diciembre 14, 2024
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Opinando sobre ‘Misántropo’

julio 18, 2023 | 460 vistas

Lic. Ernesto Lerma.-

El nuevo filme del director argentino Damián Szifrón ratifica que tiene talento para la puesta en escena, pero también una voluntad por la remarcación que conspira contra las potencialidades narrativas, tal vez un poco exagerado respecto del valor real de la película. Apenas se conoció el tráiler oficial en Argentina la enorme mayoría de la crítica y buena parte de la intelectualidad, en especial esa que suele expresarse vía redes sociales ya lo tuvo claro: “Misántropo”, la nueva película filmada en Hollywood de Damián Szifrón, era una maravilla.

Casi no hubo lugar a discusión y el estreno fue apenas una confirmación que aguardan los que ya están convencidos. De hecho, hasta terminó constituyéndose en un acto patriótico, con la euforia nacional contraponiéndose al desdén con que fue tratado el filme por parte de la crítica estadounidense, que lo descartó rápidamente como un thriller rutinario más. Pero bueno, ya no es novedad: hay artistas que, en determinado momento, pasan a convertirse en vacas sagradas, en seres a los que hay que preservar de cualquier objeción y que generan una unanimidad un tanto infantil. ¿Quiénes tenían razón entonces: los yanquis o los voceros de “Argentina potencia”? Ninguna de las partes realmente.

“Misántropo” no es mediocre como la pintaron las reseñas norteamericanas, pero tampoco esa especie de obra maestra encubierta o ignorada que se quiere ver por estas tierras. Es una película superior a “Relatos salvajes”, o, quizás, simplemente más pareja y consistente a partir de su homogeneidad narrativa, aunque no llegue a ofrecer algo realmente nuevo o potente. Sí es interesante a partir de cómo expone las tensiones que se generan en determinados cineastas que quieren ingresar a ese círculo selecto que puede ser Hollywood. Allí vemos entonces a Szifrón tratando de mostrar que puede ser un artesano aplicado y silencioso, pero también un autor capaz de llevar adelante proyectos más ambiciosos y con búsqueda de prestigio.

Esas tensiones narrativas y de puesta en escena son muy palpables en el filme, que arranca a todo galope, durante los festejos de Año Nuevo en Baltimore, donde decenas de personas son asesinadas por un francotirador que, luego de concretar su cometido con enorme precisión, desaparece sin dejar rastro. En ese contexto, Eleanor Falco (Shailene Woodley), una novata policía de la ciudad, es reclutada por Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn), un experimentado agente del FBI a cargo de la investigación, luego de que ella muestra capacidad detectivesca y habilidad para entender la mentalidad del asesino. A partir de ahí, se desata una persecución contrarreloj, donde el enemigo no es solo la identidad y motivaciones del criminal; sino también las autoridades gubernamentales con sus propios juegos de poder y vocación por encontrar la salida más fácil frente al problema.

Hay dos planos que podrían resumir las virtudes y defectos tanto del relato como de su puesta en escena. En el primero se ve a un personaje hablando mientras, a un costado, por una ventana, se puede intuir, progresivamente, otra situación que se va construyendo y que anticipa lo que está por venir. Es una imagen muy lograda a partir de cómo utiliza la profundidad de campo para contar dos hechos que ocurren al mismo tiempo, generando una fuerte tensión en quien observa, sea el espectador u otro personaje. En el segundo plano, la cámara sigue de costado a Falco mientras nada en una piscina, pero con la cámara dada vuelta, lo que genera un efecto en la imagen que es bello desde su inestabilidad, pero también totalmente inútil, un regodeo visual propio de un director que quiere marcar todo el tiempo que está presente y con algo (supuestamente) relevante para decir.

De ambos momentos hay muchos en “Misántropo”, porque Szifrón, cuando se deja llevar por la acción, es capaz de trabajar con gran habilidad (ahí tenemos, por caso, las distintas secuencias de tiroteos, que son tan secas como angustiantes), pero cuando quiere decir algo sobre el mundo, no sale de los lugares comunes esperables. El filme, por más que pretenda lo contrario, no puede evitar una discursividad sentenciosa y solemne, que podría resumirse en algo parecido a “toda esta sociedad capitalista está podrida y los que quedan fuera de sus esquemas desiguales reaccionan inevitablemente con violencia”.

