Staff ED.-
Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Solemos publicar nuevos capítulos los martes y jueves, aunque en esta ocasión te compartimos el sexto capítulo en viernes.
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LA ISLA DESCONOCIDA
Al amanecer de una mañana la Teniente Saya en su silla de ruedas observa con su mirada a los aparatosos cañones del buque de guerra que apuntan hacia la costa de una isla desconocida, descubriendo a un grupo de soldados que llevan al capitán Abraham Esquino hasta la borda del buque de guerra, donde ya lo esperaba el mayor Chaspe.
– Capitán – dijo el Mayor – tenemos a la vista la costa de una isla desconocida y quiero que usted como navegante me dé una explicación del contenido de las señales que nos está enviando el hombre de la cabaña que se encuentra en la costa, con una barca de velas.
El capitán Abraham enclava su mirada en el hombre de la cabaña que está en la costa de aquella isla desconocida diciéndole al mayor Chaspe:
– Son señales primitivas -dijo el Capitán- las que nos está enviando el hombre de la cabaña, y significan que él nos hace una invitación a que vayamos a su isla.
– Capitán -dijo el Mayor- voy a ordenar que le preparen el mejor bote salvavidas para que usted viaje hasta la costa para que le pida información al hombre de la cabaña. Yo quiero saber el nombre de su isla que tenemos a la vista, y si usted no regresa pronto con la información vamos a disparar una andanada de balas de los cañones de este buque en contra de la maldita cabaña.
El Capitán se aparta del Mayor y camina hasta donde se encuentra la Teniente Saya en su silla de ruedas diciéndole:
-Teniente Saya -dijo el Capitán- si no regreso a este buque de guerra es porque la isla es suficientemente grande como para perderme en ella por todo el resto de mi vida.
-Capitán -dijo la Teniente- le deseo mucha suerte y no olvide que en cuanto usted ponga sus pies en la tierra firme de la isla desconocida, usted dejará de ser un prisionero condenado a muerte.
Ahora el capitán Abraham Esquino está en las aguas del mar remando vigorosamente un bote salvavidas inflable de color naranja dirigiéndose hacia la costa de la isla desconocida, salta del bote salvavidas y poniendo sus pies en tierra firme de aquella isla desconocida se echa a correr con su remo en su mano izquierda hasta llegar a un follaje de palmas de coco.
Cuando el Capitán llega a la cabaña con su remo en su mano izquierda, un viejo lobo de mar lo recibe encañonando al Capitán con su rifle diciéndole:
-Tú no eres un soldado -dijo el viejo lobo de mar- los ejércitos del mundo son muy astutos, se valen de sus polizones para poder obtener información, no trates de negarlo y dime cómo te llamas.
-Soy el capitán Abraham Esquino -dijo el Capitán – y viajo a bordo del buque de guerra como prisionero, a la misión que se me ha encomendado es que usted me informe sobre el nombre de esta isla y en qué mar del mundo se encuentra.
El viejo lobo de mar deja de apuntar con su rifle al Capitán diciéndole:
-Capitán -dijo el viejo lobo de mar- yo te voy a dar la información que necesites de esta isla, pero antes te invito a comer, tengo en mi cabaña carne de pavo y de avestruz.
-Acepto la invitación -dijo el Capitán- tengo mucho tiempo de no comer fuera de una celda.
Al pasar el Capitán al interior de la cabaña se da cuenta que su construcción es elegante y bien reforzada, con madera resistente y la larga mesa es de madera rústica con platos y jarrones todos de barro, y todas las cucharas son de madera artesanalmente elaboradas y los troncos de árbol que están por cada lado de la mesa sirven de asiento para muchas personas.
Cuando el Capitán está comiendo en el interior de la cabaña, el viejo lobo de mar se acerca y pone su rifle sobre la mesa y luego toma asiento y habla diciendo:
-Capitán -dijo el viejo- por qué razón usted tiene mucha prisa en regresar al buque de guerra.
-Si no regreso pronto -dijo el Capitán- esta cabaña va a ser destruida por los cañones del buque de guerra.
El viejo lobo de mar se pone de pie diciéndole al Capitán con gesto de enojo:
-Capitán -dijo el viejo- si mi cabaña se encuentra en peligro por tu culpa ahora te ordeno que regreses al buque de guerra sin la información de esta isla, y puedes llevarte parte de la comida que tengo en mi cabaña.