mayo 17, 2024
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‘La Isla de los Cañones del Tesoro’

octubre 10, 2023 | 90 vistas

Staff ED.-

Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Ahora te compartimos el segundo capítulo de la segunda parte de esta historia.

Si deseas enviar algún comentario sobre la novela puedes enviar un correo con tu mensaje o crítica a: [email protected] también puedes ayudar al señor Cleofás Gallardo (quien es una persona de la tercera edad de escasos recursos) a través de siguiente número de cuenta: 5512 3824 2431 8238 de Banco Azteca.

LOS CAÑONES DEL TESORO

Cuando Reda y el Capitán bajan al pie de la escalera metálica de caracol Reda le dirige su mirada al Capitán diciéndole.

–Capitán –dijo Reda– conozco este lugar, aquí es donde yo vivo

–Santo Dios– exclamó el Capitán– jamás me había encontrado en una cueva tan extraña como esta que tiene dos enormes cañones emplazados que apuntan hacia la inmensidad del océano.

El Capitán, sin poder creer lo que él está mirando, habla diciéndole a Reda.

–Si estos dos cañones se encuentran abandonados en esta cueva es porque ya no sirven.

–Capitán– dijo Reda– estos dos cañones se encuentran activos sin presentar deterioro alguno, aunque ellos tengan mucho tiempo de permanecer en silencio desde los tiempos que han hundido a muchos barcos enemigos a gran distancia sobre la inmensidad del océano.

Reda y el Capitán caminan por el medio de los dos cañones hasta detener sus pasos junto a los alambres de púas, y Reda apunta señalando con su dedo índice de su mano izquierda hacia el mar diciéndole al Capitán

–Capitán –dijo Reda– este fantástico lugar donde nos encontramos ahora significa ser para mí la única casa que yo tengo en esta isla, y aquí voy a seguir viviendo hasta que el verdugo de esta isla me corte mi cabeza.

Ante lo que ha dicho Reda el Capitán le dirige su mirada a Reda diciéndole

–Reda –dijo el Capitán– ahora que tú mencionas al Verdugo yo recuerdo que el viejo Cruces Rojan, dueño del cobertizo para construir barcas, me habló de la existencia de una bellísima mujer que vive escondida en esta cueva para que el verdugo no le corte su cabeza y si esta es la cueva y si tú eres la bellísima mujer a la que el viejo Cruces se estaba refiriendo, hoy mismo te sacaré de esta cueva y te llevaré a otra parte del mundo donde jamás te pueda encontrar el verdugo de esta isla.

Ante lo que ha dicho el Capitán, Reda guarda silencio y se echa a caminar por el amplio espacio que existe junto a los dos cañones y el Capitán le sigue sus pasos y luego Reda se detiene y le dirige su mirada al Capitán diciéndole.

–Capitán –dijo Reda– si tú estás dispuesto a sacarme de esta cueva… ¿A dónde me puedes llevar Capitán?–

–Tengo mi yate –dijo el Capitán– anclado en el muelle por todos los mares del mundo.

Ante lo que ha dicho el Capitán Reda se echa a caminar dirigiendo sus pasos hacia la escalera metálica que atraviesa por encima de los dos cañones diciéndole al Capitán.

– Capitán –dijo Reda– te agradezco que tú quieras salvarme del peligro del verdugo pero yo no estoy dispuesta a abandonar esta isla.

Ante lo que ha dicho Reda el Capitán se apresura a detener a Reda antes de que ella suba por la escalera que atraviesa por encima de los dos cañones diciéndole

–Espera Reda –dijo el Capitán– yo no voy a dejarte en esta cueva con dos cañones emplazados.

El Capitán atrapa a Reda sujetándola por ambas manos y Reda estalla furiosa diciendo.

–¡Suéltame! –dijo Reda con gesto de furia– ¡suéltame maldito Capitán!.

–Grita si tú quieres –dijo el Capitán– nadie te va a escuchar en esta cueva.

Junto a la escalera metálica de caracol el Capitán mantiene sujetada a Reda de ambas manos mientras que Reda se hinca de rodillas para gritar y pedir ayuda diciendo.

–¡Auxilio!… ¡Mariano ayúdame, soy Reda!

Al pedir auxilio Reda, un hombre con su ametralladora terciada sobre su espalda salta de lo alto de la escalera que cruza por encima de los dos cañones y derriba el Capitán de un puñetazo en su barba, haciendo rodar el Capitán hasta un rincón de la cueva con polvo acumulado.

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