noviembre 24, 2024
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Criticando a ‘Apocalipsis fantasma’

abril 3, 2024 | 179 vistas

Lic. Ernesto Lerma

Aunque a esta secuela le cuesta encontrar un rumbo narrativo, funciona en cuanto halla un conflicto central, por más que su historia sea pequeña y relativamente lineal. Si “Ghostbusters: el legado” era un ejercicio nostálgico que, sorprendentemente, funcionaba desde su perspectiva familiar (no solo porque apuntaba a ese público, sino porque también era una especie de homenaje de Jason Reitman a la obra de su padre, Ivan), también sacaba del centro a la comedia, que había sido el sostén esencial de la franquicia. Era una especie de puente entre la generación que había crecido con las películas de los ochenta y la que viene creciendo con ese vehículo nostálgico llamado “Stranger Things”.

Su pequeño éxito habilitó una nueva secuela y es entonces que tenemos “Ghostbusters: apocalipsis fantasma”, que funciona como una correcta continuidad del filme anterior y no mucho más que eso. Si la mudanza de los Spengler a Nueva York supone un cambio grande para esa familia algo disfuncional, no lo es tanto para el imaginario de la saga. De hecho, es una nueva vuelta a las fuentes y podemos darnos cuenta que “Ghostbusters: apocalipsis fantasma” afronta dificultades similares a las que enfrentó en su momento “Cazafantasmas II”. Nos referimos a qué contar, a cómo encontrar una historia que sea nueva y estimulante, y que al mismo tiempo cobije al espectador que la convirtió en un suceso.

Durante un rato largo, al filme dirigido y coescrito por Gil Kenan (que había sido coguionista de “Ghostbusters: el legado”) le pasa lo mismo que a sus protagonistas: no termina de encontrar un lugar, una identidad, un rumbo propios. Si bien insinúa la llegada de un nuevo enemigo (una poderosa deidad alojada en un antiguo artefacto, capaz de reunir y liberar a otros fantasmas, y eventualmente desatar una nueva era de hielo), le cuesta avanzar con decisión y gira demasiado tiempo en el vacío. Pero, eventualmente, la película termina por delinear un conflicto más humano y tangible, de la mano del personaje de Phoebe Spengler (Mckenna Grace), quien es la marginal dentro del grupo de marginales que son los Cazafantasmas, la más inteligente, pero no totalmente responsable, la solitaria y que no puede encontrar una contraparte que la entienda.

Cuando ella establezca una relación con una fantasma adolescente (en un vínculo que arranca como una amistad, pero se va acercando sutilmente al romance, aunque sin explicitarlo) y eso tenga consecuencias de todo tipo, el relato encontrará su verdadero motor narrativo. Es que, de hecho, Phoebe es la verdadera protagonista de “Ghostbusters: apocalipsis fantasma”, por más que el filme despliegue una gran cantidad de personajes, nuevos y ya conocidos. Al fin y al cabo, todo se tratará de un conflicto identitario, de una historia de aprendizaje y crecimiento, de aceptación de determinados deberes y capacidades. Todo lo demás, desde el enfrentamiento con un villano temible, aunque algo desperdiciado, hasta lo que le pasa a otros personajes (como el Ray de Dan Aykroyd, que debe hacerse cargo de su vejez) es relleno. De hecho, todo se resuelve un poco a las apuradas, como si los realizadores se hicieran cargo de que todo estaba dado para una enorme batalla final por toda la ciudad, pero que el presupuesto no lo permitía y por eso todo queda reducido a un solo espacio.

En el medio, la veta cómica vuelve a quedar relegada y, en cambio, se consolida un tono dramático con algunos pasos de comedia y aventura. Aún así, incluso en sus momentos más flojos, cuando no tiene claro hacia dónde ir, “Ghostbusters: apocalipsis fantasma” demuestra ser un entretenimiento relativamente sólido. Quizás sea porque el concepto de los Cazafantasmas es inoxidable o porque hay un equipo actoral y creativo capaz de entregar un piso mínimo de excelencia. No es poco, pero apenas sí alcanza, mucha continuidad y poca novedad donde cumple a secas, porque hay líquidos verdes pegajosos los fantasmas son atrapados y los neoyorquinos no se sorprenden con la fórmula que cumple, aunque con algunos giros animados.

Ya se cumplen cuarenta años después de “Ghostbusters” y después de varias secuelas que no estuvieron a la altura de la cinta original de 1984, comenzando con “Ghostbusters II” (1989), es justo preguntarse, ¿a quién vamos a llamar? Puede que sea el momento, si no de renunciar al fantasma por completo, al menos de buscar en otra página de la agenda. Pero como demostró la estupenda entrega de 2021, “Ghostbusters: Afterlife”, la vida de la mayoría de las franquicias cinematográficas actuales es una cola cada vez más larga de rendimientos decrecientes. Aunque las opciones son muchas, explotar Ghostbusters hasta secarla sería una excelente muestra de cómo se usa la nostalgia en Hollywood.

Mi 7.5 de calificación a esta correcta y pasable cinta “Ghostbusters: Apocalipsis fantasma”, que es otro refrito a medias, que lo es, también es una mejora significativa con respecto a la anterior producción fílmica, que reubicó la acción en Oklahoma y se olvidó de empacar la comedia. Ahora de regreso, afortunadamente, en la ciudad de Nueva York, es más alegre y útil como una secuela con un encanto modesto y una aventura familiar teñida de los años 80. El atractivo innato del filme original de los Ghostbusters tenía que ver con su descarada mezcla de géneros (comedia para adultos con aventura y ciencia ficción) que invocaba el espíritu de la clásica película Abbott Abbott y Costello contra los fantasmas. Cuando las secuelas se han desviado, generalmente es porque se empantanaron con la solemnidad o los efectos especiales cuando realmente todo lo que necesitaban era la sonrisa de Bill Murray.

Para mí como crítico de cine, me es más fácil perdonar unos malos efectos visuales que una insípida interacción cómica. “Apocalipsis Fantasma”, sin embargo, no gira en torno a un grupo de personas divertidas que usan paquetes de protones sino de una familia. La película comienza con el Ectomóvil corriendo por la Quinta Avenida con Gary (Paul Rudd) al volante, Callie (Carrie Coon) y sus hijos, Trevor (Finn Wolfhard) y Phoebe (Mckenna Grace), en la parte de atrás, todos en la persecución de la aparición de un “dragón de alcantarilla”. El elenco es muy similar al de “Afterlife”, pero el talento detrás de escena ha sido reajustado. Después de que Jason Reitman se hiciera cargo de la dirección que heredó de su padre, Ivan Reitman, aquí se le acredita como productor y coescritor.

Gil Kenan, quien coescribió “Afterlife”, dirige “Frozen Empire”, que está dedicada a Reitman padre, quien falleció en 2022. Más que antes, se puede sentir la creciente distancia de los Cazafantasmas originales. Harold Ramis murió en 2014 y, aunque Murray, Dan Aykroyd y Ernie Hudson regresan, ya no se sienten como el eje de este universo cinematográfico. Aykroyd, sin embargo, le da a la película una peculiaridad conmovedora como el Dr. Raymond Stantz, y Ernie Hudson puede ser una presencia más potente que nunca. Los fantasmas conocidos de las películas anteriores también regresan. Ese instinto de atender a los fanáticos de hueso colorado de Ghostbusters siendo algo ridículos, si somos honestos está disminuyendo a una franquicia que retrocedió a la defensiva después de la Ghostbusters de 2016. Pero si aceptan las aspiraciones de bajo nivel de Frozen Empire, es posible que obtengan una experiencia lo suficientemente agradable.

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