Francisco Ramos Aguirre.-
Los primeros automóviles que circularon por las calles y callejones de Victoria pertenecieron a las fuerzas revolucionarias constitucionalistas. De acuerdo a la fotografía del norteamericano Robert Runyon, esto sucedió en 1913 durante la toma de la plaza de esta ciudad.
Se trató de seis autos, cinco de ellos convertibles que trasportaron municiones y armas para enfrentar a las fuerzas federales, comandadas por el gobernador huertista Antonio Rábago.
Dentro del mismo tema, destaca el célebre automóvil del hacendado jaumavense José Montesinos quien, durante los primeros años del siglo pasado, condujo el primer vehículo motriz a través del Camino Real con destino a la Capital tamaulipeca.
Con este testimonio, se infiere que ni lluvias, arroyos, barrancos, curvas, terracería, cerros y pendientes de la Sierra Madre Oriental significaron obstáculo para el tránsito durante varias décadas de numerosos vehículos automotrices entre Tula y Ciudad Victoria.
De singular manera, dicho acontecimiento llamó la atención entre los habitantes, sobre todo del poeta popular y maestro Luis Castro Bermúdez, quien publicó los versos de un corrido, donde testifica sobre los modernos adelantos tecnológicos de aquella época. “El carro de gasolina, /de don José Montesinos, /corre aprisa en la colina, /y devora los caminos.”
En 1909, como resultado de la reciente inauguración del Camino Real a Tula, surgió una línea de diligencias que alternó con la presencia de carretas, jinetes y arrieros.
Posteriormente, gracias al surgimiento mundial de la industria automotriz, dicha vía favoreció el paso de automóviles, camiones de carga y transporte público, lo cual significó una inolvidable aventura para aquellos usuarios.
Entre los personajes relacionados con los transportes de pasajeros que cubrieron la primera ruta serrana entre Jaumave y Victoria, destaca la figura de Emilio Castillo, propietario de una modesta camioneta “cerrada” con capacidad de seis pasajeros.
Posteriormente surgieron los Transportes Tamez que cubrían la ruta Victoria-Jaumave-Palmillas-Tula con salidas a las ocho de la mañana y tres de la tarde.
La empresa inició gracias al entusiasmo de don Emilio Tamez Lozano, quien nació en Allende, Nuevo León en 1915. En 1946, acondicionó una camioneta donde se acomodaban ocho pasajeros sentados en bancas de madera.
Inicialmente el viaje se realizaba exclusivamente a Jaumave, y el punto de partida era la calle Seis Hidalgo cerca del Mercado Argüelles. Posteriormente el joven empresario adquirió en Monterrey dos autobuses Dodge a crédito.
Además, cambió las oficinas de la terminal al 22 Méndez enfrente del Hospital Civil, estableciendo las corridas a Tula tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes a las siete de la mañana.
Una de sus inseparables acompañantes durante los viajes a través de la cordillera oriental, fue su hija Blanca Alicia Tamez Hinojosa de apenas doce años de edad. Durante el trayecto, descendía del autobús en un lugar llamado Fuerte de Los Janambres, donde en medio de la soledad de la montaña, esperaba paciente otro transporte que retornaba de Jaumave a Victoria en una hora preestablecida.
Aquella niña, quien después fue secretaria taquimecanógrafa, maestra y directora de la Escuela Preparatoria Federalizada, narra su experiencia, peligros y las incomodidades a través del inseguro y lejano camino.
“…cuando no había lugar adentro del autobús, mi papá me daba permiso de viajar en la parrilla del equipaje. Sola…nunca tuve temor de nada. Lo único que me recomendaba era que cuando viera o escuchara a los arrieros, me escondiera inmediatamente. En ese tiempo, yo no imaginaba los riesgos que corría. Lo único que llevaba era una botella de agua y una navajita, con la que cortaba una rama para defenderme de algún animal. Entonces, cuando pasaban los arrieros con sus cargas de leña, carbón y otros productos me subía a un árbol y me bajaba después cuando se alejaban. Al poco tiempo pasaba el transporte y me subía para retornar nuevamente a Victoria.”
Acerca de la fauna y flora del entonces exuberante lugar, recuerda que existían alrededor del camino muchos nogales, plátanos, naranjos, garambullos, chilanguillos -chilitos-, tunas, conejos y víboras. Una ocasión uno esos reptiles trató de atacarla y ella asestó varios golpes en la cabeza hasta matarla. “Felipe ‘El Gordo’, chofer del autobús, me dijo -usted no se va a subir con esa cosa- entonces amarré la víbora en la defensa del autobús y al llegar a mi casa le quité el cuero, preparé la carne y me la guisé.”
El viaje a Jaumave duraba cinco horas y pasaba por Joya Verde, Huizachal, La Mula, La Maroma, El Fuerte de Los Janambres, La Taza y El Cerro Agujerado. Gracias a la demanda el servicio de Transportes Tamez se extendió a Palmillas, Tula y durante el gobierno del doctor Norberto Treviño Zapata le otorgó permisos para viajar a Bustamante y Miquihuana.
Vale mencionar que durante la campaña política de dicho personaje, la empresa de Tamez fue la encargada de transportar a la comitiva que lo acompañaba a lo largo de los poblados del Cuarto Distrito.
Uno de los mayores obstáculos y peligros de la sierra era el arroyo El Chihue, principalmente cuando llevaba agua producto de lluvia y tormentas. Ante esa circunstancia, los choferes tenían instrucciones de no cruzarlo.
Sin embargo, algunos pasajeros decidían hacerlo por su propia voluntad cuando llevaba poca afluencia. Al respecto, cierta ocasión sucedió una tragedia mientras el inspector escolar Tito Mota Tijerina y dos personas más, entre ellos una maestra, intentaron trasladarse a la otra orilla, con la urgencia de cumplir una misión oficial en Jaumave.
Por desgracia las consecuencias fueron fatales, al momento de ser sorprendidos por una fuerte corriente de agua que apareció de manera intempestiva, cuando permanecían en un islote a la mitad del río logrando salvarse sólo uno de ellos.
Incluida la observación del hermoso paisaje natural, el precio de los boletos variaba entre dos y cuatro pesos, considerando el destino de cada pasajero. Generalmente los usuarios viajaban a Victoria por motivos familiares, comerciales, visitas al doctor y particulares.
Lo mismo aprovechaban para vender cabritos, gallinas, quesos, chile del monte, tunas, piñones y otros productos. Una de las ventajas de esta línea era el control de su seguridad y revisión de las unidades. Gracias a estos detalles, mientras fueron propiedad de don Emilio Tamez las unidades motrices nunca tuvieron un accidente.
Entre los operarios que laboraron durante varios años en dicha empresa destacan Felipe Zertuche, Nacho Reyna, Felipe Reyna y otros experimentados choferes. Durante varios años, salvaron con gran pericia numerosos obstáculos. Posteriormente se incorporaron a laborar Pedro y Florentino Sánchez.
Alrededor de los años sesenta, su propietario, quien también tenía conocimientos de mecánica automotriz, viajó a Monterrey donde se entrevistó con el señor Romo, representante de Transportes del Norte, con el propósito de firmar la compra venta de los derechos legales de Transportes Tamez. Finalmente, don Emilio murió en 1977 a los 62 años de edad.