Ernesto H. Salgado / Contacto.-
El campamento de migrantes localizado en la ribera del río Bravo se extiende ahora a lo largo de más de un kilómetro, y tanto autoridades como asociaciones humanitarias e iglesias que les brindan atención se sienten rebasadas por la complejidad del problema que día a día aumenta, creando malestar no solo entre los vecinos de la colonia Jardín sino de toda la sociedad.
Matamoros se hizo un lugar en las noticias nacionales por el oprobioso campamento migrante a orillas del río Bravo, que llegó a albergar hasta dos mil personas hoy revela la vulnerabilidad tanto de los migrantes como de los activistas a favor de sus derechos y de las autoridades, de los tres niveles de gobierno.
Por separado, representantes de los albergues e iglesias que apoyan a migrantes en Matamoros confiesan que están al límite de su capacidad y observan preocupados que la incesante ola migratoria que azota este municipio del noreste del país sigue en aumento.
Las asociaciones que brindan alimentos y cuidados a los migrantes se encuentran en una encrucijada por el arribo de centenares de migrantes en los últimos meses que buscan cruzar a Estados Unidos, y adolecen de falta de insumos para proveerles de lo necesario.
De acuerdo a las cifras más recientes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), el pasado mes de mayo se arrestaron a más de 180 mil migrantes a lo largo de la frontera, la cifra más alta en más de dos décadas.
Mientras que según cifras del Gobierno mexicano, entre enero y abril de 2021 se han presentado ante la autoridad migratoria hasta 56 mil 622 personas.
El bordo del río Bravo, que supuestamente había sido despejado para rescatarlo para disfrute de las familias de Matamoros, ofrece hoy un dramático espectáculo. Cientos de carpas y techumbres de cartón, fogatas, cocinas improvisadas al aire libre a lo largo de más de un kilómetro.
Los migrantes centroamericanos y de diversos países, así como también mexicanos que estaban refugiados en centros atendidos por organismos particulares e iglesias han tenido que salir a la calle con sus pertenencias para buscar un nuevo lugar donde cobijarse y todos vuelven al río.
Residentes del sector se apiadaron de los niños migrantes y en un principio se organizaron para proporcionarles sopa con frijoles. Hoy la situación es otra.
Los migrantes invaden no sólo la ribera del río, sino se desplazan por todas las calles de la ciudad, y son considerados un grave riesgo para la salud pública.
Líderes de colonias de Matamoros consideran injusto que la autoridad destine recursos para fumigar y atender la comodidad de los migrantes y dejen de prestar esos servicios a las colonias de los matamorenses.