Una semana atroz, caótica, infernal

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Pérez Ávila.
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Pérez Ávila

Según vieja descripción: “México es un país de humo y espejos, donde los héroes de ayer, son los villanos de hoy, y los paladines de la justicia de hoy, pueden ser los rufianes de mañana”.

Santiago Creel acaba de enterar al país que el presidente López Obrador lo frecuentaba en su despacho en los mediados de los 90s para hablar de los sueños compartidos por ambos, sobre un México demócrata. “Cenaba con mi familia, en mi casa, teniendo como tema principal de la conversación, el asunto político del país…

Al concluir la semana iniciada el cinco de marzo, con sucesos criminales rutinarios, se suscitó en la cúpula del poder de Estados Unidos y México la tormenta más escabrosa de que se guarde memoria, por el secuestro de cuatro afroamericanos en Matamoros, dos de ellos asesinados. Un grupo de representantes republicanos ha solicitado la intervención de fuerzas armadas para combatir los cárteles en territorio mexicano. El presidente López Obrador los ha tildado de “ambiciosos, hipócritas, corruptos”.

Sin conexión alguna con la explosiva situación originada en Matamoros, donde el grupo Escorpión, élite del Cártel del Golfo, ya entregó a la autoridad a los cinco involucrados en el sangriento secuestro, el líder panista de la Cámara de Diputados, Santiago Creel ha retado al presidente López Obrador a declarar de qué vivió, cómo tuvo ingresos, así como le exige explique, cómo, de qué manera, pagó a Hacienda sus impuestos, después de dejar la gubernatura de la Ciudad de México.

Don Santiago debería buscar un sillón confortable, para ver en la tele, películas de su predilección o su deporte favorito, para esperar una respuesta presidencial que jamás llegará, como si fuera calendas griegas.

En el ámbito de los retos, al Señor Presidente le sobran personajes a los cuales citar, siendo el más requerido, el más señalado, el de más demanda, don Felipe Calderón, quien se la pasa a todísima madre en ese Madrid al que le cantó Agustín Lara, como ningún madrileño ha podido hacerlo.

Pero si el mexicano es muy bueno cantando, conquistando corazones, contando historias trágicas con observaciones hirientes, patológicas, sádicas: “el día que la mataron, Rosita andaba de suerte, de tres tiros que le dieron, nomás uno era de muerte”. Dice una alegoría musical que como México no hay dos… Me detengo. Está el soñador, o iluso, Marcelo Ebrard aplaudiendo la iniciativa del presidente Joe Biden, imponiendo reglas estrictas, restringiendo la venta de armas de asalto en su país.

Eufórico, don Marcelo aseguró a todo el mundo: Si las autoridades de Estados Unidos detienen el flujo de armas y municiones a México, México resuelve el problema de la violencia generada por los cárteles de la droga.

Me vino a la mente el socarrón Vicente Fox, aduciendo ante quien solicitaba le facilitaran su tarea: Quieren el plátano, peladito, y en la boca.

Siempre habrá armas en las manos de los delincuentes, así como siempre tendrán armas de poder los defensores de la ley. El problema es otro. Prefieren los próceres la excusa.

Si no jalas el gatillo, el arma no vomita su plomo mortal.

Lo que necesita López Obrador, Marcelo Ebrard, quien sea, es un Guillermo Prieto.

Me sincero con el inteligente lector. No aplaudo, nunca, jamás, un plan, un proyecto, una idea manejada como obra. El gobernador Américo Villarreal Anaya, según el panegirista, con voz firme y serena: “Hemos roto con el pasado neoliberal y corrupto”.

Es blablaísmo. Si los corruptos son sometidos por el imperio de la ley, ya no es blablá. Es acción legítima, unida a la voz del pueblo.