Lic. Ernesto Lerma.-
Dice el clásico y popular refrán que “viejos los cerros que aún reverdecen”, eso lo comprobamos con el director Martin Scorsese (80 años), el guionista Eric Roth (78 años), la editora Thelma Shoonmaker (83 años) y el actor Robert De Niro (80 años), que nos dan una verdadera clase magistral sobre cómo hacer cine de calidad dirigido a una nueva generación caracterizada por la pereza constante, la falta de profundidad, la mentalidad de reciclador y la carencia de imaginación.
La última película de uno de los directores más importantes de todos los tiempos está basada en el libro de no ficción publicado por David Grann en el 2017, que aborda los grotescos asesinatos a los miembros de la tribu Osage en el oeste de los Estados Unidos a principios de la década de 1920. Con el humor negrísimo característico del autor de “Taxi Driver”, Scorsese crea un épico de tres horas y media cargado de horror.
Misma que narra el surgimiento de Norteamérica a partir del exterminio de los nativos, considerados como subhumanos por los inmigrantes europeos y sus descendientes, lo cuales se consideran superiores tan solo por tener un color de piel diferente y estar obsesionados por el dinero y el poder. Todos los intereses de Scorsese relacionados con la espiritualidad, el ejercicio de la violencia, la lealtad a un clan, la traición, el perdón y la doble moral están presentes en “Los asesinatos de la luna”.
Pero además esta película llega a la médula de uno de los géneros con los que se fundó el cine estadounidense: el western. En otras palabras, su obra maestra nos habla sobre tres conceptos fundamentales: sangre, tierra y orgullo, los cuales, curiosamente, fueron los pilares de la Alemania Nazi. Lily Gladstone, la actriz colaboradora de la directora Kelly Richardt en sus cintas “Certain Women” y “First Cow”, nos ofrece una magnífica interpretación contenida como Mollie Burkhart.
Ella es una mujer perteneciente a los Osage que, como todos en su pueblo, se ha vuelto millonaria debido a que la tierra en Oklahoma en la que las autoridades norteamericanas permitieron que se asentaran, resultó tener unas enormes reservas de petróleo. Sin embargo, los Estados Unidos son WASP (blancos anglosajones y protestantes) y los Osage (especialmente las mujeres), están sujetas a una serie de restricciones alrededor de sus ingresos y sus gastos. En otras palabras, los Osage necesitan de un hombre blanco que piense por ellos.
Mollie es también una mujer dominada por un miedo profundo el cual intenta disimular, ya que ella y su familia, conformada en su mayoría por mujeres, están viendo cómo sus vidas se afectan sistemáticamente por unas misteriosas enfermedades y unas muertes más misteriosas aún, las cuales han estado diezmando a su tribu. Una de las víctimas es precisamente la extrovertida Anna (Cara Jade Myers), su hermana, quien aparece brutalmente asesinada y cuya autopsia es llevada a cabo por los doctores blancos del pueblo de una manera más brutal que el mismo crimen.
Nuestro protagonista masculino es Ernest (interpretado a la perfección por Leonardo DiCaprio). Este es un hombre que ama el dinero, pero también es una persona poco astuta y altamente manipulable, muy parecido al Henry Hill encarnado por Ray Liotta en “Buenos muchachos”. Ernest ha regresado a Norteamérica después de prestar servicio militar y llega a la inmensa finca de su rico tío, un hombre de apariencia amable y cordial llamado William Hale (De Niro destilando maldad pura), que le ha ofrecido un trabajo junto a su hermano mayor Bryan (Scott Shepherd), un hombre ya curtido por el ambiente de corrupción, violencia y racismo soterrado sobre la cual el tío ha asentado su trono.
En realidad, Hale es un hombre masón, racista, resentido y narcisista, que ha tejido unas relaciones con los Osage a partir de un supuesto amor y respeto, pero quien en realidad mantiene una agenda oculta: eliminar a todos los Osage y quedarse con sus terrenos. Hale contrata a sus dos sobrinos para que actúen como choferes, sicarios y cortesanos. Mollie no tiene esposo y Hale impulsa a Ernest para que conquiste y contraiga matrimonio con la mujer, para que este pueda tener derechos legales sobre su petróleo. Al fin y al cabo, el matrimonio es, en últimas, un acuerdo económico.
Lo que tanto el tío como el sobrino no esperaban es que surgiera una relación de amor entre el hombre rubio de ojos azules y personalidad de coyote y la mujer de piel canela (no roja), ojos negros y la resignación de una oveja que es trasquilada una y otra vez. La pareja contrae matrimonio, pero la muerte de cada una de las hermanas de Mollie, así como la de su madre, Lizzie Q (Tantoo Cardinal), van convirtiendo la luna de miel en una luna de hiel. Mollie sufre de diabetes en una época donde el tratamiento es costoso y precario. Pero el generoso Hale se ofrece a cubrir los gastos del tratamiento y manda traer ampollas de insulina, que extrañamente empeoran su estado de salud.
Ernest es literalmente un esposo tóxico para Mollie. Aunque él es sincero en sus sentimientos hacia su esposa, lo cierto es que la codicia y el racismo triunfan sobre el amor. La relación con su tío es más sincera, como la de un perro ante su amo. DiCaprio se convirtió en el sucesor de De Niro cuando este último descubrió el precoz talento de su colega en la cinta “This Boy’s Life” (1993), donde ambos titanes actuaron juntos por primera vez, interpretando a un hijo y a su cruel padrastro. Scorsese aprovecha la relación real entre los actores, para alimentar la relación entre Ernest y Hale. El alumno gradualmente se comienza a convertir en su mentor.
