En su tercer abordaje del personaje creado por la escritora inglesa Agatha Christie, el actor y director británico Kenneth Branagh consigue delinear un juego narrativo que interpela tanto al protagonista como al espectador.
En esta trilogía que ha armado (desde la dirección y el protagónico) sobre Hércules Poirot, Kenneth Branagh ha buscado poner en crisis al personaje creado por Agatha Christie. Los casos que afronta en Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo ponen en crisis su ético y moral, su forma de ver el mundo y hasta su historia pasada, sacudiendo su presente. Cacería en Venecia (basada en la novela Las manzanas) pareciera completar esa operación psicológica y temática, tomando recorridos autoconscientes de sus dos predecesoras.
El filme, situado en 1947, encuentra a Poirot retirado en Venecia, casi queriendo huir de su profesión, por más que su fama lo persiga y un montón de personas le soliciten sus servicios. Su tranquilidad es interrumpida cuando aparece en la puerta de su casa una vieja amiga, Ariadne Oliver (Tina Fey), una escritora de novelas de suspenso que está pasando por una mala racha con sus últimos libros. Ella le trae una curiosa propuesta: asistir a una sesión de espiritismo y desenmascarar a la Señora Reynolds (Michelle Yeoh), una médium cuya labor luce demasiado real. Ese evento tendrá lugar en una antigua casa que toda la comunidad veneciana cree que está maldita y repleta de fantasmas de niños.
Allí también asistirán Rowena Drake (Kelly Reilly), una cantante de ópera que desea comunicarse con el espíritu de su joven hija, Alicia, que se suicidó recientemente; Leslie Ferrer (Jamie Dornan), un médico traumado por sus experiencias en la guerra, y su hijo; los ayudantes de Reynolds; Olga Seminoff (Camille Cottin), el ama de llaves de Rowena; y hasta el ex prometido de Alicia, que tiene unas cuantas cuentas pendientes con Rowena. Todos se convertirán automáticamente en sospechosos cuando ocurra un crimen y aparezca un cadáver, con Poirot emprendiendo una investigación en una residencia que esconde muchos secretos y tiene toda la pinta de estar embrujada.
Las interpretaciones dominantes sobre Cacería en Venecia señalan que Branagh delinea aquí lo más parecido a una película de terror en su carrera, y algo de cierto hay en esa afirmación. Pero, en verdad, lo que lleva a cabo el realizador es más una reflexión sobre los temores de las personas, sobre cómo lo fantasmagórico no está tanto alrededor de los sujetos, sino dentro de ellos. Esa casa en decadencia, donde empiezan a ocurrir demasiadas cosas inexplicables, que van más allá del homicidio que Poirot investiga, es una especie de símbolo o representación de los miedos interiores, de las oscuridades escondidas dentro de cada uno de los personajes.
Branagh, no solo como director sino también como encarnación de un ícono como es Poirot, se interroga -y también pareciera preguntarle al espectador- sobre las líneas que separan la creencia de la credulidad, los límites del artificio, las fusiones entre realidad y fantasía, además de la diferencia entre sugestión y percepción. Y así es que consigue plantear una especie de juego narrativo que va más allá de lo meramente deductivo, porque también tienen un rol lo filosófico y lo espiritual desde la mixtura de géneros y atmósferas.
Podría decirse que a Cacería en Venecia le falta ese humor corrosivo -que aparecía en algunos pasajes de las películas previas- necesario para consolidar una propuesta verdaderamente lúdica, aunque es cierto que eso es un poco inevitable, porque los giros y eventuales resoluciones acercan al relato al territorio del drama y hasta la tragedia. También es notorio que estamos ante un film correcto, pero sin grandes logros estéticos y que en algunos pasajes cae en remarcaciones innecesarias. Sin embargo, hay un mérito palpable que debe reconocérsele a Branagh, que es el saber utilizar una estructura narrativa ya miles de veces transitada con convicción y fluidez, para así volver a captar la atención del espectador, mientras profundiza en las ambigüedades de su protagonista. De hecho, los tramos finales introducen algunos factores de inestabilidad en Poirot que eluden unos cuantos lugares comunes.
Contra algunos prejuicios y peligros, las aventuras del famoso detective no lucen como una mera repetición de eventos, sino como un hilo evolutivo en su recorrido ético y moral. Y eso no es poco para una franquicia dirigida al público adulto, que últimamente suele esquivar las salas. En resumidas cuentas, la tercera entrega de la saga de películas basadas en las novelas de Agatha Christie y protagonizadas y dirigidas por Kenneth Branagh, no llega a defraudar del todo.
