octubre 22, 2024
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octubre 22, 2024 | 33 vistas

Lic. Ernesto Lerma

“Robot Salvaje” una nueva adaptación cinematográfica de una sensación literaria, el querido y galardonado bestseller de Peter Brown. La aventura sigue el viaje de un robot –ROZZUM unidad 7134, “Roz”– que naufraga en una isla deshabitada y debe aprender a adaptarse al duro entorno, estableciendo gradualmente relaciones con los animales de la isla y convirtiéndose en la madre adoptivo de un Gosling huérfano.

La más reciente película animada de los estudios DreamWorks explora temas profundamente humanos a través de la figura de un robot llamado simplemente Roz (Lupita Nyong’o), cuya llegada accidental a un territorio salvaje transforma su existencia programada en un viaje hacia el autodescubrimiento emocional. Esta cinta, dirigida por Chris Sanders (“Lilo & Stitch”, “The Croods”) y basada en la serie de libros de Peter Brown, se destaca no solo por su historia entrañable, sino también por la calidad de su animación.

Y es que las actuaciones vocales en The Wild Robot son excepcionales. Lupita Nyong’o, como Roz, logra un delicado equilibrio entre la frialdad robótica inicial y la lenta, pero significativa evolución hacia una comprensión emocional. Su voz es sutil, pero poderosa, aportando calidez maternal a un personaje que, a priori, parece incapaz de sentir. El trabajo de los actores de reparto es igualmente memorable. Pedro Pascal ofrece una interpretación divertida y astuta como Fink, el zorro, mientras que Catherine O’Hara brilla con un sarcasmo ácido como la zarigüeya que guía a Roz en su nueva misión como madre.

El elenco de actores de apoyo (que incluye a Bill Nighy, Matt Berry, Mark Hamill y Ving Rhames) añade aún más calidez a los personajes animales, haciendo que la isla se sienta vibrante y llena de vida. El estilo visual de la película mezcla foto realismo e impresionismo (la animación está inspirada en los cuadros de Claude Monet), capturando la belleza y la crudeza de la naturaleza. La atención al detalle en la animación de los entornos, como los bosques y las criaturas, es impresionante, ayudando a construir un mundo que resulta tanto fascinante como creíble.

El eje central de The Wild Robot es la maternidad. Roz, un robot diseñado para ejecutar tareas domésticas se enfrenta a una situación totalmente nueva cuando, tras un accidente, termina adoptando a un pequeño ganso llamado Brightbill (encarnado por Boone Storm en su etapa infantil y Kit Connor en su etapa juvenil). La película aborda con sensibilidad el proceso de Roz, que carece de sentimientos programados, para desarrollar un instinto materno a través de la repetición de movimientos y la observación del comportamiento animal. Es un viaje emocionante que refleja el poder de la maternidad como algo más allá de lo biológico.

La relación entre Roz y Brightbill es conmovedora y ofrece momentos de humor y ternura que son accesibles para niños, pero también evocan una profunda reflexión para los adultos. Los primeros 15 minutos de “Robot salvaje” están probablemente entre lo mejor que hemos visto en este año de estrenos. La película nos arroja a su aventura sin mediar explicaciones, nos encontramos con una robot que despierta en medio de un entorno salvaje y que no puede aplicar aquello para lo ha sido programada: que es estar al servicio de los demás, cumplir tareas que le asignen, vincularse. Por el contrario, todas las especies que se le cruzan, desde osos a ciervos, de aves a reptiles, le teman, la ven como un monstruo que llega para eliminarlos.

Lo que vemos en esos primeros minutos es, entonces, una sucesión de intentos de nuestra heroína metálica por vincularse con los demás mientras todo le huyen, en una catarata de chistes físicos efectivos y en una retahíla de intentos de aprendizaje que es también lo que hace el espectador mientras intenta acomodarse a lo que está viendo: “Robot salvaje” no da todo servido ni masticado, se corre del cine enseñanza que es tan habitual en la producción animada, y aplica perfectamente uno de los términos que conforman su título: los animales son salvajes, se comen entre sí, la muerte es algo latente en ese universo regido por reglas que tienen que ver con la supervivencia.

Mi nueve de calificación a este filme cuya adaptación del libro de Peter Brown mantiene el espíritu del original, con su mensaje sobre la capacidad de las máquinas para sentir y evolucionar, pero añade un nivel emocional y visual que es puramente cinematográfico. Las secuencias de acción silenciosas, en particular, logran transmitir mucho sin necesidad de palabras. Aunque los animales que habitan la isla son, en esencia, animales con comportamientos naturales, la película los usa hábilmente para reflejar muchos de los vicios y complejidades de la sociedad humana.

Desde la desconfianza inicial hacia Roz, hasta la manera en que se organizan socialmente, los personajes animales destacan por su diversidad de personalidades y comportamientos. Sin embargo, la cinta nunca abandona su enfoque naturalista, logrando equilibrar la representación animal con una sutil crítica a la dinámica de la sociedad humana, donde el miedo a lo desconocido y el instinto de supervivencia dominan las interacciones.

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