Lic. Ernesto Lerma.-
La saga de los superhéroes espaciales de Marvel Studios cierra con broche de oro, antes de acudir a la sala de cine para disfrutar de la tercera y última parte de la saga de superhéroes espaciales dirigida por James Gunn, quien se ha ido de Marvel para darle coherencia al universo cinematográfico y televisivo de la honorable competencia de DC Films, se recomienda revisar con cuidado las dos primeras películas la última estrenada hace seis años y el especial televisivo de Navidad en la plataforma de Disney+, porque hasta los espectadores más curtidos se sentirán perdidos en esta alocada odisea espacial.
Como se puede intuir en sus primeros planos, el verdadero protagonista de “Guardianes de la Galaxia, vol. 3” es el personaje de Rocket Racoon, el malhumorado animal antropomórfico creado por Bill Mantlo y Keith Giffen para los cómics de Marvel en 1976 y que apareció por primera vez en el número 7 de la revista Marvel Preview. Aquí, Rocket cuenta con la voz del actor Bradley Cooper y un origen hasta entonces desconocido. Pero quienes hemos revisado los dos primeros volúmenes y sus apariciones en los taquilleros filmes de los “Avengers”, sabemos que detrás de ese cuerpo diminuto y peludo se esconde una tragedia.
Otro de los integrantes de los Guardianes que no se encuentra en un estado emocional óptimo es Peter Quill, mejor conocido como Star-Lord (Chris Pratt), creado por Steve Englehart y Steve Gan para la edición número 4 de Marvel Preview. Aquí, Quill todavía no se ha recuperado de la pérdida del amor de su vida, quien supuestamente falleciera mientras se enfrentaba al supervillano Thanos como se pudo ver en la cinta “Avengers: La guerra del infinito” (2018). Obviamente, estamos hablando de Gamora (Zoe Saldaña), personaje creado por Jim Starlin para el número 180 de la revista Strange Tales, y cuya versión alternativa sobrevive y hace parte de los Ravagers, un escuadrón espacial liderado por Stakar Ogord (Sylvester Stallone).
La relativa armonía del lugar en el que habitan Quill, Rocket y sus amigos es interrumpida por la aparición intempestiva de un poderoso ser de color dorado que siembra destrucción y que lesiona gravemente a Rocket. Los lectores acérrimos de cómics sabemos muy bien de quien se trata. Es Adam Warlock (Will Poulter), personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby, que apareció por primera vez en la revista Fantastic Four No. 66. Aquí, Warlock es el hijo de Ayesha (Elizabeth Debicki), y va en busca de Rocket bajo la presión de nuestro villano de turno. Los amigos de Rocket, los cuales incluyen al optimista y poco inteligente Drax (Dave Bautista), a la sensible Mantis (Pom Klementieff), a la hosca Nebula (Karen Gillan) y, por supuesto, al simpático Groot (Vin Diesel), descubren que su malherido colega posee un mecanismo interno de autodestrucción que impide que su vida sea salvada.
Es así como los Guardianes se embarcan en la misión de conseguir la clave para desactivar el chip. Esto los lleva a la persona detrás de los orígenes del mapache superhéroe. El villano de turno en esta ocasión es el Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji), personaje creado por Lee y Kirby para la revista The Mighty Thor No. 134. Este es otro poderoso y trágico personaje que, como Thanos, busca un universo mejor, pero recurriendo a los métodos equivocados, convirtiéndose en otro símbolo del fascismo y el totalitarismo al interior del Universo Marvel, esta vez enfocado en la eugenesia y la manipulación genética. Si Thanos es Mussolini y Kang es Hitler, el alto Evolucionador es Mengele. Por medio de flashbacks, conoceremos por fin el origen de Rocket. Pero es mejor no revelar nada de este. Basta con decir que su historia nos romperá el corazón.
Algo que tampoco se debe revelar es el papel de la Gamora alternativa en la misión de rescate y su relación con el dolido Star-Lord. La química entre los actores sigue intacta, así como el buen sentido del humor, los momentos muy conmovedores, la acción trepidante y la excelente música (esta vez noventera), cortesía de Gunn. Es una lástima que la adición al equipo de Kraglin (Sean Gunn) y la perrita Cosmo (Maria Bakalova) se sienta tardía y sus personajes no se alcancen a desarrollar del todo. Pero, pese a que en las redes sociales se ha desatado una especie de campaña de odio hacia las películas de Marvel y de la cual fue víctima la tercera parte de “Ant-Man” la cual es una buena película, así se diga lo contrario la opinión de la crítica cinematográfica a nivel mundial, lo cierto es que la cinta de “Guardianes de la Galaxia Vol. 3” cierra un ciclo con broche de oro.
