Lic. Ernesto Lerma
La nueva película de Marvel Studios está a caballo de una catarata de guiños para el fandome, recupera la vitalidad de sus mejores producciones cinematográficas. Hay una acumulación de elementos que podrían haber significado un desastre de película y, sin embargo, por la propia lógica caótica del Deadpool que interpreta Ryan Reynolds, termina siendo bastante coherente. “Deadpool & Wolverine”, el primer y único estreno de Marvel para este año, es un filme tan divertido como irritante, tan lleno de buenas ideas como de poses y efectismos, tan plagado de aciertos de puesta en escena como de arbitrariedades inconsistentes.
Pero en esa voracidad por ser muchas cosas, hay algo interesante: algo que late, algo vívido, algo que deja un poco atrás el cálculo y que revitaliza el universo ya demasiado aletargado de estas películas de superhéroes. “Deadpool & Wolverine” es por momentos casi una película experimental, que se arma desde adentro y con tan pura autoconciencia que las costuras se ven a la legua, y por otros momentos es un filme que avanza casi sin una estructura, pegando secuencia tras secuencia en un orden arbitrario y puramente sensorial, como la secuencia de la pelea entre los múltiples Deadpool que podría no estar ahí, pero tenía que estar.
Como en un “Elige tu propia aventura”, uno podría elegir arbitrariamente pedazos de esta película y avanzar. Es el filme nostálgico, es el filme-evento lleno de cameos y guiños, es el filme un poquito malhablado que sonroja a los ejecutivos de Disney, es el filme dócil que se supone salvaje pero es mucho más funcional de lo que cree, es el filme que viene a salvar la crisis de Marvel, es el filme que nos devuelve a Hugh Jackman en su rol icónico, es el filme que mete a Ryan Reynolds en el Multiverso de Marvel. Todas estas cosas están ahí, algunas son positivas y otras negativas, algunas tienen que ver con el cine y otra con detalles de producción, que por algún motivo extraño atraen demasiado al fandome.
Pero si todo esto resulta a simple vista una acumulación molesta, es eso mismo lo que hace que “Deadpool & Wolverine” funcione como un compendio de la larga historia de Marvel. Esa es una virtud porque le otorga a la película un carácter refundacional. Y ya está claro que a esta altura quejarse de que las películas de Marvel funcionan dentro de su propio universo es una pereza: son casi veinte años de películas y más de 30 producciones que construyen un sistema propio. ¿Qué otra cosa podrían ser más que ombliguistas? Pero pensando a la película como la tercera de Deadpool, hay que decir que si las anteriores eran un showcito un poco molesto de Ryan Reynolds, aparecen aquí un par de nombres propios que parecen ponerle un límite saludable a tanta verborragia y autoconsciencia.
Mi nueve de calificación a esta más que buena producción fílmica, donde la trama comienza como si se tratara de una versión de “Ratatouille” con gore y necrofilia (veremos al “mercenario bocazas” en aprietos e invitando al espectador a que se pregunte cómo llegó a esa situación). La estructura narrativa In medias res nos retrocede en el tiempo (con flashback incluido de la muerte de la versión de Ryan Reynolds que interpretó a Linterna Verde para DC, pero no el asesinato de Baby Hitler), para mostrarnos a Wade Wilson retirado de su versión heroica (fue rechazado como aspirante de los Avengers) dedicándose a la venta de autos (con todo y peluquín). Esta cinta tiene cuatro estrellas gracias a sus actores. Ryan Reynolds nació para este papel, y Hugh Jackman es y será siempre nuestro Wolverine. Los dos son una dupla estupenda.