Francisco Ramos Aguirre.-
Los cancioneros de guerra surgieron en las batallas, al fragor de cañones y fusiles. La inspiración y sentimiento musical de poetas, trovadores y compositores, representa uno de los apartados más sensibles en los momentos de confrontación. En cierto sentido, las letras del cancionero de la patria recogen la crónica documental de los hechos para su interpretación histórica. Más aún cuando las músicas, corridos y canciones que nos dieron patria, se asimilaron dentro de la tradición popular.
Si algo distingue a las guerras de Independencia, Intervención Norteamericana, Francesa y Revolución Mexicana es el surgimiento espontáneo de numerosas canciones entonadas con ferviente sentido patriótico por ejércitos y poblaciones. Batallas, personajes, héroes y escenarios diversos se convirtieron en fuente de inspiración de trovadores, juglares y músicos populares, quienes convirtieron esos temas en himnos de guerra agregándoles en algunos casos, una buena dosis de ironía.
Durante la época de la Guerra de Independencia, una de las formas de entretenimiento era la música y baile. Entre los ritmos más populares figuran el jarabe, tapatías, poblanas, sones, valses, danzas y minués que la gente ejecutaba con singular alegría. Bajo estas circunstancias, surgieron entre batallas los cantos insurgentes que animaban a las tropas.
Estas manifestaciones populares no pasaron desapercibidas para el escritor Guillermo Prieto. En sus Memorias, documentó algunos cantos verdaderamente creativos y revolucionarios. Por ejemplo, La Indita, preferida de las tropas de José María Morelos y Pavón. De manera sencilla, en su letra manifiestan elementos claves que explican el motivo de su lucha. Los versos, se convirtieron en códigos de entendimiento entre los soldados del mismo bando, quienes corrían el riesgo de ser descubiertos y denunciados por infidentes ante el gobierno virreinal.
¡Viva la Independencia!
¡Viva la Libertad!
¡Viva México Libre
Y Viva la Igualdad!
La Canción de Morelos, es una antigua composición michoacana que se remonta a 1811. Precisamente en el Colegio de San Nicolás en Valladolid, hoy Morelia, José María Morelos fue discípulo de Miguel Hidalgo, quien influyó para que se convirtiera en cura.
En 1810, abrazó la causa insurgente en el pueblito de San Miguel Charo, cerca de Valladolid. El canto es de factura sencilla y logró trascender de boca en boca, considerando que en ese tiempo la mayoría de los integrantes de los ejércitos insurgentes era analfabeta. Precisamente gracias a sus características y métrica, la canción se popularizó con facilidad entre las tropas y habitantes de numerosos poblados.
Demetrio Mejía, en su ensayo La Novela Histórica Mexicana, consigna algunos versos cantados, alusivos a Morelos y burlándose de los soldados insurgentes. “Echen bombitas,/soldados coyones,/y pónganse naguas,/en vez de calzones.” Además, entonaban otros cantos en los atrios de las iglesias. (La Ciudad de Dios/07/16/1905).
Rema, nenita, rema
y rema y vamos remando,
ya los gachupines vienen
y nos vienen avanzando.
Por un cabo doy dos reales
por un sargento un tostón
por mi general Morelos
doy todo mi corazón.
Lo mismo, algunos versos hacían referencia jocosa al general realista José María Calleja, uno de los principales perseguidores de insurgentes: Hay viene Calleja,/por el callejón,/cogiendo a las viejas para hacer jabón,/y a las jovencitas ¡ para el batallón.
Dice Ireneo Paz en su leyenda histórica: El Sitio De Cuautla, que durante la batalla, en la cual las fuerzas del general Morelos se impusieron a los realistas, los soldados insurgentes se comportaron con enorme valentía, gracias a las canciones que entonaban: “Cuando era lanzada una bomba a la plaza, se le replicaba en las torres y en las calles…en esos casos se tocaban algunos sones ridículos con las músicas, y a cual más se hacía burla que inventaba contra los disparos de los españoles.” (Periódico La Patria/enero 20/1890).
El mismo Morelos les daba ánimo a sus seguidores al entonar canciones alegres, himnos de próximas victorias y marchas militares, como señala Enrique Olavarría y Ferrari, en el libro: El Sitio de Cuautla.
