Lic. Ernesto Lerma
La compañía fílmica Sony Pictures lanzó la cinta “Con todos menos contigo”, nueva comedia dirigida por el realizador Will Gluck y protagonizada por los actores juveniles en Hollywood del momento Sydney Sweeney y Glen Powell. En la trama, Bea (Sweeney) y Ben (Powell) parecen ser la pareja perfecta, pero tras una increíble primera cita ocurre algo que enfría su ardiente atracción física, hasta que se encuentran inesperadamente en una boda en Australia.
Entonces hacen lo que cualquier adulto haría: fingir que son pareja. “Con todos menos contigo” cuenta, además, con las actuaciones de Dermot Mulroney, Michelle Hurd, Alexandra Shipp, Darren Barnet, Rachel Griffiths, Bryan Brown y Hadley Robinson. Gluck es el director de las comedias “Amigos con beneficios” y “Se dice de mí”, su nueva película se estreno el pasado uno de febrero del año con buena recaudación en taquillas mundiales. Esta adaptación fílmica contemporánea de “Mucho ruido y pocas nueces” le hubiera generado cringe a William Shakespeare, pero alcanza a capturar algo de su magia y romance.
Entre 1588 y 1599, William Shakespeare escribió la comedia “Mucho ruido y pocas nueces”, cuyo título original es “Much Ado About Nothing”. Una de las dos adaptaciones cinematográficas más notables de la obra de Shakespeare es la dirigida por Kenneth Branagh en 1993, que incluye al director en el papel de Benedick, y a la gran Emma Thompson como Beatriz. Por otra parte, la adaptación de 2012 de Joss Whedon es una pequeña joya filmada en blanco y negro en tan solo 12 días ambientada en un escenario contemporáneo, pero que conserva el texto original de su autor.
La presencia de Shakespeare en las comedias románticas no es algo novedoso. Pensemos en “10 Things I Hate About You”, basada en “La fierecilla domada”; o en “Get Over It”, inspirada en “Sueño de una noche de verano”. Es por ello, quizás, que “Anyone But You” se perciba como una cinta con un trasfondo elegante y arquetípico, pese a que su director y guionista Will Gluck, haya atiborrado los diálogos de Shakespeare con groserías.
Esta versión libre y contemporánea de un clásico, nos presenta a Bea, una estudiante de Derecho torpe e insegura interpretada por Sydney Sweeney y a Ben, un agente financiero interpretado por Glen Powell. Luego de un encuentro fortuito en un café y de pasar la noche juntos, Bea y Ben parecían estar destinados a vivir juntos y felices para siempre. Pero un malentendido los convierte en enemigos jurados, siguiendo la línea narrativa de la obra de Shakespeare. Por cuestiones del destino y personas que tienen en común, ambos se ven obligados a viajar a Australia para una boda.
Por unas razones algo traídas de los cabellos y que es mejor no describir por aquello de respetar la experiencia cinematográfica, Bea y Ben deciden fingir ser una pareja. Eso sí, sobra decir que ambos terminarán enamorándose de nuevo. A diferencia de lo horripilantes resultados de las comedias románticas recientes, la cinta de Gluck, quien en el pasado unió a Justin Timberlake y Mila Kunis en la desastrosa “Friends With Benefits”, logra funcionar. Pero no del todo. Sweeney y Powell son dos criaturas jóvenes y hermosas, pero carecen de la química y nivel actoral de otras grandes estrellas del género.
Mi 8 de calificación a esta cinta, que sin llegar a aportar nada novedoso, nos entretiene de buena manera, porque el coguionista Ilana Wolpert (cuyos antecedentes los encontramos en la serie “High School Musical: The Musical”) intenta hacernos reír y logra de una manera desesperada y forzosa con situaciones escatológicas que involucran a Ben con las nalgas abiertas para que Bea busque una araña en su ano (algo que se logró de una manera mucho más divertida y sin arañas con Channing Tatum y Sandra Bullock en “The Lost City”).
O también con Bea mojándose el pantalón con el lavamanos en el baño del café, dando la apariencia de que se ha orinado. Luego trata de hacernos enternecer con Ben y Bea cantando “Unwritten” de Natasha Bedingfield y con Ben viajando en helicóptero para confesarle su amor a Bea, en un remedo poco impactante de la secuencia final de “Bridget Jones’s Diary”. Lejos de cumplir su cometido, estas situaciones terminan generando cringe, como dicen ahora los jóvenes.