septiembre 22, 2024
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Mansur, incansable promotor del futbol

agosto 2, 2023 | 535 vistas

(SEGUNDA PARTE)

Darío Vera.-

De vuelta en Victoria y con la fortuna de haber sido aceptado con los semestres de carrera que tenía por conocimiento, la habilidad que da el barrio y el objetivo de salir adelante, entra a trabajar el Gobierno del Estado, en la oficina de Catastro, donde ni tardo ni perezoso vio la forma de aprovechar sus relaciones para seguir jugando futbol, pero ahora también para fomentarlo.

El joven Mansur, que rondaba ya los 20 años, jugando para grandes escuadras como el ITJ, entre otros era además delegado de sus equipos, por lo que no fallaba a las juntas semana tras semana, pero, así como era férreo en la defensa central, también lo era como leguleyo, alegador y mitotero a la hora de interceder por los equipos y sus jugadores ante la dirigencia de la Liga Municipal.

“¡Ah cómo chingas, pinche árabe!”, fue el grito que hizo explotar al presidente de aquella Liga, quien optó por decirle, “mira, vente para este lado, acá hay un lugar en la directiva para que mejor nos ayudes a resolverlo desde acá”. Ese presidente era nada más y nada menos que don Carlos Adrián Avilés Bortolussi.

Mansur aceptó la invitación, al poco tiempo, como dice el popular dicho, se dio cuenta que “no es lo mismo ser borracho que cantinero”.

Agobiado por las broncas habituales con los delegados, árbitros y futbolistas, Pepe curtió un cuero cada vez más grueso, fue retorciendo el colmillo y aprendió el teje y maneje de la administración deportiva; “¿verdad que no es lo mismo?”, le dijo entre risas quien terminó por brindarle esa primera oportunidad que, a casi cincuenta años de distancia, aún disfruta.

Dirigente de la Liga Municipal, también de la Liga Zona Centro, llegó a aglutinar más de 90 equipos en el torneo dominical más emblemático de la Capital tamaulipeca.

Jugaba, dirigía y administraba, con la diferencia que a la hora de existir sanciones contra su equipo optaba por designar al tribunal de penas para que lo hiciera, para él mantenerse neutral e imparcial. Justo y honrado, como hasta la fecha se le ha caracterizado.

Un día, para su mala fortuna, tuvo una lesión que le forzó a dejar las canchas, aún siendo joven sus rodillas sufrieron un aparatoso choque que le provocó el derramamiento del líquido sinovial, por lo que jugar al futbol dejó de ser opción de la noche a la mañana.

No tuvo tiempo ni de cabizbajear, el hombre que dio vida a dos de los más grandes equipos del futbol amateur como lo fueron el Asturias auspiciado por Benito Haces y el Taller Ornelas, tenía que seguir dentro del futbol, aunque fuera pegado a la línea de cal como director técnico, en las reuniones como administrativo, y, ¿por qué no?, hasta se dio el lujo de vestirse de negro para convertirse en árbitro.

Con el paso del tiempo, Mansur se desenvolvió en el futbol de pantalón largo, como pez en el agua, afianzó relaciones, pero sobre todo supo hacer amigos, uno de ellos el entrañable Avilés, quien, con una enorme presencia gracias a su oficio como locutor, su actividad como gestor social y la cercanía con el gobernador electo para 1975, don Enrique Cárdenas González, lo invitó a una nueva aventura: dirigir el deporte estatal.

A propuesta de promotores deportivos del estado al entonces gobernador, se crea la Dirección de Promoción Deportiva del Gobierno del Estado, donde la gran familia deportiva de todo el estado tendría por primera vez una puerta donde tocar y una puerta que con toda seguridad se iba a abrir gracias a un gobernador amante del deporte y un titular siempre atento a las necesidades, ese sería don Carlos Avilés, llevando como su segundo abordo a Mansur Guevara.

Fueron años de abundancia para el deporte tamaulipeco, una oficina que de forma inédita atendía las necesidades de los deportistas, conformada por auténticos promotores, gente que le gustaba estar en los llanos, en los barrios y en las comunidades, al igual que en la alta competencia esforzándose por poner en alto a Tamaulipas.

Mansur tuvo aparte la fortuna de ser entrenador de la selección estatal de futbol y coronarse campeón en el antecesor de la Olimpiada Nacional o lo que hoy se conoce como Juegos Conade.

CORRECAMINOS Y DE LA GARZA: HARINA DE OTRO COSTAL

Su buen trabajo hecho en la oficina de promoción deportiva, sus resultados como entrenador, sus gestiones en todo el estado, donde incluso llegó a representar a Cuerudos en reuniones de la Federación Mexicana de Futbol y también solicitar en la capital del país la conformación de la Asociación Estatal de Futbol, ya distinguían a Mansur, que llamó la atención de la Universidad Autónoma de Tamaulipas para finales de la década de los setenta.

El secretario general de la UAT, José Manuel Adame Mier, le pide que apoye al entonces director de Deportes, Humberto Filizola Haces, en el área de futbol, específicamente que dirija a la Selección que competiría en el Circuito Superior Universitario, lo cual sería la semilla de la máxima satisfacción deportiva que ha tenido la Capital tamaulipeca en su historia.