La resistencia y defensa de los ideales de la patria, fueron dos de las palancas que motivaron a los compositores de estas y otras piezas traducidas en sonoridad y ánimo a las tropas insurgentes acaudilladas por Hidalgo, Morelos y Allende. Los cantos y romances espontáneos, se convirtieron en el acicate para alcanzar el triunfo sobre el gobierno español.
Al finalizar la guerra en 1821 y lograr la libertad, la vena poética y cancionera continuó con mayor fuerza.
Acerca de Juan Nepomuceno Almonte, hijo del insurgente José María Morelos, Paradójicamente, años más tarde, durante la Guerra de Intervención Francesa, fue blanco de ataques a través de una marcha-canción en su contra. Las coplas burlonas, compuestas por Guillermo Prieto –música de Chochopisahua-, y publicadas en La Orquesta en 1862, constituyen un reclamo a sus simpatías y adhesión al imperio del archiduque Maximiliano de Habsburgo, quien lo incluyó en la Junta General de Gobierno. La Orquesta, no era la única publicación de tendencia liberal y anticlerical que lo satirizaba. Igual sucedió con el periódico La Chinaca, redactado por Pepe Solórzano.
Al rey de Francia vio Pamuceno,
y pagresito le dijo luego,
voy y te vengo carbón de entrega,
del mexicano su gran ciudá.
Amoquinequi Juan Pamuceno,
no te lo plantas el majestá,
que no es el propio manto y corona,
que tu huarache
que tu huacal.
Con teponaxte saldrán los pueblos,
ha hacer saludos al virrey Juan,
habrá tortillas como montañas,
de mole verde formaré un mar.
Verás que todos los sacristanes,
dirán que Viva Luis Napoleón,
serás el Papa de los aztecas,
para los frailes, mejor que Dios.
(Música de Los Cangrejos/ La Orquesta/marzo 15/1862.)
En tiempos de la Santa Inquisición, la picardía repentista también estuvo presente en las coplas y boleras populares relacionadas con los curas birriondos aficionados a los amoríos prohibidos por la iglesia católica, sobre todo en el siglo XVIII: “Al pasar por un puente/ de San Francisco/el demonio de un fraile/me dio un pellizco/y mi madre me dice/ con gran paciencia/deja que te pellizque/su reverencia./ciento cincuenta reales/daba una viuda/sólo por la sotana/de cierto cura./el cura le responde/con gran contento,/que él no da la sotana/si él no va adentro./ Una recién casada/ha preguntado/que si tener cortejo/¿sería pecado?/El cura le responde/tomando un polvo/el cura le responde/si yo soy tu cortejo/ego te absolvo.” (Anuario de la Sociedad Folkórica de México/1945).
LOS CORRIDOS REVOLUCIONARIOS
La trascendencia musical de los episodios históricos relevantes se consolidó durante la Revolución Mexicana a través de los corridos. De las hojas sueltas multicolores de papel de china, numerosas composiciones trascendieron al acetato a partir de la década de los veinte del siglo pasado. Una de ellas fue la canción Águila o Sol grabada en 1925 en discos Víctor de F. Mendoza y F. del Castillo Guido, interpretada por Alcídes Briseño y Jorge Añéz.
Su letra narra sucintamente, en compendio versificado, los períodos prehispánicos, colonial, independiente, invasión norteamericana, Reforma, Revolución y contemporánea. “En esta tierra de Anáhuac,/ en un nopal se paró,/el águila que es escudo,/del pabellón tricolor…Vinieron unos señores,/dizque a hacernos el favor,/de darnos patria de veras,/y nos las dieron y no,/porque el cura de Dolores,/encendió la rebelión,/nos quedamos en el aire,/jugando al águila o sol.”
La tradicional expresión “águila o sol” se conoce entre los mexicanos obreros y campesinos desde el siglo XIX, a quienes les gustaba rifársela al calor de los juegos de azar. En este caso la suerte está representada en el vuelo de una moneda, donde lo mismo se apuesta la vida, el amor, el porvenir, bienes materiales y hasta el futuro político. En otra época el peso mexicano de plata y oro era una moneda que representaba un símbolo de poder: cara o sol, luz y vida.