Staff ED.-
Este día iniciamos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra del señor Cleofás Gallardo Hernández, un victorense que llevó su pasión por las historias al papel por sus propios medios. Una historia que podrás conocer a través de El Dirario Mx, pues te compartiremos capítulo a capítulo esta obra.
“La Isla de los Cañones del Tesoro” podrá ser leída todos los martes y jueves en la sección de Gente. Si gustas compartirnos tu opinión o algún comentario sobre la novela de Gallardo Hernández puedes enviarla a este correo: [email protected]
CAPÍTULO 1:
LAS RUINAS DEL CAMPAMENTO MILITAR
Después de la guerra, medio centenar de soldados regresan a casa a bordo de cinco carros militares con equipo artillado, y se desplazan por el camino de tierra que cruza por la zona montañosa que está cubierta por la nieve, y que es bien conocida como “Las albercas”, por sus muchos veneros de agua que nadie utiliza por el peligro del tigre que acaba con el ganado vacuno, y del león que acaba con el ganado de cabras.
Al llegar los cinco carros militares a las lomas donde existen las ruinas de un campamento militar, realizan un alto y todos los soldados saltan la tierra y se echan a correr por las ruinas en busca de prendas de valor que contengan oro, y por los escalones que conducen hasta donde está el cañón emplazado se puede llegar a las paredes de las dos casas que existieron como bodegas.
Y el venero de agua, donde se bañan dos soldados del Mayor Chaspe, le perteneció al ejército que vivió en las ruinas del campamento militar. El Mayor Chaspe, el Teniente Coral y el Sargento Raspa caminan por el centro de las ruinas del campamento y el Mayor consulta su mapa y exclama:
–¡Diablos! Teniente Coral y Sargento Raspa nos encontramos en territorio enemigo. Y en este lugar se registró un bombardeo masivo dejando intacto a un maldito cañón que se encuentra emplazado en lo alto de estas lomas.
–Mayor –dijo el Sargento– nos llevaremos el cañón que se encuentra emplazado, yo tengo experiencia en desmantelar artillería pesada.
–Cierre su boca Sargento Raspa –dijo el Mayor– y olvide todos los cañones que se encuentran frente a sus narices, y quiero que me traiga a todos los soldados que se han metido a estas malditas ruinas para informarles sobre el camino que vamos a tomar ahora.
Cuando el Sargento Raspa llega hasta la trinchera más grande de las ruinas del campamento militar encuentra a ocho soldados que aplauden la pelea de dos soldados que se enfrentan a la ferocidad de sus puños.
Con gesto de enojo el Sargento Raspa dispara su ametralladora en contra del muro de la trinchera, obligando a tirarse al suelo a los dos soldados que protagonizan la pelea, quedando por encima de ellos una estela de polvo producida por los impactos de bala en el muro de la trinchera.
El Sargento Raspa pasa al interior de la trinchera y les apunta con su ametralladora a los dos soldados que no se han levantado del suelo diciéndoles:
–¡Soldados! si no se levantan van a estar muertos, ¡ahora!.
Ante lo que había dicho el Sargento los dos soldados levantan la parte superior de su cuerpo, y el primer soldado habla diciendo:
–No dispares Sargento, yo peleo porque mi rival me arrebató de mis manos la placa dental de oro que yo encontré en esta trinchera.
–Este maldito miente –dijo el segundo soldado– la placa dental es mía.
El Sargento les apunta con su ametralladora a los dos soldados diciéndoles:
–Les mataré si no se deshacen de su maldita placa dental de oro ahora.
El segundo soldado saca del interior de sus ropas la placa dental de oro y la arroja contra el muro de la trinchera diciendo con gesto de enojo:
–La placa era mía y ya tenía asegurada toda mi dentadura de oro por todo el resto de mi vida.
–Olvida lo que no te pertenece soldado –dijo el Sargento– nuestra riqueza es poder regresar vivo a casa después de esta guerra.
El Sargento se cuelga su ametralladora de su hombro y camina por el centro de la trinchera diciéndoles a los soldados que se encuentran parados en lo alto del muro de la trinchera: –Soldados, regresen a nuestros carros militares. Esta es una orden urgente y a todos los que quieran buscar prendas de valor en estas ruinas los dejaremos aquí abandonados a su suerte.
Frente al cañón que se encuentra emplazado el Mayor Chaspe camina frente a todos sus soldados que se encuentran formados diciéndoles: –Soldados, nos encontramos perdidos en esta guerra, el fundamento de nuestra base militar nos ha reportado muertos en combate y nadie nos buscará en territorio enemigo, y antes de que todos estemos muertos de ¿verdad? en un campo de concentración de nuestro enemigo, hoy regresaremos a casa a bordo de un buque de guerra que se encuentra abandonado en la costa de la playa Sabalas, donde encalló en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
(Obra con Derechos de Autor)