diciembre 15, 2024
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‘La Isla de los Cañones del Tesoro’

septiembre 28, 2023 | 138 vistas

Staff ED.-

Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Los días de publicación de nuevos capítulos son los martes y jueves, hoy te compartimos el octavo capítulo de esta historia.

Si deseas enviar algún comentario sobre la novela puedes enviar un correo con tu mensaje o crítica a: [email protected] también puedes ayudar al señor Cleofás Gallardo (quien es una persona de la tercera edad de escasos recursos) a través de siguiente número de cuenta: 5512 3824 2431 8238 de Banco Azteca.

LAS RUINAS DEL TEMPLO

En el otro extremo de la isla, el Capitán Abraham Esquino llega hasta las ruinas de un templo que se encuentra cerca de las aguas del mar, cargando sobre su espalda un costal con provisiones. En el interior de las ruinas del templo el Capitán saborea las últimas provisiones que le dan en su costal.

De pronto el Capitán se da cuenta que dos hombres que portan ametralladoras llegan al templo, acompañando a un viejo lobo de mar, y el Capitán se pone a espiar y se da cuenta de que el viejo lobo de mar detiene sus pasos frete a un muro del templo donde existen figurillas de bronce que están incrustadas en el muro, diciéndoles a sus hombres.

–Lucio y tu Marcia –dijo el viejo lobo de mar– ustedes deben saber que en estas ruinas había un asesino que sin el menor ruido les lanzaba un puñal, clavándolo en la espalda de todos aquellos marinos que venían a traducir el significado de estas figurillas de bronce que significan ser las rutas marítimas del mundo… y ahora que ya saben de lo que fue aquel asesino, yo quiero estar solo, y estaré con ustedes a bordo del yate en cuanto termine de traducir el significado de estas figurillas de bronce.

En cuanto el viejo lobo de mar queda solo extiende sobre una mesa de madera rústica un lienzo de cuero finamente curtido y se dispone a dibujar las figurillas de bronce en el lienzo de cuero, utilizando tinta china y una pluma de pavo real.

De pronto el viejo lobo de mar se estremece de miedo al escuchar un extraño ruido a sus espaldas que lo obliga a sacar su pistola de entre sus ropas, motivando que el frasco de tinta se caiga sobre la mesa.

El viejo lobo de mar empuña su pistola en su mano derecha dándose cuenta de que su tinta se le había tirado, y exclama diciendo.

–¡Diablos! -exclama el viejo– si el maldito asesino no existiera en estas ruinas del templo mi tinta no se me hubiera tirado.

El viejo lobo de mar llega hasta el fondo de las ruinas del templo donde la hierba llega hasta la altura de sus rodillas, y empuñando su pistola habla a gritos diciendo con gesto de furia.

–¡No te escondas maldito asesino! -dijo el viejo– hoy te mataré para que ya no existas más en estas ruinas.

El Capitán oculto entre la hierba atrapa al viejo por ambos tobillos de sus piernas y tumba al viejo, quedando su pistola lejos de su alcance. El Capitán se pone de pie frente al viejo lobo de mar diciéndole.

–Tranquilo viejo –dijo el Capitán– yo no soy el asesino que había en estas ruinas, y solo quise desarmarte para decirte que me ayudes a llegar a bordo de tu yate hasta el cobertizo del viejo Cruces Rojan para conseguir una barca resistente para abandonar esta isla antes de que me capturen un medio centenar de soldados que me buscan por toda esta isla. ¡Yo soy el Capitán Abraham Esquino!

El viejo se pone de pie diciéndole al Capitán.

–Capitán –dijo el viejo– tú eres un maldito, primero me derribas sobre esta maldita hierba y luego me pides que te ayude… yo soy el viejo Cruces Rojan, coleccionista de diamantes rojos y me encuentro ante la amenaza de un mortal peligro que me obliga a abandonar esta isla, hoy mismo, y por tu culpa se me ha tirado la tinta con la que dibujaba el significado de las figurillas de bronce que significan ser las rutas de los mares del mundo para poder llegar hasta el continente de América del Sur, donde yo y mis hombres estaremos a salvo del peligro que nos acecha en esta isla.

–Yo tengo mucho tiempo en conocer –dijo el Capitán– a todas las rutas de los mares del mundo.

–¡Capitán –dijo el viejo– si es verdad lo que me dices, te invito a que abandones con nosotros esta isla ahora mismo.

–Acepto la invitación –dijo el Capitán– y firmaré en mi corazón la nostalgia de abandonar con ustedes esta isla que para mi es desconocida.

El viejo Cruces y el Capitán caminan por las ruinas del templo, y el viejo Cruces habla diciéndole al Capitán.

–Capitán –dijo el viejo– para mí este día es de grandes acontecimientos que marcarán mi vida para siempre al abandonar esta isla llevando a bordo de mi yate a un Capitán que conoce las rutas de todos los mares del mundo.

