
Héctor F. Saldivar Garza
Para las personas en lo general, que cuentan con un nivel de información medio, no ha pasado desapercibido el hecho de que a partir del régimen del licenciado Carlos Salinas de Gortari en 1988, el gobierno decidió aplicar un giro a la educación propuesto por el neoliberalismo. Este es un modelo del sistema capitalista encaminado a elevar la competitividad, desarrollar la eficacia y eficiencia; sesgando algunos puntos trascendentes que ahora, tras una revisión del trabajo realizado con estas directrices, los vemos aflorar enfáticamente.
Entre las cuestiones que se alcanzaron durante este periodo al implementar el paradigma mencionado, y que nos han afectado, fue que se desterrara el espíritu nacionalista que de manera natural desarrollábamos en México; lo cual se debió en parte a la imposición de la cultura norteamericana y también por la cercanía geográfica entre nuestros países; mostrándose este hecho en contraposición con los principios republicanos surgidos a la conclusión de la Revolución Mexicana.
Otro punto que se experimentaba con antelación al tiempo neoliberal y ahora destaca como alejado de la realidad fue el valor de la solidaridad y la unión familiar. Por contraparte, de los nuevos lineamientos emergió de manera destacada el egoísmo y un ideario materialista, para situarse en ese espacio de la formación social que estaba vacío.
De acuerdo a experiencia personal, una mayoría considerable de los miembros de la sociedad, observan a la realidad actual como un callejón sin salida que irremediablemente nos dirigirá a senderos no todos contemplan lo sucedido como algo sin solución; una de esas personas es el editorialista de La Jornada de México, Hugo Avoites, quien en torno al tema opina que “a pesar de lo reducido que ha quedado el espacio educativo, todavía es perfectamente viable implementar en la educación un pequeño, pero estratégico, paquete de decisiones, que apunten con claridad y vigor a un horizonte distinto al neoliberal. Tal decisión sería también fundamental para la claridad de las opciones en el futuro inmediato” (1) (la Jornada de México, 21 de enero de 2023).
Intentando reforzar el comentario de este escritor, citamos como ejemplo los hechos casi en cadena que se han presentado en fechas recientes en varias estaciones del Metro de la Ciudad de México, ocasionados por diversas personas; los cuales han propiciado que un sector social crítico esté dudando de que se han originado en errores humanos, por lo que incluso presentaron una denuncia penal ante la Fiscalía General de la Ciudad de México para que se estudien con detalle, con el objetivo de determinar “si constituyen una estrategia de sabotaje”.
Puede afirmarse que el simple hecho de que en las mentes de múltiples personas se encuentre la incertidumbre sobre el germen de esas acciones que ocasionan pérdidas humanas y económicas, además de la destrucción de un medio de transporte tan útil y requerido por la ciudadanía, dibuja en plena superficie de nuestra razón, la idea de que los valores humanos fundamentales se encuentran ausentes de la formación que se forjó en las recientes generaciones a través de la familia y la educación, brindada tanto a través de la escuela como de diversos medios de comunicación. Esto necesariamente exige una mutación en los principios fundamentales que rigen nuestro proceder, tanto con una visión hacia el interior del ser humano como en el accionar conductual al momento de activar nuestras actividades cotidianas.
Para ello podrían proponerse determinadas asignaturas: una de ellas, que ha resultado muy reconocida en los últimos tiempos, es la que comprende la inteligencia emocional. Esto es trascendente porque de acuerdo a estudios realizados en la Universidad de Harvard del Estado de Massachusetts, en la Unión Americana, cuyos resultados publicó Daniel Goleman en su libro “La Inteligencia Emocional” al comparar egresados del doctorado con altos promedios que significaban un coeficiente intelectual alto, (porque es lo que generalmente se mide en las asignaturas para definir la calificación) con otro grupo de egresados cuyas calificaciones eran de promedios regulares, pero no destacados; las conclusiones sorprendieron a la comunidad científica educativa, porque este segundo grupo superó al primero, ya que así como disponían de un IQ solo regular, su inteligencia emocional se mostró en alto nivel a diferencia de los ubicados en primer término; y eso finalmente se supone los impulsó a mejores resultados.
Entre los aspectos que se valoran como inteligencia emocional, el autor mencionado cita a la autoconciencia, autorregulación, empatía motivación y habilidades sociales.
Todos estos elementos también se relacionan con la función cerebral, como los del IQ, pero existe una marcada diferencia, ya que el IQ o cociente intelectual mide la considerada generalmente como inteligencia, por su parte el cociente emocional o EQ es la capacidad que tienen las personas para identificar y administrar las emociones propias y las de los demás con quienes se entrelazan.
Existen razones evidentes para que se considere a la EQ como de mayor trascendencia social, ya que la vida en sí misma es de coparticipación y actividades generalmente grupales; las personas, de manera individual, a través de su IQ pueden planear, diseñar, administrar actividades; pero para desarrollarlas se requerirá de apoyos humanos, que no obstante las grandes capacidades generadas por poseer un IQ de alto nivel, el auxilio de otras personas será absolutamente necesario.
Las capacidades emocionales se poseen por herencia genética, como también pueden enseñarse y aprenderse; por lo que es recomendable que en la medida de lo posible tanto en nuestra propia persona como en los demás, desarrollemos la inteligencia emocional.
Otro aspecto que podría incorporarse es la Neurociencia. Esta disciplina se aboca a la tarea de comprender el funcionamiento del sistema nervioso para producir y regular emociones, pensamientos, conductas y funciones básicas del cuerpo humano. Igualmente estudia la estructura del sistema mencionado.
No dudamos que otros elementos puedan complementar el bagaje necesario para formar a las nuevas generaciones sin embargo, por ahora solo optamos por proponer lo señalado como puntos que no debemos omitir.