Lic. Ernesto Lerma.-
Esta nueva entrega de Saw, que es como el hijo bastardo de Se7en vuelve a las andadas en una cinta incoherente, poco aterradora, carente de imaginación y de moral cuestionable. Esta es una de las sagas cinematográficas de terror más rendidoras de este siglo que es una demostración de que la falta de creatividad con un mal de toda la franquicia.
Casi veinte años pasaron desde que James Wan sorprendió al mundo con su ópera prima El juego del miedo, dando pie a su valiosa carrera dentro del cine de terror, así como a una interminable saga que fue a la vez el máximo ejemplo de uno de los subgéneros más polémicos que salieron en el cine de terror: El torture porn. Un cine anclado en mostrar y regodearse en la tortura gráfica de los personajes y que tuvo su época de gloria entre 2004 y 2007 aproximadamente.
Desde esa primera El juego del miedo, hasta esta décima entrega, pasaron muchas cosas. El torture porn fue suplantado por el terror de Actividad paranormal, el found footage y las películas de posesiones y fantasmas, pero la saga continuó, tomando un descanso cada tanto para volver al ruedo como el único sobreviviente de este tipo de cine. Saw X está dirigida por Kevin Greutert, quien ya había estado detrás de cámara de la sexta y séptima secuela de esta franquicia. Greutert fue también el editor de prácticamente todas las películas de la saga.
Se trata de alguien que ya conoce el material, siendo junto a Darren Lynn Bousman, los máximos responsables de que esta maquinaria siga viva. Ahora, el hecho de que Greutert conozca cómo opera la saga no significa algo bueno. El juego del miedo siempre tuvo grandes problemas. Desde la complejidad absurda de sus tramas, hasta cuestiones imposibles de pasar de largo: ¿Cómo es posible que Jigsaw arme todas esas trampas? A esto se le suma que con la necesidad de dar una vuelta de tuerca la saga siempre se traicionó a sí misma.
Algo simple se volvió tan complicado que es imposible tomar en serio, pecado en el que cayeron todos los realizadores. A esto se le suma el uso de recursos visuales que le jugaban en contra, como esos movimientos exagerados de la cámara, que se convirtieron en parte de la personalidad de El juego del miedo. Saw X es lo mismo de siempre. Pero a los problemas de siempre, se le suman otros. Con el afán de ser distinta, esta nueva historia se ancla en un drama dejando para la mitad las torturas con las que se hizo famosa, y cuando estas aparecen el nivel de gore y violencia es tapada por la inoperancia del montaje y la edición, a cargo de Greutert nuevamente.
Pareciera que la idea de que haya constantes vueltas de tuercas viniera a tapar la desidia del resto, ya que la trama transcurre en un solo escenario, no para lograr claustrofobia -ya que los espacios no importan en El juego del miedo-, sino para ocultar que estamos ante una producción de bajo presupuesto en el mal sentido. Si algo bueno se encuentra en esto es la presencia de Tobin Bell, actor de larga trayectoria que acá se lo ve cómodo volviendo a interpretar a Jigsaw. Lo mismo con Shawnee Smith, que juega, aunque roce la sobreactuación, con su personaje.
Pero lo más molesto de esta Saw X es que pareciera tener vergüenza de ser una de la saga, porque sabe que los tiempos cambiaron y que hay que ofrecer algo nuevo, pero en este caso se trata de una máscara para ocultar la misma falta de creatividad y originalidad de una saga que nació muerta. La décima entrega de la saga más gore (a la vez que moralista) resulta ser una precuela y nos permite ver a Jigsaw (Tobin Bell) en su peor momento a causa del cáncer: hasta el punto de ser capaz de sufrir estafas.
Diez películas llevamos ya desde que James Wan, inaugurador de sagas por antonomasia (ahí están Insidious y Expediente Warren también), dirigiera la primera Saw por 2004. La saga que encabeza Tobin Bell como John Kramer, alias Jigsaw (capaz de seguir organizando torturas aún después de muerto) ha experimentado todo tipo de volantazos a lo largo de su trayectoria, y la última pirueta es la que supone Saw X. Una película que directamente opta por ser una precuela. ¿O una midcuela, más bien? Se supone que se ambienta entre la primera Saw y Saw II, pero al margen de sutilezas esto significa que Kramer está vivito y coleando (solo que en las últimas a causa de su cáncer mortal).
La película que dirige Kevin Greutert (veterano de la saga tras Saw VI y Saw VIII 3D) le coloca de hecho en tal situación de vulnerabilidad que no duda en someterse a un tratamiento alternativo en México… un tratamiento que resulta ser una estafa. Así que su venganza será terrible. Siempre ha habido una enervante contradicción en el fondo de Saw. Si la saga se ha alargado así (aparte del rigor con el que parece cumplir las expectativas fan) es por un ánimo serial que dependía tanto de lo previsor que era John Kramer como de su tronado sentido de la moral. Con lo que sus torturas no podían mostrarse simplemente como lo que eran (dispensadores de diversión gore), sino que debían contar con un sermón legitimador. Esta gente lo merecía, debía aprender algo.
Mi 6 de calificación a esta producción fílmica, recordemos que el slasher y el torture porn son dos subgéneros del cine de terror que comparten ciertas similitudes, pero también poseen diferencias notables. El slasher se centra en asesinatos brutales y sangrientos, generalmente llevados a cabo por un asesino en serie o un psicópata. Estas películas suelen mostrar los asesinatos de una manera gráfica y ultraviolenta (lo que se conoce como gore), pero el acto de matar no llega a ser el único punto de la trama.
El torture porn se centra en mostrar las mismas escenas gráficas de tortura y violencia extrema, pero se apela mucho más al sadismo de su público, enfatizando en el sufrimiento humano, la mutilación y tortura física y psicológica. El slasher tiende a incorporar elementos de misterio y suspenso, ya que los personajes suelen ser acosados por un asesino desconocido cuya identidad se revela gradualmente a lo largo de la película. A menudo las películas de torture porn tienen tramas mínimas o simplistas, y, como se mencionaba anteriormente, el sufrimiento de los personajes es el punto focal.