Patricia Azuara
En la entrada del municipio de Soto la Marina se ubica la comunidad “El Manantial”, un asentamiento humano en pobreza extrema donde habitan por lo menos cien familias que carecen hasta de servicios básicos.
Con sus ropas desgastadas y el cansancio que refleja su rostro, desde hace 15 años los habitantes luchan sin descanso para contar con la certeza jurídica de sus terrenos, donde construyeron con mucho esfuerzo humildes casas de adobe, cartón y palmas.
Viven en la precariedad y el desamparo, porque no tienen acceso a otra cosa que no esté salpicada de pobreza. Sin agua, luz, ni drenaje, las familias que aún pertenecen en el lugar imploran justicia y apoyo.
Quieren frenar los abusos que soportan de las autoridades indolentes, jueces corruptos y falsos líderes que lo único que buscan es quedarse con lo que ya les pertenece.
HAN SIDO VÍCTIMAS DE ABUSO
Hace 15 años, una persona de nombre Fernando Maldonado, a cambio de una serie de cuotas repartió las 48 hectáreas de tierras a 550 familias, recordó el vocero de los afectados, Misael Sánchez Martínez.
“Aquí se inició la colonia hace 15 años, desde entonces ha habido diversos líderes que se han acercado a la colonia, esa gente sólo se acerca a sacar dinero y se aprovechan de la ignorancia de uno”.
“La persona que nos entregó se llama Fernando Maldonado, fue quien empezó a repartir las tierras a cambio de una cuota. En ese entonces esos líderes nos comentaban que el dueño de ahí ya falleció”.
Pero aun cuando durante este tiempo invirtieron en el terreno, la limpieza, abrieron las calles y el alineamiento de las mismas, pagaron el plano de las manzanas, entre otras cosas, hoy prácticamente no tienen nada, pues carecen de un documento que los proteja.
En estos 15 años han salido por lo menos cuatro dueños, a quienes se les han pagado importantes cantidades de dinero, con la esperanza de la escrituración, pero esas personas lo único que han hecho es lucrar con su desesperación y necesidad.
ABANDONADOS DESDE
HACE MUCHÍSIMOS AÑOS
Administraciones pasan, llegan y se van, y todo se queda en simples promesas. El Estado dice que no es competencia de ellos. Hoy llevan un juicio ante el Poder Judicial del Estado, que prácticamente está estancado e incluso tocaron la puerta al Gobierno federal, pero aún no se abre.
De las 550 familias, al momento solamente quedan poco más de cien. Y es que muchos prefirieron abandonar su sueño, por miedo ante los constantes ataques de funcionarios municipales, quienes causan destrozos a sus pobres viviendas e incluso ponen en riesgo su integridad física.
“Personas del municipio nos hacían destrozos, querían amenazarnos que nos saliéramos. Somos personas de escasos recursos que no tenemos dónde vivir, y yo les dije quédense y hasta que un juez no dicte esa orden, pero muchos se fueron”.
Las familias cuentan con el documento de posesión de cada lote, pero carecen de escritura. Y mientras un pequeño grupo de “roedores” están al acecho, los hombres, mujeres y niños soportan las altas e insoportables temperaturas, sin agua, ni luz.
Los niños se enferman constantemente porque viven de manera insalubre y no cuenta con ningún tipo de apoyo, porque ni siquiera tienen una credencial de elector con la dirección de su casa.
Y aunado a todo esto, el abogado Juan Reyna Carmona, que desde hace un tiempo los representa, prácticamente desapareció, no les volvió a dar la cara, según lo relatado por los afectados.
“Se inició el juicio, pero siempre nos han querido tapar. El juzgado pone trabas, hay presuntos actos de corrupción, hay unas personas ahí que dijeron que desalojáramos el terreno”.
“Nos amedrentan, nos intimidan, ya tenemos la posesión y 14 años aquí, pero lo que le da miedo a la gente es que se le quite su terreno porque con mucho esfuerzo han levantado la casita”.
EXIGEN SER ESCUCHADOS
Los afectados no buscan amagar de ninguna manera, solamente quieren ser escuchados por alguna autoridad, que se les apoye para mejorar su calidad de vida, ya que prácticamente están en el olvido.
“La intención mía no es hacer escándalo, la idea es que entiendan la problemática, yo estoy consciente que estoy sentado en un terreno donde no es mío, pero sí llegase el dueño yo negociaría con él, siempre y cuando presentara los papeles”.
En las 48 hectáreas, quieren además crear un espacio para aprovechar la tierra y sembrar verduras, granos y frutas para comercializar, y sobre todo para el autoconsumo y poder tener un ingreso más seguro.
Y es que la gente de ahí, trabaja “en lo que sea”. Limpia solares, recolecta material reciclable, algunos con suerte tienen algún oficio que les permite llevar el sustento a su casa.
Son personas sencillas que lo único que buscan es un poco de tranquilidad, y “saber lo que es prender un abanico, bañarse en una regadera, y contar con un espacio digno para vivir”.