El libro de Grann tiene como subtítulo “Los asesinatos de los Osage y el nacimiento del FBI”. Cuando las muertes aumentan sin control y son tan desmedidas como para que las autoridades federales la ignoren, Washington DC envía al pueblo a un agente de su recién fundada Oficina de Investigaciones (más tarde conocida como el FBI). Este es Tom White (Jesse Plemons, estupendo como siempre). Lejos de idealizar a los agentes, Scorsese nos muestra la ambigüedad de la política gubernamental. La aparición tardía del FBI en el lugar de los hechos parece ser, al menos en parte, un intento por dejar que los inmensamente ricos pueblos de Osage pierdan su poder económico, para luego reforzar el control federal sobre el nuevo estado de Oklahoma, principal y fundamentalmente blanco.
El último acto de la cinta de Scorsese nos recuerda a la olvidada “Thunderheart” (1993) de Michael Apted, sobre un joven agente del FBI de origen mestizo, que es asignado a investigar un asesinato en Pine Ridge. A medida que profundiza en la investigación, el agente descubre las tensiones entre la población nativa americana y el gobierno federal, generadas por la discriminación, el abuso de poder y la violación a los derechos civiles de los nativos americanos. Un año antes, Apted dirigió “Incident at Oglala”, un documental que se centra en los eventos que rodearon el tiroteo en la reserva india de Pine Ridge en Dakota del Sur en 1975, que resultaron en la muerte de dos agentes del FBI y dos nativos americanos durante un enfrentamiento en la reserva.
Los nuevos autores de épicos de más de tres horas, como el argentino Rodrigo Moreno (“Los delincuentes”), se quejan de las limitaciones que supuestamente surgen cuando el séptimo arte busca dar cuenta de la realidad. Scorsese nos demuestra que la realidad no es el problema, sino cómo usar la imaginación para narrarla. Y mientras Christopher Nolan (“Oppenheimer”) sucumbe a los trucos baratos, la omisión de detalles escabrosos y a una banda sonora ensordecedora para obnubilar a su público, Scorsese, quien es un verdadero autor como lo es su contraparte más joven Wes Anderson (“Asteroid City”), a quien el veterano director admira, nos demuestra que la clave está en el manejo del ritmo, en el dominio del lenguaje audiovisual y en el interés por trascender los efectos especiales, los juegos formales y las tramas superficiales y anodinas.
“Los asesinos de la luna” es una película absolutamente absorbente, que invita a las nuevas generaciones a ampliar su mente (y sus rangos de atención) para que conozcan un poco sobre la historia secreta y oscura del poder, y para que entiendan que el racismo y la codicia son la verdadera epidemia que gradualmente ha convertido a los seres humanos en monstruos. Martin Scorsese nos da otra gran producción con un filme que revisita varios de los tópicos de su cine y que cuenta con grandes actuaciones de De Niro, DiCaprio y la revelación, la joven actriz Lily Gladstone, que seguramente cada uno de ellos tendrán seguras nominaciones en los próximos premios Globos de Oro y obviamente los Oscar en 2024.
Mi 9.5 de calificación a esta gran película, ya que Martin Scorsese es uno de los mejores directores en la historia del cine que ya estreno su nueva película, Los asesinos de la Luna. Y ya todo se ve venir. Igual que ocurrió con el estreno de El irlandés, también dirigida por Scorsese, es muy probable que en busca de tráfico, de clics, de likes, sitios en internet, blogs, influencer y YouTubers traerán de regreso esa famosa pelea que ellos dicen Scorsese tiene contra las películas de DC Films y Marvel Studios y en particular las de superhéroes.
¿Existe de verdad ese pleito? ¿De dónde surgió? ¿Es verdad que Scorsese odia a muerte el Universo Cinematográfico de Marvel? ¿Alguna vez va a terminar, si existe, esta pelea entre marvelitas y amantes de Scorsese? Aquí quisimos tomarlo con calma y sabiendo que “Los asesinos de la Luna” es una película fuera de serie con una de las obsesiones del cine de Martin Scorsese es registrar cómo los cambios sociales desplazan las reglas de universos (o individuos) con sus propios códigos. No otra cosa les pasaba a los gángsters de “Casino”, cuando descubrían con horror que Las Vegas pasaba de ser una tierra de crimen gloriosa a una suerte de paseo turístico para jubilados, casi un geriátrico con maquinitas y luces de colores.
Los códigos que Scorsese revalida con su cine no son siempre los aceptados socialmente, pero de ahí la gracia compleja de su cine. Y si habitualmente el director de “Toro Salvaje” pone su mirada en el centro, en el medio de esos personajes agitados por los cambios, en “Los asesinos de la luna” hace un ligero movimiento, sin perder la calidad de su mirada. Si aquí la Nación Osage es la que resulta llevada hacia los límites, en verdad el relato se centra en aquellos que ponen esos límites de la manera más atroz: el terrateniente William Hale (De Niro) y su sobrino y torpe mano derecha Ernest Burkhart (DiCaprio). Ellos, junto a un entramado de siniestros personajes, no sólo restauran el poder del hombre blanco, sino que además simbolizan la forma violenta en que una nación se construye.