diciembre 14, 2024
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enero 17, 2023 | 141 vistas

En esta formidable secuela, el director Rian Johnson redobla la apuesta y construye un dispositivo gigantesco, que, a pesar de sus logros, pierde algo del norte en su constante voluntad ostentosa. Una de las primeras cosas que saltan a la vista en “Glass Onion” es la inmensa cantidad de dinero que se gastó en el proyecto cinematográfico.

Es cierto que el filme está situado en una isla privada de un millonario caracterizado por la ostentación constante, pero hay también en la puesta en escena de Johnson una voluntad permanente por dejarle en claro al espectador que hay un presupuesto altísimo, incluso cuando no es necesario. Todo es gigantesco, brilloso y lujoso, en un juego de interacción con la trama un tanto peligroso.

Convengamos que la primera parte de la saga del detective Benoit Blanc (Daniel Craig) también indagaba en el poder del dinero y sus repercusiones afectivas en las personas en un único espacio cargado de simbolismos. Pero si ahí la cuestión de fondo eran las conductas familiares en la primera cinta del 2019, acá es el clásico círculo de amigos: el millonario (Edward Norton), uno de esos tipos que tiene a cada rato ideas tan alocadas como potencialmente exitosas.

Él invita a su pandilla a un fin de semana de fiestas y diversión en un lugar aislado del resto del mundo. Allí llegan una actriz (Kate Hudson) y su secretaria (Jessica Henwick); un influencer (Dave Bautista) y su novia (Madelyn Cline); una gobernadora (Kathryn Hahn); y un científico encargado de llevar a la concreción sus invenciones (Leslie Odom Jr.).

Y, también una exsocia y ahora enemiga (Janelle Monáe), además de, claro, Blanc, que arriba a la reunión por error, sin haber sido invitado. Cuando el anfitrión plantea un juego de misterio en el que hay que resolver su propio asesinato, los acontecimientos se descontrolarán, habrá muertes y empezarán a surgir una enormidad de trapitos sucios que estaban esperando a salir al sol. Irá quedando claro, entonces, que a ese grupito de amigotes no los une tanto la amistad.

Como señalaba previamente, a Johnson le interesa ahondar en las implicancias de la riqueza, en cómo es usada como instrumento de opresión o liberación, en cómo define las relaciones afectivas y profesionales para bien o para mal. El gran mérito del filme original “Entre Navajas y Secretos” consistía en cómo, para explorar esta temática, utilizaba las herramientas genéricas del policial tradicional, pero también de la comedia, para unirlas y combinarlas de forma fluida.

Este factor solo aparece de a ratos en “Glass Onion”, donde prevalece un imaginario visual brilloso y la comicidad luce mucho más apagada, o más relegada por la necesidad de bajar línea por parte de Johnson. Esa escasez de diversión hace a la película un dispositivo gigantesco y a la vez un poco ombliguista, explosivo incluso literalmente, pero también efímero, que dice muchas cosas y al mismo tiempo pocas realmente sustanciales.

El filme, además, repite estructuras narrativas de fondo, sin innovar, solo inflando su premisa en una operación de retroalimentación con los artificios que bordea y hasta cae en el cancherismo. Se le podrá agradecer a Johnson su devoción por los relatos al estilo de la escritora Agatha Christie y sus ganas de construir un universo similar, pero afincado en el cine a partir de una interacción entre lo clásico y lo contemporáneo.

También su voluntad por romper todo, aunque sea de forma calculada, y su habilidad para conducir al espectador por su cuento policial, incluso cuando ya ha mostrado todas las cartas. Sin embargo, ese cálculo convierte a “Glass Onion” en una película algo fría y demasiado preocupada por mostrar cuán ambiciosa es, hasta el punto de relegar a sus personajes al rol de meros objetos para enunciar puntos de vista.

A veces, la acumulación no necesariamente suma, sino que resta potencia y complejidad. Porque luego de realizar “Looper”, toda una obra maestra de la ciencia ficción y los viajes en el tiempo, el director Rian Johnson fue vapuleado por revitalizar la franquicia de “La Guerra de Las Galaxias” con “Star Wars: El Ultimo Jedi”, una cinta emocionante, entretenida y colmada de sorpresas, así los amargados digan lo contrario.

Ahora con esta producción original de la plataforma Netflix, con un elenco de lujo, un detective muy particular y algo de sátira social hacen de esta cinta de misterio toda una delicia para los amantes del género con la secuela, porque Blanc deberá resolver el misterio de un asesinato ocurrido en una isla privada en Grecia, propiedad de Miles Bron, un multimillonario de la tecnología interpretado por Norton. Johnson hace que en esta entrega se vea más protagonismo por parte de Blanc.

Mi 8.5 de calificación personal a este largometraje, porque de una manera ambiciosa e inteligente, Johnson decidió crear su propia franquicia, inspirado en el juego de “Clue” y en las novelas de misterio de Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, G.K. Chesterton y Georges Simenon. Es así que Johnson creó a Benoit Blanc, un personaje en la tradición de Sherlock Holmes, Hercules Poirot, Mrs. Marple, el Padre Brown y Jules Maigret.

Que Daniel Craig, nada menos que James Bond, interpretara a este detective privado, fue la cereza del pastel. “Entre Navajas y Secretos” fue una grata sorpresa para los amantes de los libros y las películas de misterio, y le dio un nuevo respiro a la cansada estructura narrativa del whodunit, término utilizado en los dramas policíacos para referirse a las historias en las que un detective excéntrico y erudito, intenta resolver un crimen y descubrir al culpable.

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