noviembre 24, 2024
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Criticando a ‘Guerra Civil’

abril 30, 2024 | 129 vistas

Lic. Ernesto Lerma

El cine de Alex Garland y la desesperanza porque el nombre del realizador inglés puede dividir opiniones, ya que en el mundo de la cultura popular generalmente se le aplaude su literatura porque cuenta con varias novelas publicadas, tanto como su trabajo como guionista de series de televisión, videojuegos y películas, así como el de director y productor de cine. Pero es en este último apartado en donde el desconcierto como elemento fundamental de sus trabajos desborda a muchos que terminan por descalificarlo.

Guerra Civil, su nueva película, está a punto de estrenar en los cines del mundo y pensamos que era buen momento para revisarla y conectarla con otras valiosas propuestas de Garland. En especial, porque, al contrario de lo que muchos dicen, no es una película de ciencia ficción como Ex-Machina, ni una película apocalíptica como Exterminio. Pero sí es un ejercicio de reflexión envuelto en cine de acción de primer nivel.

Construyendo un relato intenso que, más allá de su premisa básica, termina reflexionando sobre el periodismo y la búsqueda de la verdad porque el título busca el impacto y el tráiler vende una película que no es, pero en definitiva aquello que sí termina ofreciendo Guerra civil, aunque tal vez menos arriesgado (o menos comprometido), es sumamente estimulante.

Para ser concretos, si bien la película plantea un terreno de guerra civil a lo largo y ancho del territorio norteamericano, el filme de Alex Garland no es ni una reflexión sociológica sobre ese fenómeno ni, mucho menos, una especulación política de un tiempo y un lugar. Para algunos esto último resultará frustrante, porque Guerra civil evita tomar una posición clara desde lo ideológico/partidario, ya que nunca se detiene demasiado a explicar quiénes son unos y otros, y por qué hacen lo que hacen (aunque habrá quien se ponga a jugar el juego de las analogías).

Y siendo Garland quien está detrás de cámaras, esto termina siendo clave para que la película funcione: le exige más músculo que pretensiones filosóficas. Teniendo en cuenta sus antecedentes, se agradece. Tras una breve secuencia que nos presenta al presidente (Nick Offerman) preparando un discurso, la película salta a sus protagonistas, la fotógrafa Lee (Kirsten Dunst) y el reportero Joel (Wagner Moura) en medio de una refriega.

Desde ahí, no los soltará jamás ni tampoco aminorará la tensión: la ausencia de explicaciones o contextualización hace que cualquier territorio sea potencialmente peligroso para los personajes. Es una tensión fuera de campo de la que la película se vale para construir climas y mantener la atención del espectador. Lo que quieren los protagonistas es llegar a Washington para entrevistar al mandatario, algo que sus colegas no les recomiendan.

Al viaje se suman Sammy (Stephen McKinley Henderson), un viejo periodista con toda la experiencia, y Jessie (la ascendente Cailee Spaeny), una joven fotógrafa que admira a Lee y tiene el impulso inconsciente de querer ser parte. Cada personaje representa una forma de aproximación posible, son estereotipos, pero que en la fricción y en el vínculo con los otros sufren algunas modificaciones. El profesionalismo, el grupo, el viaje por la ruta siguiendo el evento, la rivalidad con otros colegas: Guerra civil hace recordar un poco a Twister, aunque sus intenciones claramente son otras.

Mi 8 de calificación a esta más que interesante cinta en la que Estados Unidos está sumido en una cruenta guerra civil. En este caos, un grupo de periodistas y fotógrafos viajarán por carretera a Washington DC. Su misión es llegar antes de que las fuerzas rebeldes asalten la Casa Blanca y derroquen al presidente. Es la reconciliación con el periodismo más crudo porque el nuevo largometraje de Alex Garland nos presenta una sociedad norteamericana dividida por la guerra civil y al borde del colapso como potencia mundial.

“Ve, mira, escucha, pregunta y cuéntalo lo mejor que sepas” es una máxima atribuida a Mark Twain que más de un estudiante de Periodismo recitó como un mantra, hace ya mucho tiempo, y que volvió a la cabeza de quien escribe esto tras ver Civil War. El nuevo largo de Alex Garland no solo supone una razón más para coronar al británico como Tío Vinagres oficial del cine especulativo, sino también un interrogante acerca del presente y el porvenir del oficio más detestado del mundo (a veces con razón, pero esa es otra).

Si bien Garland, tan majete como siempre, se ha esforzado en remachar que su filme no tiene nada de ciencia ficción, este no deja de ser un ejemplo del subgénero “cinco minutos en el futuro” que tan bien se le daba a su compatriota J. G. Ballard. Y al igual que el escritor (responsable literario de Crash y High-Rise, para que nos hagamos una idea), el cineasta se regodea en mostrar cómo una grieta en el orden de las cosas hace aflorar el sustrato monstruoso de la humanidad: esta vez se trata de un conflicto intestino que desgaja Estados Unidos por motivos que nunca se explican, ya que su función es la de excusa para enajenar paisajes en teoría familiares a base de paranoia y extrema violencia.

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