Patricia Azuara
Desde 1931 el 6 de enero se celebra en México a las enfermeras y enfermeros, gracias a que el doctor José Castro Villagrana, quien fuera en ese entonces director del Hospital Juárez de México, estableció que ese día se les reconociera.
Los profesionales de la enfermería son un pilar fundamental dentro del Sistema de Salud. Su compromiso y dedicación se ven reflejados diariamente en la atención y cuidados que brindan a los pacientes, sin distinción de sexo y edad.
UN HONOR SER ENFERMERA:
ROSA VELIA CORONADO AGUILAR
La guerrera de la familia, así la nombran sus hijos. Rosa Velia Coronado Aguilar es una historia viva de perseverancia y lucha, de esas que dejan ver, que con fuerza y persistencia, los sueños se cumplen.
Rosa Velia se casó a la edad de 15 años con José Efraín Ramírez, de profesión policía. De ese matrimonio nacieron tres hijos. Ambos luchaban desde sus posiciones para formar la familia que planearon.
Rosa Velia aprendió múltiples oficios para colaborar con el gasto del hogar. Fue estilista, cocinera, sabía bordar y tejer y aprendió todo aquello que podía generarle ganancias.
Pasados los años, a través del Sistema DIF Municipal, entonces encabezado por la ex primera dama, Adriana González de Hernández, le ofrecieron un curso de auxiliar de enfermería, que decidió tomar con el único propósito de aumentar sus ingresos.
UN PASO DECISIVO PARA SU FUTURO
Culminó el año de aprendizaje gratuito, y se graduó con honores al ser la mejor de su grupo.
Increíblemente, fue ahí donde le ofrecieron el trabajo que se convirtió en el parteaguas para cosechar sus primeros frutos profesionales.
Por su desempeño, el entonces alcalde de la capital, hoy ex gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores, le ofreció trabajo como enfermera de una de sus hijas: Camila, recordó con nostalgia, para El Diario de Ciudad Victoria.
Siendo una de las enfermeras de Camila, el ex mandatario la apoyó para que ingresara a la Universidad a especializarse en la materia. Entonces comenzaron sus estudios profesionales a la edad de 30 años.
PERO UN SUCESO LA MARCÓ DE POR VIDA
Sus días transcurrían de un lado para otro, sin parar. Era mamá, esposa, hija y además trabaja y estudiaba, “me partía en mil pedazos, pero nunca me rendí”.
Cuando concluyó los estudios de enfermería general, había cumplido 35 años, “¿quién dice que no se puede?, claro que se puede, si nos proponemos metas, tenemos sueños y luchamos por ellos, si se cumplen”.
Pero fue aquel once de septiembre de 2005, cuando una llamada congeló su vida. Su esposo, su compañero de vida, murió en el cumplimiento de su deber. Su historia se desmoronó.
Entonces Rosa Velia estaba embarazada de su tercer hijo, quien nació meses después de la muerte de su padre. Con su barriga, sus otros dos pequeños y el dolor a cuestas, continuó con sus metas. No había opción de rendirse, porque ahora tres niños dependían de ella.
Cuando terminó sus estudios, ingresó al Hospital Civil de Ciudad Victoria, a realizar su servicio social, motivo por el que se vio obligada a renunciar al trabajo en casa de Hernández Flores.
Al término de su servicio social, la jefa de enfermeras le ofreció un contrato en el hospital, por su desempeño y responsabilidad.
Rosa Velia, aquella joven madre que tomó un simple curso gratuito de auxiliar, ya era una enfermera con trabajo en un nosocomio.
“Ser enfermera es bien bonito, porque ayudamos a la gente, servimos de corazón, te deja mucha satisfacción. Aquí vienen a mi casa para que los ayude, y lo hago con todo el amor que tengo”.
Después de algunos años, en el turno nocturno del Hospital Civil, se enteró de una convocatoria en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y sin pensarlo fue a presentar sus exámenes, “sin parientes, ni palancas, solo con mis conocimientos, me quedé”.
Con sus dos trabajos, en el Hospital Civil y el IMSS, sus ingresos eran suficientes para darles a sus hijos una vida holgada, pero el tiempo para cuidarlos era limitado, que se vio obligada a tomar la decisión, y volver a jugársela.
Renunció a su base en el Hospital Civil, y se quedó de eventual en el IMSS, además de cerrar su estética, que aún conservaba. Siempre con sus firmes propósitos de superarse.
Hoy ya cumplió 13 años de trabajar en el IMSS como enfermera general, y le tocó estar en el área de urgencias en el 2020, cuando la pandemia llenó de pánico el mundo. Rosa Velia es una de los miles de héroes sin capa que estuvo y está en la primera línea de combate contra el covid 19.
“Nosotros nunca descansamos, yo no estuve del área de covid, pero estuve en urgencias, ahí veíamos a los pacientes cuando llegaban con síntomas. Nosotros no pudimos decir nos quedamos en la casa, no estábamos al frente, pero sí estuve en el área de urgencias”.
Vio a varias compañeras contagiadas debatirse entre la vida y la muerte, y aunque a ella nunca la alcanzó el mortal virus, fue algo atípico a lo que le hizo frente como su profesión se lo exigió.
“No piensas en nada, más que en que estás ayudando, estás dando la salvación y no piensas en que puedes morir, no teníamos, no tenemos tiempo de pensar que nos vamos a morir en ese momento, solo en sacar adelante todo”.
Ser enfermera es un trabajo agotador física y mentalmente. Enfrentas la muerte a diario, tus pacientes se van en tus brazos, y eso siempre es doloroso.
“Sí es cansado, no es un trabajo tan pesado físicamente, pero moralmente, sentimentalmente sí, sobre todo cuando pudiste hacer mucho más, te queda un dolor, aunque no sea tu familia, te duele que no pudiste hacer algo por alguien”.
Y a pesar de que ama su profesión, hubo un momento que puso en duda si fue la mejor decisión.
En una de sus guardias llegó su padre y uno de sus tíos debatiéndose entre la vida y la muerte por ahogamiento. Afuera de la sala de urgencias su abuela le dijo, “te los encargo mucho”
SU PADRE LOGRÓ SALVARSE,
PERO SU TÍO PERDIÓ LA BATALLA
“Ahí dije, ¿para que soy enfermera si no pude salvar a los míos?, y salir a hablar con mi abuela, decirle no pude hacer nada, es muy doloroso. Pero luego aceptas que no es tu responsabilidad, yo administro medicamentos, cuido enfermos, no tomo decisiones”.
La muerte de su tío tambaleó su desarrollo profesional, pero como la guerrera que siempre ha sido, limpió sus lágrimas, y continuó.
“Pero aquí sigo al pie del cañón hasta que Dios quiera, me siento orgullosa de mí, mi historia es muy bonita, de ser nadie, me fui a vivir a un rancho, empezamos desde abajo, ahora estoy aquí, lo logré y voy por más, por mi licenciatura, solo que mi hijo termine su escuela”.
A nombre de El Diario de Ciudad Victoria, les deseamos a todos las enfermeras y enfermeros, ¡Feliz Día!