Staff ED.-
Continuamos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del
Tesoro”, una obra del señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel por sus propios medios. Recuerda que todos los martes y jueves podrás leer un capítulo nuevo, aquí te dejamos el cuarto capítulo para que le des continuidad a la historia.
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EL BUQUE DE GUERRA
La Teniente Saya acompañada por el Mayor Chaspe y por el Teniente Coral y el Sargento Raspa, ella timonea el remolcador y se dirige hacia donde se encuentra el buque de guerra cruzando el brazo de mar.
– Cúbrase -dijo la Teniente- los cañones del buque de guerra ahora apuntan hacia nuestro remolcador.
– Tranquila Teniente Saya -dijo el Mayor- su padre no puede ser capaz de dispararle a su remolcador con los cañones del buque de guerra.
De pronto las balas de cañón hacen blanco en ambos lados del remolcador.
– ¡Por Dios! -exclamó la Teniente- mi padre nos va a hundir el remolcador y es mejor que regresemos para ponernos a salvo.
– Teniente Saya -dijo el Mayor- los cañones del buque de guerra ya no apuntan hacia nosotros, su padre quiere mantenernos lejos del buque de guerra y anclaremos en este brazo de mar.
– Mi padre -dijo la Teniente- nos va a hundir este remolcador, de eso estoy segura.
El Mayor se retira de la Teniente diciéndole:
– Si el remolcador va a ser hundido por los cañones del buque de guerra, tengo que examinar con cuidado el bote salvavidas que tenemos a bordo.
– Mayor espere -dijo la Teniente- mi padre ya viene a mi encuentro a bordo de la lancha torpedera para que lo capturen en cuanto él aborde mi remolcador, y recuerden que yo, ¡quiero vivo a mi padre!.
La lancha torpedera rodea al remolcador a gran velocidad y la Teniente corre por la cubierta del remolcador llamando a gritos a su padre diciéndole:
-¡Papá! -dijo la Teniente- te necesito conmigo ahora a bordo del remolcador.
Ante el llamado de la Teniente los tres hombres de la lancha torpedera abren fuego hiriendo a la Teniente en ambas piernas en el momento que el Mayor Chaspe y el Teniente Coral y el Sargento Raspa contestan el fuego disparando sus armas en contra de los ocupantes de la lancha torpedera produciéndose una terrible explosión, y la lancha voló en mil pedazos muriendo los tres ocupantes que se encontraban a bordo.
Medio año después, el ejército del Mayor Chaspe había podido sacar el buque de guerra de la arena donde había permanecido atascado desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y por órdenes del Mayor Chaspe los cinco carros militares fueron desmantelados de su equipo artillado para después prenderles fuego, y mientras los cinco carros arden en llamas en la arena de la playa Sabalas el buque de guerra es remolcado hacia alta mar por el remolcador de la Teniente Saya, siendo timoneado por el Teniente Coral acompañado por dos soldados.
En alta mar a una milla del buque de guerra una bomba estalla a bordo del remolcador de la Teniente Saya que se hunde en llamas y a bordo del buque de guerra el Teniente Coral le pregunta al Mayor Chaspe diciéndole:
-Mayor Chaspe -dijo el Teniente- por qué razón se tenía que hundir el remolcador ahora que estamos de regreso a casa.
– El remolcador- dijo el Mayor- tenía que hundirse para no dejar evidencia de nuestra ruta por el mar.
A bordo del buque de guerra la Teniente Saya en su silla de ruedas observa una exposición de fotografías en el momento que llega hasta ella el Mayor Chaspe diciéndole:
-Teniente Saya -dijo el Mayor- quiero saber ¿a qué personas corresponden las fotografías que se encuentran en sus respectivos marcos?.
– Mayor -dijo la Teniente- las fotografías de esta exposición corresponden a hombres de alto rango militar que combatieron en dos guerras a bordo de este buque de guerra, y considero que es muy digno de que la fotografía de mi padre también ocupe un lugar en esta exposición.
– Teniente Saya -dijo el Mayor- ahora que somos los dueños de este buque le vamos a dar otro aspecto a su parte inferior y para eso ya mis soldados realizan limpieza, y esta exposición para nosotros ya es basura.
– Mayor -dijo la Teniente- si se atreve a acabar con esta exposición, un tribunal militar lo condenará a muerte.
Sin decir más, la Teniente Saya en su silla de ruedas abandona la exposición de fotografías ante la mirada del Mayor Chaspe. La Teniente Saya en su silla de ruedas se desplaza por los pasillos del buque de guerra hasta detenerse al llegar a una puerta de rejas de acero con un viejo candado, y sin perder tiempo la Teniente llama a dos soldados que realizan limpieza:
– ¡Soldados! -dijo la Teniente- vengan, necesito de su ayuda.
Un soldado se acerca a la Teniente diciéndole:
-Estamos a sus órdenes Teniente Saya.
-Estoy enterada -dijo la Teniente- que ustedes cuentan con llaves y quiero que abran el candado de esta puerta, quiero ser yo la primera en saber por qué mi padre nunca quiso que yo conociera este pasillo.
El soldado quita el candado y abre la puerta de rejas de acero diciéndole a la Teniente:
– Teniente Saya -dijo el soldado- la puerta de este pasillo ya está abierta para usted, y nosotros la vamos a acompañar.
– Acepto que me acompañen -dijo la Teniente- puede haber más candados que ustedes deben abrir.