Todo ese punto de vista es enunciado mediante diálogos pomposos (hay una conversación en un helicóptero que es un poco vergonzosa desde su trazo grueso) o actitudes (como las de los políticos o autoridades que están por encima de Lammark) que rozan lo inverosímil desde sus remarcaciones. Esa impostación afecta incluso el recorrido de su personaje principal: Falco podría ser una actualización de la Clarice Starling de “El silencio de los inocentes”, pero la revisión que hace de su propio pasado es forzada y excesivamente explícita en casi toda la película. No se puede negar que Szifrón sabe narrar y que mantiene la atención del espectador sin grandes dificultades, delineando un relato donde tanto los protagonistas como el asesino se expresan a través del profesionalismo.

Sin embargo, la frialdad se impone y hasta le quita atractivo al relato. Szifrón, por más que arroje referencias explícitas al cine de directores como Steven Spielberg o quiera construir una heroína que podría vincularse al cine de James Cameron, termina pareciéndose mucho más en su mirada cinematográfica a Christopher Nolan. “Misántropo”, un thriller apenas correcto, en este último aspecto, es una clara continuidad de la senda marcada por “Relatos salvajes”. No deja de ser llamativo (aunque no sorprendente) que pocos señalen esto en el contexto de la crítica argentina. Quizás ya es momento de dejar de tener vacas sagradas.

Mi 9 de calificación a esta producción fílmica con el estreno de “Misántropo”, la nueva película de Damián Szifrón. En las críticas de la película, entre los cronistas había una suerte de consenso previo al estreno de que “Misántropo” era buenísima. Sólo fueron al cine a confirmar su prejuicio. Algo que por otra parte suele ocurrir con el cine de Szifrón, quien si bien todavía no ha hecho una gran película, su nombre parece intocable. Y con “Misántropo” ocurre que sí, es un policial correcto, bien narrado, con cierto vigor en un par de secuencias, pero que va perdiendo valor a medida que su discursividad toma el primer plano. Más o menos lo que sucede con todas las películas del director.

Con la discursividad de “Misántropo” pasa algo particular, y es que, como sucede algunas veces, cada vez que un personaje habla no podemos dejar de escuchar al propio realizador y guionista hablando y diciendo cosas en voz alta. La película es como una representación de aquello que Szifrón dijo en el programa de Mirtha Legrand, aquello de que “si no tuviera necesidades básicas satisfechas sería delincuente más que albañil”. Ese es más o menos el universo moral binario que maneja el director, una misantropía que queda bien ilustrada con el título que le pusieron a su nuevo filme por estas tierras. “Misántropo” arranca muy bien, con una secuencia shockeante en medio de los festejos de Año Nuevo en Baltimore, y luego tiene otro gran momento, en un shopping, con una tensión que va creciendo y un desenlace imprevisible respecto de lo que está sucediendo en escena.

Ahí Szifrón muestra su valor como realizador, alguien que sabe generar climas y tensar la cuerda lo suficiente como para poner nervioso al espectador. Pero desde la primera escena en la que el personaje de Ben Mendelsohn (un poco pasado de rosca) organiza la operación que comandará, se notan las intenciones del director por decir cosas en voz alta: que la prensa, que los políticos, que el FBI, que los inmigrantes, que los sub-inmigrantes que cobran dos pesos por trabajos en negro, que el capitalismo, que la industria de la alimentación (¡el villano se hizo vegano!) y un largo etcétera. Creo que sólo le faltó alguna acotación sobre el cambio climático, aunque puede que me haya distraído dos segundos y me la perdí. No es un problema de agenda el que apura a Szifrón, sino la necesidad de guionista novato (algo que Szifrón no es) por decir todo, todo junto y provocar.

Y no es que una película de género no deba decir cosas, sino que debe tratar de hacerlo sin detener el movimiento, cosa que “Misántropo” hace a cada momento. Pero volvamos al origen de esta columna, que es un problema de estos tiempos: son épocas de posicionamientos y fanatismos, donde todo debe ser defendido a muerte o destruido miserablemente. Ya no hay películas buenas o aceptables, hay películas geniales y películas horribles. Y si te gustó la que no me gustó, sos un imbécil; y si no te gustó la que me gustó, un bruto. Una actitud un poco adolescente a la que la discursividad tajante y categórica de “Misántropo” le viene como anillo al dedo. La película de Szifrón es una de las aceptables, pero ni siquiera alcanza con eso.

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