Clarissa Grimaldo (AMT)
Reynosa, Tam.- Al aproximarse la llegada de la víspera de Año Nuevo es muy común que se manifiesten diferentes pensamientos, sentimientos y alteraciones cognitivas en las personas. Hay quienes disfrutan las festividades decembrinas desde una perspectiva emotiva, alusiva a las fiestas tradicionales, donde en la mayoría de casos se goza la compañía de familiares y amigos; sin embargo también hay quienes suelen sentirse ansiosos, solitarios al intentar cumplir las expectativas de su entorno sociocultural y presionados por dar un “buen” cierre al ciclo.
Según especialistas en el área de salud, el cerebro realiza un recorrido de lo vivido ya que al concluir estas fechas se suele dar objeción a las metas y propósitos no alcanzados. Cuestionando de esta manera las experiencias que trajo el año, se reflexiona lo no cumplido, aquellos vínculos que permanecen presentes y los que no (como pérdidas de seres queridos o la ausencia de los mismos), incluso la frustración académica, laboral o económica.
Analizar esto de último momento puede ser conductor a intensificar malestares emocionales como: angustia, tristeza, desmotivación, apatía, irritabilidad, entre otros; asimismo, se puede ver reflejado a nivel conductual al experimentar falta de concentración, agotamiento físico y mental y un bajo rendimiento en las actividades cotidianas y sociales. Es así que en los últimos días o semanas de diciembre, la gente suele preguntarse de qué manera deparará su futuro y se da vida a la materialización de la ansiedad, el estrés y el duelo.
INCREMENTAN LOS DUELOS
En términos psicológicos, la aparición de estos padecimientos negativos puede tener relación con “el síndrome de la silla vacía”, el cual se manifiesta en sensaciones nostálgicas agudizadas específicamente en ciertas temporadas del año, como puede ser un cumpleaños, la navidad y la nochevieja. Esta dolencia se presenta en aquellos que lidian con procesos de aflicción y que en función a esto las festividades suelen ser épocas difíciles de vivir.
Los entornos sociales y culturales acentúan la proyección del tiempo de calidad con familiares, amigos y vínculos amorosos; es así que las luces, los regalos, el espíritu y los festejos suelen adornar las calles e irradiar felicidad por doquier, lo que para quienes sufren de la ausencia de algún ser o necesidad afectiva, da lugar a que la devastación se intensifique.
APRENDER A SOBRELLEVARLO
Si se identifica dicha inquietud, es primordial concientizar el malestar y no estigmatizarlo como un tema tabú. Pese a que no son problemáticas fáciles de abordar debido a los estándares que existen en la sociedad, el cambio puede comenzar internamente dándole un nombre a las sensaciones negativas que se pueden reprimir. Visibilizándolo y considerándolo como algo importante, hará que sea un paso más cercano a buscar apoyo en familiares, amigos o una ayuda profesional (primordial en estos casos).
Es necesario validar los procesos y contextos que cada uno vive, aceptar las emociones sin forzar algún tipo de alegría con relación al entorno donde se reside y encontrarle un propio significado, esto será de mayor vitalidad para superar las adversidades.