Staff ED.-
Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Los días de publicación de nuevos capítulos son los martes y jueves, hoy te compartimos el noveno y último capítulo de la primera parte de esta historia.
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PELEA EN EL COBERTIZO
El viejo Cruces, detiene sus pasos junto a el marco de una amplia puerta qué sirve para echar a las barcas a las aguas del mar por primera vez, diciendo.
—¡Capitán! –dijo el viejo– ¡Junto al marco de esta amplia puerta va a salir Marcial de las aguas del mar con el cofrecillo donde se guarda el puñal de oro…Y le ordeno a usted que permanezca aquí, para que ayude a Marcial a llevar el puñal de Oro hasta mi yate donde yo los estaré esperando.
—¡Viejo Cruces! –dijo el Capitán– ¡Yo acepté en abandonar con ustedes esta isla, pero jamás le voy a obedecer sus órdenes!
El viejo se apresura en sacar su pistola diciendo.
—¡Si no obedeces mis órdenes! –dijo el viejo– ¡Te mataré ahora, maldito Capitán!
El Capitán con su mano izquierda le propina al viejo un puñetazo, obligando al viejo a soltar su pistola. Y el viejo Cruces se defiende con sus puños, pero el Capitán le propina un segundo y tercer, y cuarto puñetazo, hasta que el viejo se desploma cayendo al suelo al perder su conocimiento.
Al quedar el viejo tirado sobre el suelo, el Capitán levanta la pistola y se echa a correr por el interior del cobertizo.
A bordo del yate, el capitán encuentra a Lucio y lo encañona con su pistola, y habla diciendo.
—Lucio –dijo el Capitán– deja tu arma sobre el piso, y baja del yate si no quieres estar muerto.
Cuando Lucio baja del yate el Capitán lo obliga a correr hacia el interior del cobertizo, haciéndole disparos con ametralladora desde la cubierta del yate.
Después de los disparos que le a echó el Capitán, Lucio corre por el interior del cobertizo y el viejo Cruces Rojan, con su cabello en desorden, llama a gritos a Lucio.
—Lucio –grita el viejo Cruces– dónde está el capitán, yo quiero ver muerto al Capitán.
En el interior del cobertizo Lucio habla diciéndole al viejo Cruces.
—¡Señor! –dijo Lucio– el Capitán nos ha robado el yate.
—¡Vamos! –dijo el viejo Cruces– ¡Vamos por las ametralladoras que tengo en mi oficina, el Capitán debe de estar muerto en cuanto le demos alcance a bordo de nuestras lanchas de motor!
En el interior de la oficina el viejo Cruces y Lucio sacan las ametralladoras que se encuentran dentro del armario.
Por una de las ventanas de la oficina, el viejo Cruces descubre la presencia de los soldados, y exclama diciendo.
—¡DiabIos! –exclamó el viejo– ¡Los soldados que buscan al Capitán ya se encuentran en nuestro cobertizo”.
—¡Acabaremos con ellos! –dijo Lucio.
El viejo Cruces y Lucio salen corriendo por la puerta principal del cobertizo disparando sus armas en contra de los soldados que se encuentran a un costado del cobertizo, entre un follaje de palmas de coco.
Un soldado contesta al fuego acabando con la vida de Lucio, mientras que el viejo Cruces sigue corriendo hacia donde están las tres lanchas rápidas.
El Mayor Chaspe le dispara al viejo Cruces matándolo cuando el viejo llega hasta donde están las lanchas rápidas de motor.
El Mayor Chaspe y el Teniente Coral, y el Sargento Raspa, observan el cadáver de el viejo y el Mayor saca de uno de sus bolsillos una fotografía y la arroja sobre el cadáver del viejo diciendo.
—¡El cadáver de este viejo! –dijo el Mayor– pertenece al viejo Cruces Rojan, dueño de este cobertizo, así lo confirma esta fotografía que me dio el viejo Marnado cuando llegamos a su cabaña.
El Mayor, y el Teniente, y el Sargento Raspa caminan por el Interior del cobertìzo donde se encuentran muchas barcas a medio construir, y el Mayor habla diciendo.
—¡Los hombres! –dijo el Mayor– ¡que laboraban en este cobertizo ahora están muertos y no tenemos a nadie que nos informe sobre las personas que se escaparon a bordo del yate, ante nuestra presencia militar en este cobertizo!
El Mayor, y el Teniente, y el Sargento Raspa detienen sus pasos al llegar hasta el marco de la amplia puerta y el Mayor habla diciendo.
—¡Esta amplia puerta! –dijo el Mayor– sirve para echar a las aguas del mar por primera vez a todas las barcas que se construyen en este cobertizo, como la barca que estamos mirando, sin tener su mástil.
Cuando el Mayor, y el Teniente, y el Sargento se retiran de la amplia puerta de plomo, escuchan un chapoteo en las aguas de el mar y el Mayor voltea a mirar, y descubre a un hombre rana que llega hasta el marco de la amplia puerta.
El Teniente Coral y el Sargento Raspa encañonan con sus ametralladoras al hombre rana que se pone de pie en el marco de la amplia puerta con un cofrecillo metálico entre sus manos.
El Mayor Chaspe se acerca al hombre rana y le muestra una fotografía del Capitán Abraham Esquino diciendo.
—¿Conoces a este hombre ? –dijo el Mayor.
—El hombre que usted busca –dijo el hombre rana– ¡Se encuentra con nosotros en este cobertizo!
—¡Ahora quiero saber! –dijo el Mayor– ¿Qué contiene el cofre metálico que tú acabas de sacar de las aguas del mar que rodea este cobertizo?
—¡Contiene un puñal de Oro” –dijo el hombre rana– que significa ser la llave de la bóveda del tesoro de esta isla, y ahora déjenme pasar, Me Ilamo Marcial.
—MarciaI –dijo eI Mayor– quiero el cofre, el viejo, Cruces está muerto–
Ante la mirada del Mayor el hombre rana saltó por encima del marco de la amplia puerta con el cofrecillo metálico entre sus manos diciendo.
—¡Asesinos! –dijo el hombre rana– ¡Jamás van a tener en sus manos la llave de la bóveda del tesoro de esta isla.
Desde el marco de la amplia puerta el Teniente Coral y el Sargento Raspa le disparan con sus ametralladoras al hombre rana que se pierde en las aguas del mar envuelto en su propia sangre.
Desde el marco de la amplia puerta del cobertizo, tres soldados se arrojan a las aguas del mar como los mejores clavadistas del mundo, en busca del cofre que contiene el puñal de oro.
Ante la mirada del Mayor, un soldado aparece en las aguas del mar que rodean el cobertizo con el cofre en sus manos y el Mayor grita diciendo.
—¡Bravo, bravo! –grita el Mayor– ¡Tenemos la llave de la bóveda del tesoro de esta isla!
El Mayor abre el cofrecillo metálico y empuña en su mano derecha el puñal de oro diciéndoles a sus soldados.
—¡Soldados! –dijo el Mayor– si es verdad que este puñal de oro es la llave de la bóveda del tesoro de esta isla, puedo asegurarles que muy pronto vamos a tener en nuestras manos el tesoro, y seremos ¡el ejército más rico del mundo!
El Mayor Chaspe, soñando con ser el ejército más rico del mundo, camina bordeando la costa de la isla desconocida al frente de todos sus soldados, dejando en Ilamas al cobertizo para construir barcas.
CONTINUARÁ
EN LA SEGUNDA PARTE.