Su destacada labor lo llevó a coordinar ese torneo en toda la zona norte del país, y sus pupilos no se quedaban cortos, los nacientes Correcaminos era un equipo brillante que arrasaba en esta competencia por lo que pronto solicitaría a los altos mandos dar un brinco insospechado: llevarlo al futbol profesional.

“Lo primero que me dijeron es que iba a ser más caro, yo presenté un proyecto y demostré por qué no iba a ser más costoso de lo que ya se gastaba en el equipo universitario, me dieron luz verde y fui hasta la Federación a registrar al Club Correcaminos que jugaría en Tercera División”, recuerda Mansur, quien recibió el respaldo desde Rectoría y Deportes UAT.

Lo que sí gestionó fue la llegada de un jugador que él había visto cuando fueron rivales en el circuito universitario, convirtiéndose en el primer refuerzo en la historia del equipo azulnaranja: Francisco “La Muga” Medrano.

Sin pedir permiso y tal vez porque no quiso llegar solo, se hizo acompañar de otro joven potosino que no había sido reclutado por Mansur, pero que Medrano estaba seguro le aportaría a naciente proyecto emplumado, por lo que llegó en el mismo autobús aquel joven que por primera vez salía de su pueblo, René Isidoro García.

Fue hasta 1982, ya con un equipo consolidado en el futbol, sin ser campeón, pero por méritos deportivos, le dieron el ascenso de Tercera División a la Segunda B, cuando Enrique de la Garza Ferrer es nombrado director de Deportes de la UAT, por lo que 20 años después se reencontraría con Mansur, de quien había sido compañero en la Selección Victoria cuando eran apenas unos adolescentes.

Con De la Garza como presidente del Corre y Mansur como entrenador, llegó el primer trofeo a las vitrinas universitarias, mismo que provocó salieran a las calles miles de victorenses a aclamar a sus ídolos que por primera vez traían hasta esta Capital un título profesional al vencer a Uruapan allá en suelo michoacano; la sinergia había dado éxito.

Ya con el equipo en Segunda División A, hubo alternancia en la Dirección Técnica y fue en 1987 cuando se consiguió el ansiado ascenso a la Primera División, pero la mancuerna entre Enrique y Pepe seguía fortaleciendo el deporte universitario y más aún el vínculo con la sociedad civil llevando el futbol a un mercado que hizo de Victoria, el semillero de grandes futbolistas, con la creación de Copa UAT.

Por primera vez y con el respaldo de una enorme organización como la Universidad, el futbol infantil y juvenil se jugaría de forma masiva, el gran atractivo era competir, convivir, pero sobre todo formar jugadores que eventualmente se enfundaran en la casaca de Correcaminos, equipo que en poco tiempo había logrado una comunión inédita con los victorenses.

Victoria vivió un idilio con el futbol, que en gran medida perdura hasta nuestros tiempos, pero entre los años ochenta, hasta principios del nuevo siglo, con un Correcaminos competitivo y una Copa UAT que contaba sus equipos por cientos y que en cada ceremonia de premiación contaba con invitados estelares como Jorge Campos, “Matador” Hernández, “Chelito” Delgado, Cuauhtémoc Blanco, entre otros, gracias a los cerebros que lograron funcionar como piezas de un rompecabezas que embonó a la perfección, como lo fue el equipo que conformaron De la Garza Ferrer y Mansur Guevara.

PRESENTE Y FUTURO

La charla con Mansur estuvo en todo momento aderezada por el constante timbrado de su teléfono celular, por respeto con el entrevistador en muchas veces no respondía, en otras se limitaba a decirles “estoy ocupado, me comunico más tarde” y en algunas otras identificaba las claves de larga distancia para decir, “este es de Sonora… este es de Chihuahua… este es de Yucatán”.

Obviamente aquí nadie se queda con curiosidad; “¿para qué lo buscan Don José?”… “la verdad es que afortunadamente soy miembro del Sector Aficionado de la Federación Mexicana de Futbol, y el presidente me toma mucho en cuenta, soy su representante en asambleas, en conflictos entre asociaciones o simplemente para ver procedimientos, sigo vigente y eso me mantiene vivo”.

El hombre, de casi ocho décadas de vida, siete de ellas pegado al futbol, está evidentemente sano, se encuentra lúcido, evidentemente productivo y no piensa en el descanso, simplemente porque no se cansa, “a mí me llena de energía ver jugar al futbol, ver a los niños en sus torneos, a los papás apoyándolos, a las mamás echando porras, sus entrenadores con su dedicación y pasión, eso me contagia de energía, por eso no me detengo, por eso ando para arriba y para abajo, el futbol me mantiene vivo”.

Con una asociación estatal sobre sus espaldas, decenas de ligas, cientos de equipos y miles de futbolistas, Pepe Mansur disfruta el presente, cuando se lo piden recuerda el pasado porque para él siempre es grato, pero sigue trabajando para construir el futuro de un futbol brillante para Victoria y para Tamaulipas.

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