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Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Ahora te compartimos el sexto capítulo de la segunda parte de esta historia.
Si deseas enviar algún comentario sobre la novela puedes enviar un correo con tu mensaje o crítica a: [email protected] también puedes ayudar al señor Cleofás Gallardo (quien es una persona de la tercera edad de escasos recursos) a través de siguiente número de cuenta: 5512 3824 2431 8238 de Banco Azteca.
LOS DISPAROS DE LOS CAÑONES
Los aparatosos cañones que por mucho tiempo habían permanecido en silencio ahora vuelven a estremecer la isla con su ensordecedor estruendo, el Mayor Chaspe habla diciéndole al Teniente Coral.
–Teniente –dijo el Mayor– no vamos a hundir el barco de velas por la razón de que Reda me amenazó con no decirme donde se encuentra el tesoro-
Reda y el Capitán con sus manos esposadas caminan al frente de los soldados por el hermoso paisaje con dirección hacia donde se encuentra el tesoro de la isla. Reda, fatigada por el cansancio, se deja caer sobre un follaje de mar que se encuentra al pie e una cordillera rocosa y el Mayor se acerca a Reda diciéndole.
–Reda –dijo el Mayor– te mataré por traernos hasta estas rocas que jamás se pueden escalonar.
–Mayor –dijo Reda– este es un buen lugar para morir, pero por ahora guarden sus balas y destruyan con sus machetes a todos los follajes de mar hasta que encuentren un pasadizo secreto que existe en este lugar para continuar con nuestro camino hacia donde se encuentra el tesoro.
Ante la mirada de Reda los soldados destruyen con sus machetes los follajes de mar que se encuentran al pie de la cordillera rocosa. El Sargento Raspa, con disparos de su ametralladora rompe el viejo candado de la puesta de rejas de acero que se encontraba oculta por follajes de mar diciéndole al Mayor.
–Mayor –dijo el Sargento– aquí se encuentra un túnel que puede representar un peligro.
–Si este túnel –dijo el Mayor– significa para nosotros un peligro, los primeros en morir son Reda y el Capitán.
Cuando Reda y el Capitán caminan al frente de los soldados por el interior del túnel, de pronto Reda retrocede y exclama con el pánico reflejado en su rostro diciendo.
–Oh no, ¡por Dios! –exclamo Reda– esto es terrible.
Reda había estado a punto de caer sobre de una enorme baraña de esqueletos humanos que cubren una parte del piso del túnel.
El Mayor Chaspe se acerca a Reda y habla diciéndole.
–Reda –dijo el Mayor– tú conoces este túnel y quiero sabe quién realizó esta terrible masacre de personas en el interior de este túnel.
–Yo estuve en la bóveda del tesoro –dijo Reda– con todos los hombres que murieron aquí y cuando estábamos de regreso, Mariano, un hombre que me amaba me tomó de la mano y me obligó a correr por este túnel escuchando muchos disparos a mi espalda y muchas balas que silbaron muy cerca de mi cabeza. Y cuando yo y Mariano salimos del túnel los únicos hombres que se reunieron con nosotros fueron el jefe de guardias y el director de orquestas, y yo me quise desmayar al darme cuenta que el jefe de guardias y el director de orquestas les habían dado muerte a todos los demás hombres en el interior de este túnel.
El Mayor le dirige su mirada a Reda diciéndole.
–¿Dónde –dijo el Mayor– se encuentra el jefe de guardias y el director de orquestas?
–¡Están muertos! –dijo Reda– ellos dos se pelearon a bordo de una canoa.
–Reda –dijo el Mayor– si el jefe de guardias y el director de orquestas están muertos quiero interrogar a Mariano sobre la matanza de personas dentro de este túnel.
Reda apunta con su dedo índice de la mano derecha señalando al Capitán diciéndole al Mayor.
–Mayor Chaspe –dijo Reda– Mariano, el hombre que me amaba, también está muerto, el Capitán Abraham Esquino lo mató para salvar mi vida del bombardero que ustedes realizaron en los salones de baile.
Al salir del túnel el Mayor y todos sus soldados descubren a un viejo castillo que se encuentra al pie de una montaña rocosa, y Reda, con su mano derecha esposada junto con la mano izquierda del Capitán, les habla a los soldados diciéndoles.
–Soldados –dijo Reda– el tesoro de esta isla se encuentra al otro lado del castillo y en el castillo se encuentra el verdugo de esta isla, que nos matará a todos si ustedes se atreven a pasar al interior del castillo.
Cuando los soldados llegan al castillo, derriban la puerta principal y todos corren por el interior del castillo en busca de prendas de valor y un soldado grita diciendo.
–Nos llevaremos –dijo el soldado– todas las pinturas famosas que existen en este castillo.
Los soldados detienen su loca carrera por el interior del castillo hasta encontrar una estatua de oro que existe en el centro de una glorieta, y sin perder tiempo dos soldados rompen la base de la estatua utilizando marros pesados y el Mayor los apura diciéndoles.
–Soldados –dijo el Mayor– dense prisa en desmontar la estatua de su base para tenerla a bordo del buque de guerra.
Reda le dirige su mirada al Mayor diciéndole.
–Mayor –dijo Reda– retire a sus soldados de las estatua que para esta isla es una estatua sagrada y no quiero que destruyan su base.
–Reda –dijo el Mayor– cierra tu boca si no quieres estar muerta ahora.
–Acabe conmigo Mayor –dijo Reda– antes que la estatua caiga al suelo.