del billar se relaciona con barrios de bajos fondos, presencia de gángsteres, cinturitas y padrotes.

Por ejemplo, Los Cómicos de la Legua (1957); Las Locuras de Tin-Tan (1951); El Bombero Atómico (1952) y Corona de Lágrimas (1968). Bajo estas circunstancias en 1905, el gobierno de Chihuahua prohibió a sus trabajadores entrar a cantinas y billares, bajo la consigna de retirarlos de sus empleos. (El Tiempo/1905/02/01).

Originalmente para la fabricación de las bolas de billar se utilizaba marfil de elefantes africanos. Esta costumbre acabó cuando las autoridades prohibieron este material, debido a las muertes de los paquidermos y pérdida de vidas humanas durante la cacería de los mismos, cuando algunos de los expedicionarios morían por cansancio al atravesar los extensos territorios.

En otros casos fallecían por enfermedades tropicales. El proceso era verdaderamente criminal, si consideramos que un diente de regular tamaño alcanzaba para elaborar tres a cuatro bolas. En cuanto a las mesas de billar, eran adquiridas en la capital del país o directamente de fábricas europeas y norteamericanas.

En cuanto al control ejercido por las autoridades, en cierto modo las arcas de las tesorerías municipales de Tamaulipas, se beneficiaron con el pago de impuestos si tomamos en cuenta que los propietarios desembolsaban cuatro pesos de impuestos por cada mesa.

Lo cierto que estos giros comerciales permanecían bajo vigilancia de las autoridades. Además, constantemente eran clausurados por cuestiones fiscales, indecencia, lenguaje soez o permitir entrar menores de edad y estudiantes.

Dos de los salones de billares más importantes de aquellos tiempos en la Capital tamaulipeca fueron La Veladora y Montecarlo. Este último se creó en 1930, dentro del complejo comercial El Caracol –6 Hidalgo, enfrente del Mercado Argüelles–, propiedad de Refugio V. García un próspero empresario de origen poblano y eterno aspirante a ocupar el cargo de presidente municipal de Victoria.

En julio de ese año, don Cuco Caracol, como apodaban al señor García, organizó un campeonato de billar por eliminatoria, en una elegante mesa facilitada por la Compañía Bruwnswich.

De acuerdo al reglamento oficial “El juego se desarrollará limpiamente bola por bola del 1 al 15, siendo las troneras (buchacas)… la bola que no llegare a entrar en la buchaca indicada por alguno de los jugadores y no siendo la que corresponde el número, volverá a su punto perdiendo el tiro el jugador.”

El primer premio de 20 pesos plata fue otorgado por el dueño del salón Montecarlo; un par de calzado obsequio de la fábrica Excélsior; caja de cerveza Carta Blanca donada por José Sierra Torres; un taco fino de la Compañía Bruwnswich Balke Coolender Co. Fabricantes de las mesas con barandas Monarch de fama universal.

Para la década de los cincuenta y sesenta se abrieron en Victoria numerosas cantinas en Victoria, donde sus propietarios adecuaron un espacio donde instalar una mesa o varias mesas de billar. Por ejemplo: Las Norias, El Mar Caribe, El Manhattan, El Veracruzano y otros, donde la clientela era frecuente.

JOE CHAMACO EN VICTORIA

José Enciso Ulloa, mejor conocido como Joe Chamaco, fue un billarista mexicano y campeón internacional, considerado uno de los mejores deportistas del siglo XX.

Muy joven salió de su natal Guaymas, Sonora hacia los Estados Unidos, donde fue conductor del mafioso Juan Diamond Maritote, quien descubrió sus habilidades de billarista y lo llevó a competir a San Francisco y Nueva York donde ganó un campeonato de carambolas de tres bandas.

Entre 1939 y 1961 fue Campeón Mundial de Billar varias ocasiones; para entonces había jugado de manera amistosa con Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Al Capone y Juan Domingo Perón.

Mientras tanto, en Ciudad Victoria, el 12 de agosto de 1953 los billaristas mostraron su entusiasmo al enterarse a través del periódico El Heraldo de la visita de Joe Chamaco, campeón de carambola de tres bandas con motivo de la apertura del Salón y Billares La Veladora, propiedad de Eleno García.

Bajo el lema “El Casino del Pueblo” la Veladora abrió sus puertas en el 14 y 15 Hidalgo, cerca de la Plaza Juárez; administrada por el gerente Pedro Hernández A.

En el exterior tenía un anuncio publicitario con la forma y diseño de una conocida marca de veladoras. Según comentarios del reportero el nombre del negocio se convirtió: “…en el golpe publicitario más importante en este año, ya que no hay victorense que no sepa que La Veladora es un salón de billares y una higiénica cervecería.” En aquel entonces, dos de las marcas de cerveza más populares eran Norteña y Superior.

Entre los aficionados al billar, el nombre de Joe Chamaco era ampliamente conocido lo cual generó aún más expectación. Aquel día, los jóvenes y niños victorenses entre ellos Alejandro Rosales Lugo, se volcaron al establecimiento para conocer este gran personaje.

Vale decir que años antes, Chamaco había visitado Tampico, Tamaulipas donde fue vencido por el hijo del dueño de los billares César Cárdenas Salinas.

El asunto consistía en hacer mil carambolas, y quien lo lograra primero ganaría la apuesta. Joe le daba al retador 500 de ventaja bajo la condición de tirar primero; pero Cárdenas no aceptó y ganó la salida: “…o sea el derecho de tirar primero, le ganó a Chamaco puesto que este no tiró ni una sola oportunidad.”

Vale decir que para el tampiqueño el juego era sólo una distracción, porque al poco tiempo se convirtió en médico cirujano por la UNAM.

      

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