noviembre 24, 2024
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Criticando a ‘Duna: Parte Dos’

marzo 19, 2024 | 199 vistas

Lic. Ernesto Lerma

La nueva entrega de “Duna” es un filme con algo más de movimiento que su antecesora, pero que sufre la pretensión de un director más atento a dejar su sello que a darle vida al relato. Esta es una película creativa, divertida, lúdica, que se tira de cabeza al ridículo, no le interesa a nadie, y un ladrillo desapasionado como el bodoque este de Denis Villeneuve genera un clamor (si pienso en su apuesta por el sopor) masoquista. Se me podrá señalar que la acumulación de estrellas, que los jóvenes del momento (el Chalamet y la Zendaya), que la novela de culto en la que está basada, que el prestigio del director… No importa, teníamos una primera parte que era la cumbre del aburrimiento ceremonioso.

Si ni eso sirvió como alerta… En verdad la idea de que “Duna: Parte Uno” era un aburrimiento ceremonioso es equivocada, la distorsión del punto de vista de un señor mayor (quien suscribe), cuya infancia y adolescencia se construyó en un tiempo donde las películas de acción y aventuras todavía llamaban a la alegría y al jolgorio, incluso la irresponsabilidad. Había, por cierto, ejemplos de un cine que cruzaba lo genérico con cierta pretensión autoral, o que tenían una determinada ambición formal o estética, pero teníamos bien organizados los estantes del videoclub: una cosa eran las “Volver al futuro” o las “Indiana Jones” y otra las “Blade Runner”, tal vez una de las grandes promotoras del cine de (des)entretenimiento que hoy es regla.

Por lo tanto, “Duna: Parte Uno” no era un error sino el producto adecuado para el estado del cine actual. Uno tiende a culpar a la exagerada influencia de Stanley Kubrick por este camino que el cine con ínfulas de masividad incorporó, pero también es cierto que más allá de la frialdad calculada del cine del director de “2001: odisea del espacio”, había en su universo personal algunas ideas retorcidas e incómodas, como quedaron plasmadas en “Ojos bien cerrados”, su última película y una de sus mejores obras. En tipos como Villeneuve ni siquiera hay una intención de provocar (como en otros pavotes contemporáneos: Lanthimos, Östlund, Iñárritu, Von Trier), sino más bien la necesidad de volver complicado lo simple y de buscar una trascendencia que es siempre simulación.

Es como si lo estético alcanzara y no importara si logra volverse narración o no (narrar, ¿qué es narrar?), como si el movimiento tuviera que estar siempre detrás del pensamiento, un cine cerebral y medido, un cine que nos hace creer que estamos viendo algo superior (por relación directa eso nos vuelve superiores a nosotros), como si entretenerse fuera mala palabra. En una época que celebra a Christopher Nolan como gran autor de la industria, no hay forma de que esa sea la propuesta. La simulación se aplica perfectamente a esta segunda parte. “Duna: Parte Uno” era apenas un prólogo, una película a la que presentar un grupo de personajes y plantear un conflicto mínimo le insumía 135 minutos. Por el contrario, en esta secuela pasan cosas, hay movimiento y conflictos, personajes que no son estáticos y tienen arcos dramáticos, y un final que modifica las reglas y plantea una historia nueva.

Villeneuve dispone todo de la forma más contable posible: desapasionada, despojada de todo sentido épico, sin vida. Las cosas están porque tienen que estar y pareciera que en verdad la película que le interesa contar es la que está entre las secuencias de acción, los mambos metafísicos y existenciales de sus personajes, que bordean el absurdo, pero el canadiense no es alguien que se permita ir por ese camino. “Duna: Parte Dos” es una película que se ve bien, se (sobre) escucha bien, que tiene algunas secuencias grandotas y espectaculares, pero que nunca deja de ser la simulación de un gran entretenimiento a cargo de un director con necesidad de mostrar su mano en cada decisión de puesta en escena.

Y no deja de ser curioso que una historia que pretende cierta épica revolucionaria se sienta apagada y despojada de emoción. Mal que le pese a Villeneuve, su “Duna” está más cerca de los Harkonnen que de los Fremen, pero en todo caso no deja de ser un fiel representante de su época. Además de ser la novela de ciencia ficción más vendida de todos los tiempos, “Dune” es para este género lo que “El señor de los anillos” es para la literatura fantástica. Asimismo, representa una extraña coincidencia para el mundo de la literatura, ya que a diferencia de los populares best-sellers, “Dune” sí resulta ser toda una obra maestra de la literatura. La obra que consagraría a Frank Herbert sería “Dune”, su segunda novela, la cual le tomaría al autor seis años para prepararla y escribirla.

Mi 8.5 de calificación a esta cinta, que a pesar de su larga duración en estas películas de Villeneuve que no están basadas en el proyecto fílmico como el de Alejandro Jodorowsky en la década de los años 70 ni tampoco son un remake de la cinta de David Lynch en 1984. Ambas cintas constituyen una adaptación del primer libro de Herbert realizada por el autor de dos grandes obras contemporáneas de la ciencia ficción, aqui lo encontramos en la mitad entre Stanley Kubrick (definitivamente inferior) y Christopher Nolan (definitivamente superior).

Esto nos lleva a la segunda parte de “Dune” de Villeneuve, una cinta que no logra alcanzar las dimensiones épicas y grandilocuentes de la anterior entrega, pero no por ello llega a ser un trabajo desdeñable; la segunda parte nos ubica en el planeta Arrakis, con su recurso mineral enormemente lucrativo de la Especia, explotado por un gobierno fascista.

En esta cinta, Villeneuve nos deja ver la clara influencia del universo de Herbert en el universo de Lucas (los desiertos de la “Guerra de las galaxias”, el gusano de “El regreso del Jedi”, el ejército rebelde, el imperio sacado del documental de propaganda nazi “El triunfo de la voluntad” de Leni Riefestahl), pero también nos muestra cómo la obra de Herbert, al igual que el universo de Tolkien y Martin, son claras alegorías de los conflictos que han sido parte de la humanidad desde sus inicios, especialmente la Segunda Guerra Mundial y la Guerra del Oriente Medio. Villeneuve no solo toma prestado del “Dune” de Lynch algunas de sus potentes imágenes, sino que también bebe de otros grandes referentes.

Pero todo queda perdonado al presenciar esas secuencias de acción bellas, poéticas, fluidas e impecables características del cine de Villeneuve, quien gracias al director de fotografía Greig Fraser, el diseñador de producción Patrice Vermette, el vestuario de Jacqueline West, la música de Hans Zimmer y un impactante diseño sonoro, logra confeccionar un universo distintivo, complejo, fascinante y absolutamente creíble (así el Barón Harkonnen llame a su sobrino “Playboy”). Villeneuve dice que se va a tomar su tiempo para comenzar a pensar en una tercera parte. Tómate todo el tiempo que quieras. Dune es grande gracias a ti.

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