Al salir de las ruinas del templo, el viejo Cruces detiene sus pasos diciéndole al Capitán.

–Capitán –dijo el viejo– aquel es mi yate y antes de abandonar esta isla pasaremos por mi cobertizo para llevarme a toda mi colección de mis diamantes rojos.

En el cobertizo, el Capitán Abraham Esquino es el primero en pasar a su interior observando a muchas barcas a medio construir en medio de toda una baraña de cables en desorden. En el interior del cobertizo de Cruces Rojan se reúne con el Capitán diciéndole.

–Capitán –dijo el viejo– mientras que Marcial, uno de mis mejores buzos encuentra en las aguas del mar que rodean este cobertizo a mi puñal de oro, que significa ser la causa para que yo abandone esta isla… nosotros tenemos tiempo de disfrutar de una debida del mejor whisky en mi oficina.

–Acepto la invitación –dijo el Capitán-

El viejo conduce al Capitán por un largo pasillo con armazones de barcas hasta llegar a la oficina. En el interior de la oficina el Capitán toma asiento en uno de los confidentes mientras el viejo Cruces toma en sus manos dos copas y una botella de whisky, el Capitán se pone de pie para brindar una primera bebida de su copa con el viejo Cruces.

–Brindemos Capitán –dijo el viejo– por nuestro viaje por el mar.

–Brindemos –dijo el Capitán– para que no existan secretos entre nosotros como los que ahora existen.

El viejo Cruces guarda silencio y se aparta del Capitán dando unos pasos por el reducido espacio de la oficina con su copa en la mano, y el Capitán habla diciendo.

–Si no tengo derecho a saber lo que significa para usted el puñal de oro, que lo obliga a abandonar esta isla, olvídelo viejo Cruces Rojan.

El viejo Cruces le dirige su mirada al Capitán diciéndole.

–Capitán –dijo el viejo– para nadie tengo secretos, el puñal de oro significa ser la llave de la bóveda del tesoro de esta isla que fue robado hace mucho tiempo, y desde aquella fecha el verdugo de esta isla les ha cortado su cabeza a mucha gente sospechosa de haber robado el puñal de oro que yo tengo en mi cobertizo.

–¡Diablos! -exclamó el Capitán- jamás había pasado por mi mente que en esta isla existiera un maldito verdugo.

–Nosotros que vivimos en este cobertizo -dijo el viejo Cruces- éramos muy ajenos al robo del puñal de oro y todo sucedió cuando un día los hombres de la fortaleza Sol Mar llegaron a nuestro cobertizo para dejarnos a una barca vieja para su total reparación, y para nuestra mala suerte en la maldita barca se encontraba escondido el puñal de oro. Y esta es la razón por la que tenemos que abandonar esta isla antes de que el verdugo nos corte la cabeza por tener en nuestro cobertizo el puñal de oro.

–Si ustedes abandonan esta isla -dijo el Capitán- y se llevan el puñal de oro, el verdugo va a seguir cortándole la cabeza a mucha gente inocente.

El viejo Cruces vuelve a dar unos pasos por el espacio de su oficina y luego le dirige su mirada al Capitán diciéndole con su copa en la mano.

–En la fortaleza Sol Mar -dijo el viejo- existe una larga lista de personas que esperan al verdugo para que les corte su cabeza y entre ellos se encuentra una bellísima mujer de cuyo nombre prefiero no acordarme, y lo que yo recuerdo de ella es que siempre vive escondida en una cueva para que el verdugo no le corte su cabeza.

–¿Y la barca vieja? -dijo el Capitán- ¿se encuentra en este cobertizo?

–La barca vieja -dijo el viejo- fue hundida y ahora se encuentra con su número cero cincuenta en el fondo del mar.

De manera intempestiva Lucio pasa al interior de la oficina con el miedo reflejado en su rostro diciendo.

–¡Señor Cruces! -dijo Lucio- medio centenar de soldados bordean la costa y se acercan a nuestro cobertizo.

–¡Diablos! -exclamó el viejo Cruces- los malditos soldados son los que buscan al Capitán.

Ante la mirada de Lucio, el viejo Cruces aprieta con fuerza su copa hasta hacerla pedazos, brotando entre sus dedos un hilillo de sangre y luego habla diciendo.

–Lucio -dijo el viejo- quiero que tú me esperes a bordo de mi yate.

Cuando Lucio se retira de la oficina, el viejo Cruces le dirige su mirada al Capitán diciendo.

–Capitán -dijo el viejo- usted me tiene que ayudar a encontrar a Marcial, que se encuentra buscando a mi puñal de oro en las aguas que rodean este cobertizo.

–Los soldados -dijo el Capitán- me buscan a mí y me entregaré a ellos sin oponer resistencia.

–No me convence Capitán -dijo el viejo- y ahora acompáñeme, no debemos perder tiempo.

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