octubre 4, 2024
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julio 17, 2024 | 355 vistas

Arnulfo Mata Huerta

Para el maratonista victorense de nombre Ezequiel Reynoso Ochoa cualquier reto de montaña le atrae de gran manera y en fecha reciente se enlistó en la edición número 27 del Internacional Ultra Maratón de los Cañones que tuvo lugar en Guachochi, Chihuahua.

Recorrió desde las 5:00AM, 63 kilómetros en el Corazón de la Sierra Tarahumara en terreno lleno de piedras con frío y lluvia, pero con esas ganas de no rajarse y poner su mayor esfuerzo por no desentonar ante el grueso contingente en el cual había maratonistas de varios países, llegando en el lugar número 177 de 378 competidores.

Pero dejemos que sea el mismo Ezequiel quien nos dé a conocer sus vivencias en esta jornada montosa.

Y su relato dice así:

“Para muchos la gran fiesta, para otra competencia, tradición, para los locales mucho más que eso, la montaña es justa de nada sirven las lisonjas, apariencias, edades, géneros, en esta montaña solo salen los que demuestran su valor, su fuerza, su humildad”.

“Apuro el paso a la salida, son las 4:00 a.m. la charla con el jefe Happy “Héctor”, el saludo mañanero con los amigos, fotos, oraciones, chocamos los puños las palmas, sonreímos, nos colocamos en el arrancadero con la mirada confiada y al frente, solo 15 minutos antes creía imposible poder superar los primeros 20 km por lesiones de consideración, pero con el apoyo de Dios y de los amigos aquí vamos, todo o nada, pero no sin intentarlo, me apresto al salto de fe, confiado en mi capacidad y la bendición de Dios”.

“La ceremonia comienza con las bendiciones del sacerdote y de los chamanes, nos encomendamos a Dios agradecidos por la oportunidad de recorrer los senderos de la Sinforosa, la cuenta regresiva se mezcla con la música de la banda de la Sedena, las ofrendas de copal humean y sus llamas se alzan al cielo junto a las vistosas ofrendas y danzas, mientras nuestros pasos llenos de amor ya rozan con valentía el suelo de las calles del mágico Guachochi”.

“Nuevas historias se crearán hoy, nadie volverá a ser el mismo, la montaña te enfrentará a tus peores demonios, sacará a fuego y sangre el guerrero que hay en ti, el ladrido de perros y el canto de gallos son el marco de la negra y oscura mañana, el cielo bajito de un azul bruñido salpicado con unas cuantas estrellas, mientras amanece rodamos entre el lodo y negras sombras como agudos espectros de los pinos y crestas de roca, la claridad nos alcanza en la primer ranchería, los pájaros beben del rocío y cantan alegres, de ahí saltamos al borde de la barranca, el dolor de rodilla es tan intenso, como los mismos senderos, tan técnicos y peligrosos, este año la humedad le añade otro grado de dificultad, las panorámicas están de ensueño, los altos encinos y pinabetes, los prados verdes, la tierra roja, el olor a pino, tierra mojada y gatuño, sensaciones distintas nos asfixian, la atención es total al camino, la bajada ya cobra sus primeras víctimas, debajo de aquellos eternos y altísimos farallones bajo los pinares junto a la cañada nos abastecemos con el agua clara y limpia de los arroyos que nos endulza el alma, los higuerones cubren con sus raíces amarillas las enormes peñas, las cascadas de rocas y deslaves son barreras naturales pero como chivos saltamos entre roca y roca”.

“El río verde viene crecido y revuelto, lo bordeamos sin dejar de trotar, la deshidratación empieza a minarnos, hacemos los ajustes más apropiados a cada situación, la experiencia aquí es imprescindible el apoyo es mutuo para sobrevivir al ascenso, muy arriba, pero muy arriba entre las altas nubes se ve la fortaleza, el “Mirador” y la avioneta cesna haciendo cabriolas como vuelo de golondrina entre los cañones de la sierra, hasta allá subiré el alma mía con la carga mortal de mis cuidados, paso a paso, sin tregua avanzamos mientras los pesares, las angustias del día a día se desvanecen, las cenizas de dos corredores fallecidos nos acompañan hasta el sitio donde morarán en libertad por la eternidad, que grande es la barranca nos falta vista para apreciar el total de los paisajes, las zetas, la cascada Rosalinda, las Tinajas son estaciones que nos acercan al objetivo”.

“Los del staff súper rifados atentos a cada situación, los sonidos de mis cascabeles llaman en todo momento a mis ancestros, me concentro, rezo y canto con ellos, la gran visión de mis ancestros me llega de golpe, nos volvemos uno solo, el dolor físico va menguando, nuevos bríos me renuevan, la lluvia fría me protege, me cura, así alcanzamos el puente colgante y las últimas cuestas verticales, en la cima de la barranca frontera con la realidad”.

“Diviso en el horizonte los senderitos que se vuelven a quedar tan solos, tocamos la campana para avisar que sobrevivimos a la montaña, atrás quedaron mis frustraciones, mis miedos, mis dolores, caminamos, corremos, trotamos, a la meta hipnotizados con la belleza de sus parajes”.

“De vez en cuando algunas voces de los abastos nos regresan a la realidad, pero seguimos en este gran sueño, al cruzar el lago de las garzas, la meta queda a tiro de piedra, sentimientos encontrados, ya no quiero llegar, quisiera quedarme en este estado mental de conexión con los míos, los que fueron y los que son, entre mis ángeles y mis amigos”.

“Al fondo de la calle principal se ven las torres de la iglesia, un helicóptero zumbó volando bajo, las sirenas de las patrullas se encienden, la gente suena sus campanas y matracas, apretujados con sus impermeables y chamarras, pero firmes esperando a los suyos, gritería general, mi Bandera nacional salpica con alegría entre el viento la fría agua de la tormenta, mi corazón late con fuerza mientras yo me quedo en la meta y mis ángeles regresan a la señorial montaña donde me esperan eternamente”.

“Abrazos de familiares y amigos, besos, felicitaciones, fotografías, una bonita medalla, gracias a la organización, autoridades de todos los niveles, staff súper rifados, sacerdotes, chamanes, ciudadanos, patrocinadores, fraternos contendientes, werigaaaaa por siempre”.

Así nos contó Ezequiel Reynoso Ochoa, su experiencia en el Ultra Maratón de los Cañones en Guachochi, Chihuahua.

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