Staff ED.-
Seguimos con la publicación periódica de la novela “La Isla de los Cañones del Tesoro”, una obra escrita e ilustrada por el señor Cleofás Gallardo Hernández, quien llevó su pasión por las historias al papel a través de sus propios medios. Ahora te compartimos el octavo capítulo de la segunda parte de esta historia que está por llegar a su final.
Si deseas enviar algún comentario sobre la novela puedes enviar un correo con tu mensaje o crítica a: [email protected] también puedes ayudar al señor Cleofás Gallardo (quien es una persona de la tercera edad de escasos recursos) a través de siguiente número de cuenta: 5512 3824 2431 8238 de Banco Azteca.
LAGARTOS Y COCODRILOS
Reda y el Capitán que corren por diferentes pasillos del castillo escuchan el grito desgarrador del Mayor Chaspe y Reda le dice al Capitán.
–Capitán –dijo Reda– corramos por el otro pasillo donde se ha escuchado el grito desgarrador. Yo quiero para mí la ametralladora del soldado que acaba de matar el verdugo.
Cuando el Capitán Herrera llega corriendo hasta el final del pasillo amurallado descubren a los cocodrilos y a los lagartos que devoran un cadáver y el Capitán exclama diciendo.
–Diablos –exclamó el Capitán– los cocodrilos y los lagartos acaban con lo último que les queda del cadáver del Mayor Chaspe
–El mayor –dijo Reda– tenía en su poder el puñal de oro que significa ser la llave de la bóveda del tesoro de esta isla y voy a levantarlo del suelo.
Reda pretende arrojarse a los cocodrilos y lagartos para levantar del suelo el puñal de oro y el Capitán logra detenerla sujetándola del brazo izquierdo diciéndole.
–Reda –dijo el Capitán– deja que yo levante del suelo el puñal de oro, yo sé cómo tratar a los lagartos y a los cocodrilos.
El Capitán se arrastra por el suelo pasando muy cerca de los lagartos y cocodrilos hasta levantar el puñal de oro y de paso también levanta del suelo la ametralladora.
El Capitán se guarda entre sus ropas el puñal de oro poniendo la ametralladora en las manos de Reda diciéndole.
–Reda –dijo el Capitán– pongo en tus manos la ametralladora del Mayor Chaspe para que ahora tú la conserves Siempre en tus manos.
Reda le echó una mirada a largo pasillo amurallado empuñando la ametralladora que fuera del mayor diciéndole al Capitán
–Capitán –dijo Reda– este pasillo amurallado significa ser el vivero de cocodrilos y lagartos que el verdugo tiene en las ruinas de este castillo.
Cuando Reda y el Capitán salen del pasillo amurallado descubren la presencia de cinco soldados y el Capitán le dice a Reda.
–Reda –dijo el Capitán– no dispares
–Tienes razón Capitán –dijo Reda– los cinco soldados estamos desarmados
El Capitán y Reda se encuentran ante un fuego cruzado al enfrentarse a los cinco soldados que muy pronto quedan muertos ante los disparos del Capitán y Reda. En el lugar de combate donde están en el suelo los cadáveres de los cinco soldados Reda y el Capitán se tercian sobre de su espalda sus ametralladoras y los dos unen sus labios en un beso cargado de pasión y Reda habla diciendo.
–Capitán –dijo Reda– estamos salvados, los cinco soldados que nos buscaban por todo el castillo ahora están muertos.
–Reda –dijo el Capitán– el Sargento Raspa está vivo y también nos busca por todo este castillo.
Después de acabar con los cinco soldados, Reda y el Capitán caminan por los pasillos del castillo hasta llegar a una puerta y Reda con su ametralladora terciada sobre su espalda apunta con su dedo índice de su mano derecha hacia la puerta diciéndole al Capitán.
–Capitán –dijo Reda– esta es la puerta que yo buscaba para salir de este castillo y escondernos en la bóveda del tesoro para que jamás nos pueda encontrar el Sargento Raspa
–Reda –dijo el Capitán– espero que tengamos suerte de llegar hasta donde se encuentra el tesoro de la isla.
Al salir del castillo por aquella puerta, Reda y el Capitán se tercian sus ametralladoras sobre su espalda y Reda se echa a correr por un largo andador pavimentado que cruza la selva de la Isla diciéndole al Capitán.
–Capitán –dijo Reda– corramos, este es un buen lugar para correr, el tesoro se encuentra más allá de los escalones que están al final de este andador.
–No corras Reda –dijo el Capitán– este andador y la selva que lo rodea significan para nosotros un peligro que nos puede costar la vida.