noviembre 25, 2024
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diciembre 27, 2023 | 111 vistas

Ernesto Lerma.-

Les comparto mi 8.5 de calificación personal al filme producción de la plataforma Netflix: Dejar el mundo atrás (año: 2023, país: Estados Unidos, clasificación: B, idioma: inglés, nombre/título original: Leave the World Behind, genero fílmico: drama/suspenso) dirigido por Sam Esmail, basado en la novela de Rumaan Alam con las actuaciones de Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke, Myha’la, Farrah Mackenzie, Charlie Evans, Kevin Bacon, Alexis Rae Forlenza, Vanessa Aspillaga, Josh Drennen, Erica Cho y Orli Gottesman. Formidable thriller paranoico que toca varios temas en una situación casi apocalíptica.

SAM ESMAIL

Esta es una de las sorpresas cinematográficas del año con este drama que parece viajar por varios géneros es una enrarecida fantasía distópica sobre un mundo que se derrumba. La primera escena de Dejar el mundo atrás es una síntesis de la película: un hombre se despierta extrañado mientras su esposa prepara las valijas para un viaje sorpresa de fin de semana. Ella, reflexiva y mirando por la ventana, dice cosas sobre la humanidad como salidas de un libro de autoayuda para rematar, mirando a cámara, con una conclusión lapidaria: “I fucking hate people”. Como decíamos, todo el concepto que envuelve los 138 minutos que dura la película, se encierran en ese arranque: hay extrañamiento, un encuadre que saca a los personajes del centro de la escena, un espacio aprovechado elegantemente, intento de reflexión sociológica, sátira en sordina, diálogos ingeniosos y peligro de caer entre una mezcla de canchereada y vacuidad. Corriendo los límites de todos los peligros, el director Sam Esmail igualmente se las ingenia para poner la zanahoria siempre unos metros adelante y llevar al espectador de las narices. Puede que al final no haya nada (“Es como la guita al final del arco iris. Es el 100% de nada”, canta Calamaro), pero el viaje valió la pena. En esa búsqueda constante que el director lleva adelante, también hay un juego con los géneros y con las expectativas que provocan. Porque a este matrimonio con sus dos hijos, que disfrutan de una tremenda casa con pileta alquilada en el bosque, en medio de la noche les cae el dueño con la hija para pedirles que se vayan o, al menos, que los dejen dormir ahí. Dejar el mundo atrás parece convertirse en uno de esos thrillers sobre familias burguesas que padecen la invasión de la propiedad a mano de unos extraños. Pero no. O sí, pero ese no es el caso. Porque la incómoda presencia es en todo caso mucho menos extraña que lo que ocurre un par de secuencias antes con la llegada de un barco petrolero a una playa para encallar ante la vista azorada de todos.

Algo raro está pasando acá, allá y en todas partes. Y como en Llaman a la puerta de Shyamalan, habrá que creer o reventar. O tal vez si creemos también reventemos, porque de eso se trata. El nombre de Shyamalan aparece de manera nada antojadiza. Sorpresivamente el director indio ha dejado una herencia mucho más extensa de lo que imaginábamos, y aquí vemos señas de ese cine que sabe manejar el fuera de campo, que se preocupa por la construcción de climas antes que, por el golpe de efecto, por el uso de efectos prácticos y por las consecuencias de un terror social y hasta medioambiental. Claro que el mundo de Esmail es mucho más concreto y material que el de Shyamalan, y por ahí pasará un poco la resolución del conflicto, pero sobre todo la resolución de algunas secuencias que en las manos de un director con amor por el género hubieran dado para algo más lúdico: pienso en la genial idea de los autos Tesla, que desbarata demasiado rápido sus posibilidades de gran espectáculo. A Esmail, y puede también que un poco a Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke y todos los demás (digamos: están todos perfectos), le gana el deseo de decir algo antes que la diversión insana por hacer de ese mundo en derrumbe un entretenimiento salvaje. Pero hay momentos lúcidos, como esos ciervos que miran intensamente desde el bosque, como ese dron que arroja panfletos rojos, como ese avión que se estrella en la playa. Imágenes espectaculares, potentes, que tienen el poder inasible del cine cuando no pretende tener todas las respuestas. En Dejar el mundo atrás pasan cosas constantemente y está bien que por momentos no entendamos por qué suceden. Y hay, sobre todo, una idea que le termina de sacar la sospecha de solemnidad snob y que tiene que ver con el uso que se hace de una de las sitcom más famosas de todos los tiempos. Porque el arte popular, cuando el mundo se viene abajo, nos brindará al menos un último lugar para descubrir que alguna vez fuimos felices. Ese plano final con la música de fondo y el rostro de una piba que es feliz después de todo alcanza para convertir a ‘Dejar el mundo atrás’ en una de las sorpresitas del año con una cinta anticipatoria que encapsula la ansiedad de nuestros tiempos.