Mi 8.5 de calificación a esta cinta, porque más allá de ser por momentos un poco desordenada, la última película de James Gunn para Marvel es un relato con personalidad, y construye un cuento amoroso sobre la amistad y la despedida. Entre algoritmos y decisiones corporativas, el mainstream hollywoodense se ha convertido en una máquina sin alma, a la que la corrección política opera como límite a respetar (al cine de autor de los festivales le pasa lo mismo, pero para qué meterse en ese lío ahora mismo). Claro que siempre se trató de un cine de productores, pero no es lo mismo el cine de entretenimiento de los 80’s, con Spielberg poniendo la plata, que el cine actual administrado por una sarta de empresarios invisibles.
En ese contexto, un director como James Gunn es una rareza. El tipo conoce los resortes del cine de alto presupuesto, pero también los rincones de la cultura pop con la que construye cada espacio de su película, especialmente aquellos a los que recurre para generar una imagen que reverbere en la memoria del espectador (su mezcla entre imágenes y música es perfecta). Además, y a diferencia del resto (tal vez Taika Waititi esté a su altura), Gunn tiene sentido del humor, incluso bastante retorcido para los cánones de Disney, por lo que nunca comete el crimen de tomarse demasiado en serio a sí mismo. Digamos, el trabajo de un comediógrafo. Por lo tanto, no es de extrañar que su trilogía sea el cuerpo de obra más sólido de toda la producción de Marvel Studios.
Gunn sabe qué quiere contar y cómo debe hacerlo, incluso cómo sortear las obligaciones corporativas (¡puteadas en una película de Marvel!). Sus películas son personales, sofisticadas, y a la vez tribuneras, populares, cachivacheras. Y todo esto junto estalla por los aires en la última y fascinante, más allá de su valor real, “Guardianes de la galaxia, Vol. 3”. El último plano de la película, el último-último antes de las escenas entre y post créditos, es un primer plano de Rocket Racoon gritando y bailando. Si la película se asume como el cierre de una historia, la adultez y el adiós de un grupo que empezó a construirse dos películas atrás, uno imaginaría que debería cerrar con un plano de Peter Quill, el líder de la pandilla. Pero no, Gunn sabe y comprende que el Volumen 3 debe terminar ahí, con una imagen que no sólo es pura alegría y felicidad, sino que es la alegría y la felicidad de un personaje que atravesó a lo largo de dos horas y media el viaje de su vida.
La coherencia de la película es tanta, que la utilización de un recurso como el flashback es fundamental para la aventura, que va y viene en el tiempo para contar el pasado de Rocket y su construcción final como líder del grupo. Por una vez los planes magnánimos del villano (la gran falencia de la mayoría de los films de Marvel) se corresponden tanto con la línea principal del relato como con la experiencia individual de los personajes: El Gran Evolucionador, el villano de esta entrega, tiene una historia con Rocket que será la que movilizará la trama. Y la película se construirá sobre ese exclusivo conflicto. El Volumen 3, por lo tanto, surge desde lo individual a lo general, con un villano que busca mejorar a la sociedad y que, cuando no lo logra, no tiene problemas en borrar todo de un plumazo.
Es cierto que el guión fuerza un montón de situaciones y que en determinado momento el montaje paralelo entre diversos espacios se vuelve algo confuso, pero Gunn se tira en esta tercera entrega tan de cabeza al melodrama que incluso lo desparejo y desordenado es coherente con la exacerbación de las emociones que propone. Esa imperfección es el corazón de la película, que en el contexto de un cine adocenado y anestesiado, burocrático y mecánico, resulta vital y movilizador. Es, claro que sí, un filme necesario que nos saca de la modorra en su extrema apuesta audiovisual. Si en el Volumen 2 el director caía en la trampa de la búsqueda constante del chiste, aquí aprendió la lección y acepta que en determinadas situaciones no hay motivos para reírse.
“Guardianes de la galaxia, Vol. 3” se luce en un terreno en el que ninguna película de Marvel lo había hecho anteriormente, que es en el de las emociones. Volumen 3 es un corazón que bombea sangre multicolor, chillona, rabiosamente rabiosa como el ataque de Rocket contra El Gran Evolucionador. Y Gunn es el corazón que le hace falta a las películas de Marvel, que hace rato dejaron de emocionar y fascinar. Aquí hay tantos momentos gloriosos como otros de esos medio vergonzosos, que sólo el director puede convertir en interesantes. Una película que apuesta, que acierta las más de las veces, con sorpresas, con invenciones felices y con un elenco que entendió como pocos el sentido de grupo.