Lic. Ernesto Lerma
La estrella hollywoodense Russell Crowe está actualmente muy gordo desde hace algo más de una década, el actor se dejó estar, pero para bien, permitiendo que su físico, cada vez más inmenso y a la vez relajado, se ponga al servicio y potencie varias de las películas en las que participa. “Recuerdos mortales” se suma a la lista, aunque esté lejos de ser de lo mejor que hizo en los últimos tiempos. La ópera prima de Adam Cooper, basada en un libro de E.O. Chirovici, se centra en Roy Freeman (Crowe y su panza, que directamente ya es otro personaje con vida propia), un detective retirado que acaba de someterse a un tratamiento experimental para el Alzheimer y al que le solicitan revisar un caso que investigó cuando todavía estaba en actividad.
Se trata del brutal asesinato de un profesor universitario (Marton Csokas), por el que fue condenado a muerte un joven (Pacharo Mzembe) que, a pesar de haber confesado el crimen en su momento, ahora afirma ser inocente. Es entonces que Roy emprenderá una nueva investigación desde cero, lo que inicialmente será una ventaja (al no tener memoria de lo sucedido, puede analizar todo sin prejuicios), aunque progresivamente la pesquisa lo llevará a lugares tortuosos de su pasado y a recordar cosas que preferiría tener olvidadas. Si el punto de partida es un tanto disparatado, “Recuerdos mortales” avanza con la convicción suficiente como para que eso no importe tanto.
El método que aplica es paradójico: lo que hace del relato es enredarse cada vez más, con Roy revelando un mundo donde conviven la intelectualidad universitaria, agencias gubernamentales e individuos ubicados al margen de la sociedad. Para eso, la narración acompaña el recorrido del protagonista, del que pronto queda claro que casi siempre sabe menos que todos los personajes con los que se cruza: desde su ex compañero en la policía (Tommy Flanagan) hasta una ex discípula del profesor (Karen Gillan, en un gran error de casting), pasando por un estudiante (Harry Greenwood) con muchos rencores y al que solo conocerá mediante una especie de ensayo literario.
Hay que decir que Cooper maneja con cierta habilidad los códigos del policial y el thriller, balanceando apropiadamente el drama interior de Roy con los vericuetos de un misterio que durante la mayor parte del metraje sostiene la atención del espectador. Aunque claro, en un momento, “Recuerdos mortales” debe arribar a una serie de respuestas para todos los enigmas planteados y, a la vez, resolver los conflictos psicológicos y morales del personaje principal. Ahí, en esos últimos momentos claves, la película elige el final más obvio posible y se va cayendo a pedazos, con varias vueltas de tuerca entre arbitrarias y previsibles. Eso sí, la presencia de Crowe (que se las arregla para nunca estar fuera de timing y lograr que todo lo que se cuenta sea creíble) hace que todo sea llevadero.
En un intento de hacer una película de suspenso criminal atrapante, Crowe interpreta a Roy Freeman, un ex detective de homicidios con problemas de memoria, que se ve obligado a revisar un caso que no puede recordar. Con la vida de un hombre en peligro en el corredor de la muerte, Freeman debe analizar las pruebas de una investigación que ya tiene una década, y revela toda una red de secretos y traiciones. Solo puede confiar en sus instintos personales y descubre que, a veces, es mejor dejar las cosas como están. Este es un filme policial donde Russell Crowe, junto con su enorme e inmensa panza, sostiene con su presencia un relato repleto de giros y una serie de resoluciones que no están a la altura de contado previamente.
Mi 7.5 de calificación a esta producción cinematográfica que vale la pena por la correcta actuación de Russell Crowe en un relato con recursos endebles y un final totalmente previsible, pero la solvencia histriónica de la estrella de cine hollywoodense en rol el protagónico es el atributo más destacado de un filme que probablemente no quede en la memoria del gran público. Antes que las canas, para el cinéfilo una de las primeras señales de que se está haciendo mayor aparece cuando nota que los actores que vio convertirse en estrellas ya no son protagonistas sino los padres de los protagonistas. Un indicador más contundente es que esos mismos actores empiecen a encarnar personajes que tienen Alzheimer; Crowe viene de ser el padre de “Superman” y ahora le toca interpretar a un exdetective de homicidios que sufre demencia.