noviembre 25, 2024
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Criticando a ‘Yellowstone’

enero 10, 2024 | 194 vistas

Lic. Ernesto Lerma.-

En lo mejor visto del pasado año 2023 en el mundo de la televisión, la serie emblema de Taylor Sheridan se impone principalmente por su retrato de la vida rural norteamericana, ayudada por algunas interpretaciones notables, como las de los actores de cine hollywoodense Kevin Costner y Cole Hauser. Porque el masivo éxito de “Yellowstone”, la serie que constituyó el punto de partida de lo que ahora se puede llamar “universo televisivo de Taylor Sheridan”, puede parecer un poco difícil de entender, pero al mismo tiempo tiene completa lógica.

No se trata tanto de su calidad: es una serie potente y con un piso estético alto, pero con algunos desniveles narrativos que la colocan un nivel por debajo de otras producciones. Tampoco de su originalidad: en cierto modo, lo que cuenta (y hasta cómo lo cuenta) ya se hizo antes, de distintas formas. La clave de este drama, co-creado por Sheridan junto a John Linson, pasa más que nada por las vertientes discursivas que expresa y los sujetos sociales a los cuales les da voz.

El planteo no es muy rebuscado: el relato se centra en los Dutton, una familia de rancheros terratenientes de Montana (un estado en el norte occidental del territorio norteamericano) en constante lucha por conservar sus extensas tierras. Al frente está el patriarca, John Dutton (Kevin Costner), un hombre viudo amenazado por un cáncer controlado, pero acechador, que se aferra a su promesa de conservar el legado familiar. Luego están los hijos: Beth (Kelly Reilly), problemática al extremo, con varios vicios y un pasado tortuoso, pero fiel a su padre.

También Kayce (Luke Grimes), que arranca como el hijo rebelde, que se alejó de la familia para casarse con una mujer india, aunque luego retorna al nido; y Jamie (Wes Bentley), que comienza como el abogado profesional y disciplinado, para luego entrar en crisis sucesivas que lo alejan de su progenitor y sus hermanos. A ellos se suman los trabajadores del rancho, encabezados por Rip Wheeler (Cole Hauser), el capataz que se encarga de todo el trabajo sucio, el que siempre se impone desde su rudeza, pero que también exhibe una fragilidad innegable en su relación romántica con Beth.

Los enemigos que surgen son de distinto tipo: otros rancheros, criminales, políticos, hombres de negocios, fondos de inversión y hasta organizaciones indígenas que reclaman el territorio. Hasta acá, nada que no hayamos visto en “Game of Thrones”, “Los Soprano”, “Downton Abbey” o “Bonanza” (por citar algunos ejemplos), pero Sheridan y Linson introducen un elemento adicional, que es el fuerte foco en las rutinas, tradiciones y códigos de la vida rural norteamericana. La sensación que se impone en los momentos más atractivos de “Yellowstone” es que nos estamos adentrando en un mundo con reglas propias.

Un mundo que está a la vista, pero que suele ser ignorado (y hasta subestimado) por quienes no lo integran. Y que ese retrato que se dibuja ante nuestros ojos está siendo configurado por gente que es parte de él, que lo conoce y es capaz de mostrarlo como algo natural, o por lo menos naturalizado. Esto no implica necesariamente una defensa de esa ruralidad, pero sí un entendimiento que es capaz de transmitir que estamos ante una construcción histórica, social y cultural, de la cual puede tomar distancia, pero sin subestimarla.

Hay muchos pasajes donde asistimos a ritos o actividades que no terminamos de entender, pero que la puesta en escena no se esfuerza por explicar mucho, solo apenas lo indispensable. Es como si Sheridan (que ha dirigido más de una decena de episodios y escrito casi todos) nos dijera: “no me importa cuánto conocen de la vida rural norteamericana, esto se entiende mirando”; y nos arrojara al medio de la acción, confiando en el poder de la identificación, fascinación o hasta confusión que puede generar ese ámbito rural y campesino estadounidense.

Mi 8 de calificación a las primeras cuatro temporadas de “Yellowstone”. Una serie que indudablemente, le habla, en primera instancia, a un estadounidense medio, que vive o se ha criado en ese tipo de comunidades, habituado a moverse en ese universo donde los laburantes y dueños de la tierra se cruzan con habitualidad, pero sin dejar de marcar sus respectivas diferencias. Y cuya configuración arrancó hace por lo menos siglo y medio, por lo que sus tensiones se acumulan, solidifican y retroalimentan.

En el fondo, Sheridan nos habla de cómo los tiempos cambian, pero no tanto, porque hay sectores conservadores, cuyas razones él comprende porque se formó con ellas: por algo interpreta un papel recurrente como un vaquero y vendedor de caballos, que es un experto en lo suyo. Ese profesionalismo vivencial es lo más distintivo e interesante de “Yellowstone”, muy por encima de algunas subtramas forzadas, especialmente todo lo referido a Jamie, personaje un tanto maltratado y demasiado expuesto al patetismo. Eso, además de algunas performances notables, como las de Hauser y de Costner, que ratifica que nació para el western.

Producida por MTV Entertainment Studios y 101 Studios, “Yellowstone” es la crónica de la familia Dutton, liderada por John Dutton, que controla el mayor rancho ganadero contiguo de Estados Unidos. En medio de alianzas cambiantes, asesinatos sin resolver, heridas abiertas y un respeto duramente ganado, el rancho está en constante conflicto con aquellos con los que limita: una ciudad en expansión, una reserva india y crueles rivalidades comerciales.

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