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ERROR 404

Mi 8.5 de calificación a esta producción fílmica de Netflix. Error 404: ¿Preparados para un mundo sin internet? es una obra escrita por Esther Paniagua, una reconocida periodista española especializada en ciencia y tecnología y directora de la revista OpenMind. Su título hace referencia al código de error comúnmente asociado con la incapacidad de encontrar una página web, y sirve como metáfora para examinar qué sucedería si nos encontramos en una situación en la que la internet, una parte integral de nuestras vidas modernas, de repente dejara de estar disponible. El libro plantea una exploración intrigante sobre la posibilidad de enfrentarnos a un mundo en el que la conexión a la internet ya no esté disponible, desatando el caos y el pánico a nivel mundial. De acuerdo con ella “ni los gobiernos ni los Estados están preparados para enfrentar el escenario apocalíptico que podría seguir a tal eventualidad”. Un año antes de la publicación del texto de Paniagua, los novelistas estadounidenses Don DeLillio y Rumaan Alam nos entregaron dos interesantes libros llamados El silencio y Dejar el mundo atrás, respectivamente. Ambas obras describen unos eventos cataclísmicos y misteriosos relacionados con las redes de comunicación en las que todos confiamos. Las dos están impregnadas de una sensación casi abrumadora de ansiedad y temor y exploran lo que les sucede a la clase acomodada cuando la catástrofe los golpea. Sin embargo, mientras que la novela del autor de ‘Ruido de fondo’ es enigmática y ambivalente hasta el final, la novela del escritor de ‘Rich & Pretty’ nos va revelando gradualmente los misterios y está colmada de humanidad. Pero lo cierto es que los tres libros llegan a ser tan aterradores y premonitorios como lo fue ‘La carretera’, del fallecido Cormac McCarthy. Así como John Hillcoat llevó ‘La carretera’ al cine de una manera magistral y Noah Baumbach hizo lo mismo con ‘Ruido de fondo’ (El silencio todavía no se ha adaptado a la pantalla), Sam Esmail, el creador de esa serie oscura y conspiranoica conocida como ‘Mr. Robot’, logra otra gran adaptación, esta vez de la novela de Alam. Tanto en la obra literaria como en la cinta de Esmail, todo se inicia cuando Amanda (Julia Roberts, quien trabajó con Esmail en la serie Homecoming) y Clay Sandford (Ethan Hawke) llevan a sus hijos adolescentes, Archie (Charlie Evans) y Rose (Farrah Mackenzie), a una lujosa casa de vacaciones en Long Island, lejos del mundanal ruido. Amanda es una publicista misántropa y Clay es un amable profesor universitario. Una noche, en medio de sus vacaciones idílicas, llaman a la puerta de la casa. Un hombre afroamericano que se presenta como GH (Mahershala Ali) y su hija adolescente Ruth Scott (Myha’la de la serie Industry) piden entrar (en la novela Ruth es la esposa y en la cinta, ella se encuentra de viaje). Resulta que GH y Ruth son los dueños de la casa, aunque Amanda desconfía, ya que piensa que ese no es el tipo de casa donde viven personas negras. La preocupación de los Sandford por la pareja que, de acuerdo con Amanda, bien puede tratarse de estafadores o algo peor, queda en un segundo plano cuando comienzan a surgir las señales de una crisis mucho más grande. Tanto los Sanford como los Scott son testigos de sucesos extraños (enormes navíos petroleros encallando, aviones estrellándose en los patios de las casas, pitidos ensordecedores y ciervos y aves comportándose de una manera atípica). Sumado a ello, los dispositivos digitales que dependen del WiFi no funcionan, para desgracia especialmente de Rose, una fanática acérrima de Friends, quien no ha podido ver el capítulo final de la serie por la falta de internet. Los canales de televisión están fuera de servicio y solo transmiten una señal de emergencia que no brinda una mayor información. Al día siguiente, Clay sale en busca de ayuda, pero encuentra a una mujer sollozando junto a la carretera. Ella no habla inglés y Clay no habla español. Es así como el hombre amable se convierte en un ser egoísta y decide dejarla sola y abandonada a su destino. El libro de Alam fue escrito antes de la crisis del coronavirus y, sin embargo, se anticipa a la sensación de pánico generalizado que se vivió en época de la pandemia. Además se nutre de los temores sobre el cambio climático, la crisis económica, el racismo y la peligrosa dependencia excesiva de la tecnología de la que advierte Paniagua. Esmail canaliza las teorías de la conspiración y la Norteamérica decadente que tanto le interesan, para entregarnos una cinta que se siente tremendamente original y que es tan envolvente como aterradora. Dejar el mundo atrás evoca esas estupendas cintas apocalípticas inteligentes y minimalistas que muy pocos han visto como The Trigger Effect (1996), Last Night (1998), 4:44 Last Day On Earth (2011), que se centran en las relaciones humanas y las implicaciones psicológicas del fin inminente, más que en un derroche de efectos y lugares comunes al estilo de las cintas de desastre descerebradas de Roland Emmerich. Asimismo, el tono de ‘Dejar el mundo’ atrás es más cercano al de una cinta de terror de Jordan Peele que al de la estupenda sátira ‘No mires arriba’ (2021). Sin embargo, el estupendo final (que es mejor no revelar aquí) es tanto una ácida y graciosa denuncia al absurdo del mundo actual, como también un señalamiento a la relevancia de los formatos físicos. Probablemente el público masivo la odiará, porque esta es una de esas películas (cada vez más escasas) que desafían a los espectadores a pensar. Aunque Netflix le ha dado a la película la oportunidad de ser proyectada en salas (como debe ser), su impacto será mayor cuando se vea en casa, por medio de una plataforma de streaming que depende de la internet para que funcione.

INVITACIÓN

Por último, una invitación a aquellos que todavía no tengan lesiones en la corteza cerebral causadas por el bombardeo permanente de los microvideos de TikTok. Vean la película de principio a fin, convérsela con sus familiares y amigos, compren el libro. En fin, regálese un momento para reflexionar. Las películas no son solo entretenimiento. Hay dos tipos de personas preparadas para el desastre inminente: aquellos que construyen un búnker y lo atestan de suministros y armas como Danny, el survivalista interpretado brillantemente por Kevin Bacon. Pero están los otros, más cercanos a GH, quienes se preparan alimentando su cerebro y su corazón. La apuesta va para el segundo grupo.

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