Patricia Azuara.-
Cd. Victoria, Tam.-
Una rara e inexplicable enfermedad incurable diagnosticada al menor de sus hijos la obligó a cambiar de planes y preparar un nuevo camino en contra, incluso, de las jugadas complicadas de su destino.
Casada, con dos hijos, Esmeralda Camacho tenía una vida tranquila y sin sobresaltos, ni problemas mayores que los propios de un matrimonio.
Trabajaba en el ramo empresarial, con un horario fijo, tareas específicas, y un salario que le ayudaba a contribuir con los gastos del hogar.
Eran cuatro integrantes en la familia, cuando llegó el tercero y último pequeño. Y ahí comenzaron las pruebas más complicadas de su historia. Esas que muchas veces te hacen perder la fe y te cansan.
Pero para Esmeralda no hubo diagnóstico, ni problema, ni adversidad, que tumbara sus metas y sueños, aquellos que construyó cuando decidió casarse.
EL DINERO NO ALCANZA
A los cuatro meses de dar a luz a su último y tercer varón, llegaron las complicaciones de salud con el pequeño. El diagnóstico es prácticamente inexplicable, pese a los múltiples estudios, poco detallan. Para darle una mejor calidad de vida, lo lleva a la clínica del Teletón que se ubica en Altamira, una semana al mes.
“El dinero no alcanza para los gastos de la casa, y con una discapacidad menos, mi niño tiene 13 años, y los mismos que tengo que comprar pañales, talco, shampoo para los ojos, porque no obedece ni cierra ni abre los ojos, es prácticamente un bebé desde hace 13 años”.
“Darle de comer en la boca, porque él no come solito, antes lo alimentaba con sonda, le dio un paro respiratorio al año cinco meses, han sido muchas cosas”.
Al darse cuenta que su pequeño dependería completamente de ella, decidió dejar su trabajo de años para ir al hogar a dedicarse a cuidarlo.
“Yo trabajaba en una empresa, tuve a mi bebé y empezó a tener complicaciones de salud, obviamente yo no sabía más que trabajar en donde yo trabajaba, porque ya tenía muchos años trabajando ahí”.
“Cuando mi bebé comienza a tener sus problemas de salud, me tuve que salir de trabajar, empecé a estudiar para estilista, pero se vino la pandemia y el trabajo acabó”.
LA CRISIS Y LA NECESIDAD
Pasaron algunos años, cuando las necesidades económicas y su propia estabilidad personal la llevaron a buscar opciones laborales, y poder así contribuir aún más de lo que ya hacía.
Decidió tomar un curso de estilismo, y cuando apenas comenzaba a tener algunos clientes la pandemia por covid-19, la obligó a desistir. Todos en confinamiento, sus servicios eran poco buscados.
Al poco tiempo llegaron las plataformas de servicio de transporte público a la Capital de Estado, convirtiéndose en una nueva esperanza para poder solventar los elevados gastos de su pequeño, que ya tiene 13 años.
Pero en ese momento no contaba con un automóvil con las especificaciones que se requerían para otorgar el servicio.
Así es que su esposo decidió vender los dos carros que tenían, y solicitar un préstamo bancario, para poder pagar el enganche del nuevo vehículo. Color rojo lo eligió.
“Llegaron las plataformas, en las plataformas uno trabaja el tiempo que uno tiene, o lo que uno quiere ganar, o como a ti se te acomoden los horarios”.
“A mí se me acomodó por mi niño, porque yo lo llevo una semana a Altamira, y tres semanas tengo la posibilidad de trabajarlo”.
Las ruedas de su vehículo enlazado a las plataformas le permitieron seguir en las terapias de su hijo, que generan gastos importantes, además paga la mensualidad del carro y ayuda con los gastos de la casa.
“Me ha permitido salir adelante y hacerme un poquito más independiente, a pesar de las circunstancias de la vida”.
LOS SACRIFICIOS
Esme se levanta a las 5:00 de la mañana y sale a trabajar a las 5:30, a las 10:30 llega a casa para preparar el desayuno de su hijo universitario y del pequeño que a esa hora apenas despierta.
Se toma una hora para descansar y seguir la jornada hasta las 5:00 de la tarde, así puede alcanzar las metas que le arroja la plataforma y poder obtener ganancias extras.
Esmeralda es mamá, esposa, enfermera, trabajadora, amiga, psicóloga, consejera, y es mujer. Sí, mujer que parece de hierro, de esas que pese al cansancio sigue y sigue y sigue.
Y es capaz de hacer la comida, barrer la casa, bañar al pequeño, manejar por 12 horas, y además queda tiempo para escuchar los problemas de sus clientes y en muchas ocasiones hasta sacar “sus dotes de psicóloga” y darles un buen consejo.
“Sí, sí es muy cansado ser mujer, pero siempre lo logramos, somos personas fuertes, de trabajo, que hacemos tantas tareas nos pongan, y superamos las pruebas que nos toquen”.
Esmeralda, además, se toma el tiempo de colaborar con labores altruistas que llevan a cabo en conjunto sus compañeros de labor.
“A mí sí me gusta, y dentro de esta plataforma he conocido personas muy lindas, tenemos grupos de compañeros que nos echamos la mano, como ahorrar y labores altruistas”.
“Tenemos un grupo oncológico y le damos la atención gratuita a las personas que tienen cáncer, cuando van al (Hospital) de Alta Especialidad y se regresan al albergue porque vienen de otros lugares”.
LECCIONES DE LA VIDA
La vida le ha dado muchas lecciones a través de su hijo, dijo. Y lejos de decidir ser mala persona, Dios la ha ayudado a ser mejor cada día, afirmó, mientras se limpiaba las lágrimas.
“La plataforma me ha permitido conocer gente muy linda, me ha permitido avanzar un poco más en lo económico, porque sí es una muy buena opción, siempre y cuando trabajes como debe de ser”.
“Me ha permitido seguir adelante, hacer cosas que jamás había pensando. Mi marido me dice, eres taxista, y yo siempre le respondo, no, no soy, trabajo para una plataforma”.
Esmeralda es de la firme creencia que cuando das, Dios bendice, cuando ayudas de corazón Dios bendice.
“Yo vivo con una situación de salud, y ayudar a alguien que está pasando por situaciones similares me llena y digo, aquí estoy, para ayudar, porque sé lo que pasan”.
“Nunca dije no puedo, yo creo que todas las mujeres debemos decir sí puedo, porque todas podemos, Dios nos mandó con algo grande”.