Una joven de Arizona (Estados Unidos), Abigail Beck, cuenta con un padecimiento conocido como urticaria acuagénica, popularmente conocida como alergia al agua, por lo que le es difícil bañarse, beber agua e, incluso, llorar.
Según relata, el hecho de hacer alguna de estas acciones, siente dolor en el piel al momento en que entre en contacto en el agua. En abril, la diagnosticaron con este extraño padecimiento del que ya se han reportado otros casos. En una entrevista, relata que cuando llega a beber agua, llega a vomitar.
«Lloro como una persona normal y me duele», dijo a Kennedy News. «Dirige mi vida, pero no quiero que así sea. Si bebo agua, vomito, me duele mucho el pecho y mi corazón empieza a latir muy rápido».
Como resultado, ha optado por no tomar agua, sino usar tabletas para rehidratación y toma bebidas energizantes o jugo de granada, que cuentan con poca agua: «nunca tengo la necesidad de tomar agua», asegura.
«La última vez que bebí agua fue hace un año», contó en mayo.
En ese sentido, asegura que tiene que estar pendiente de las etiquetas de alimentos, lo cual dificulta, también, encontrar los que sean adecuados para ella: «todo en este mundo tiene agua», se queja.
Esto es vital para ella, pues, de no hacerlo, puede tener una reacción alérgica: «Tuve una reacción hace unos días porque tomé una bebida deportiva que no me di cuenta tenía mucha agua», contó reportando malestares; «durante unas cuatro horas en la que me calambres en el estómago, me dolía el pecho y estaba muy mareada y cansada», relata.
Entre otras ‘restricciones’ con las que cuenta, no puede hacer actividad física o estar bajo el sol, pues la sudoración la podría deshidratar; y tampoco puede salir cuando llueve, y si es necesario, debe prepararse muy buen.
«Si está lloviendo, probablemente no saldría, pero si tengo que hacerlo, entonces me aseguro de estar completamente cubierta con una chaqueta y tres pares de pantalones».
Bañarse es otra de las cuestiones complicadas en su vida, pues asegura que es una persona limpia e intenta bañarse cada dos días; sin embargo, tiene que tomar antihistamínicos y esteroides para evitar reacciones.
«Cuando me baño, comienza bastante leve, luego me sale un sarpullido y ronchas rojas, luego se convierte en urticaria», dice. «Cuando salgo, la reacción realmente comienza a ocurrir. Tengo que secarme lo más rápido posible. Tengo que dejar correr el agua y salir del agua mientras me lavo el cabello».
Sus médicos, que no habían experimentado con un caso así, ya están considerando darle líquidos por vía intravenosa para poder evitar un problema mayor.
«Tengo miedo de que si se sale de control un día, nadie sabrá qué hacer, incluyéndome a mí», externa.
Y es que, cuenta, hay poca información médica sobre su condición, pues no sabe si se trata de algo que, en dado momento, pueda llegar a ser mortal. Hasta entonces, vive con esa incertidumbre de cuáles pueden ser los efectos.
«Tengo síntomas que podrían hacer que mi corazón se detenga, pero nadie sabe nada sobre la condición, por lo que no saben si mi corazón o mis pulmones podrían dejar de funcionar».
Explicar su condición es complicado, pues «la gente piensa que es absolutamente ridículo»; sin embargo, espera que su historia ayuda a hacer conciencia sobre su extraño padecimiento y que puedan aprender sobre su caso: «me gustaría ayudar a educar a alguien, así que estoy abierta a responder preguntas».
Con información de: milenio.com