Mi 8 de calificación a esta más que buena cinta, recordemos que Hallowe’en Party (conocida en español como Las manzanas) fue una de las muchas novelas de misterio de Agatha Chrsitie, protagonizada por el famoso detective belga Hércules Poirot.
Publicada por primera vez en 1969, la historia se desarrolla en una pequeña ciudad inglesa llamada Woodleigh Common, donde se celebra una fiesta de Halloween en la casa de una mujer llamada Mrs. Oliver, quien es amiga del detective. Durante la fiesta, una niña llamada Joyce Reynolds se jacta de haber presenciado un asesinato en el pasado, pero nadie la toma en serio. Sin embargo, más tarde esa noche, Joyce es encontrada estrangulada en un barril de manzanas.
Esta novela se adaptó para la radio de la BBC en 1993, con John Moffatt como Hércules Poirot y Stephanie Cole como su amiga Ariadne Oliver. Asimismo, en el 2010, fue el episodio número 2 de la doceava temporada de la serie británica Agatha Christie’s Poirot, protagonizada por David Suchet (uno de los mejores, sino el mejor intérprete del detective).
Ahora Kenneth Branagh, director y actor principal de las películas Asesinato en el Expreso de Oriente (2017) y Muerte en el Nilo (2022), ambas basadas en dos de las más populares novelas de Agatha Christie protagonizadas por Poirot, lleva por primera vez a la gran pantalla Las manzanas (las dos novelas anteriores ya se habían llevado previamente al cine, con Albert Finney y Peter Ustinov como protagonistas, respectivamente). Sin embargo, los fieles seguidores de los misterios resueltos por Poirot, se enfrentarán a un título nuevo y desconcertante: Cacería en Venecia.
Branagh (director y protagonista de la cinta de suspenso sobrenatural Morir Todavía) y el talentoso guionista Michael Green (Logan, Blade Runner 2049), deciden enfatizar en los elementos de terror de la novela, para atraer a los amantes del género. El resultado es irregular (de la trilogía de Branagh, esta viene a ser la menos impactante), pero eso no significa que esta cinta no nos ofrezca un gran espectáculo. Rompiendo con la cronología establecida por Agatha Christie, Cacería en Venecia se conecta con los eventos de Muerte en el Nilo (publicada 32 años antes que Las Manzanas) y nos muestra a Portot disfrutando de su retiro en Venecia en el año 1947, en compañía de su guardaespaldas, el expolicía Vitale (Riccardo Scarmacio). Su retiro es interrumpido por la escritora Ariadne Oliver (Tina Fey), quien ha encontrado el éxito literario publicando novelas de misterio inspirada en los casos reales de su amigo detective. Oliver le suplica a Poirot que acuda a una fiesta de Halloween para descubrir la farsa detrás de la famosa médium, la Sra. Reynolds (Michelle Yeoh). A regañadientes, el amante de la racionalidad responde al llamado y, como es de suponer, hay un asesinato y un grupo de sospechosos al que Poirot deberá investigar, en la tradición del whodunit, estructura narrativa de la que Agatha Christie fue toda una maestra.
El nuevo título para la novela no es lo único innovador en la cinta de Branagh, ya que esta es una adaptación libre (demasiado libre dirán los amantes de las novelas de Christie). La fotografía de Haris Zambarloukos (Belfast, Megalodón 2) le hace honor a la ciudad donde se desarrolla la historia y guarda una atmósfera gótica que nos recuerda a los clásicos del horror británico como Al morir la noche (1945) o Don’t Look Now (1973). Con el perdón de la sobrevalorada Belfast, Branagh no ha podido recuperar su fuerza como director, evidenciada en sus magníficas adaptaciones de Enrique V (1989) y Hamlet (1996). En los últimos años, Branagh ha asumido proyectos como Thor (2011), Cenicienta (2015) o Artemis Fowl (2020) que languidecen frente a su trabajo previo y que dejan una incómoda sensación de “mucho ruido y pocas nueces”.
Las películas sobre Poirot hacen parte de la decadencia de Branagh. Sin embargo, el elenco de lujo, el cuidado meticuloso en los elementos visuales, los diálogos cargados del humor negro que caracterizaba a la obra de Christie y también de un cineasta como Alfred Hitchcock, y el riesgo asumido al mostrar un Poirot más humano, hacen de esta franquicia para adultos una experiencia elegante, inteligente y agradable, así como una excelente alternativa ante tantos superhéroes, conductores de autos testosterónicos y tiburones prehistóricos que han sobresaturado las pantallas de cine en los últimos años.