Lic. Ernesto Lerma
Analizando esta cinta concluyo que el Universo Marvel de Sony Pictures fracasó rotundamente en su intención de construir una franquicia con villanos, lejos de Spider-Man y con películas entre ridículas e inclasificables. Esta semana se tomó una decisión que era un secreto a voces desde hacía varios meses. Se concretó el final del Universo Marvel de Sony. Curiosamente, esta determinación trascendió en los medios de comunicación estadounidenses en simultáneo con el estreno de “Kraven el cazador”, la última película del “Spiderverso” sin Spider-Man que se desarrollaba desde 2018.
En estos seis años, con la paralización de producción a causa de la pandemia en el medio, se cuentan escasos éxitos entre tantos fracasos. Sin embargo, lo que más llamó la atención de esta novedad son algunos detalles relacionados con el Hombre-Araña y las decisiones tomadas por los ejecutivos para defender su indefendible universo de villanos. Días atrás, se conoció que Sony no producirá nuevas películas asociadas a estos personajes hasta nuevo aviso. Si bien la información habla de una situación temporal, nada lleva a creer que la paralización de este Universo Marvel de villanos no sea permanente.
Más allá de los fracasos artísticos y económicos que representaron “Morbius” y “Madame Web” (“Kraven el cazador” va por ese camino), la única excusa que poseía el estudio para movilizar esta narrativa era la franquicia “Venom”. No obstante, “Venom: el último baile” no sólo concluyó la trilogía, sino que también ha marcado el fin de las obligaciones contractuales del actor Tom Hardy. Aquí en esta película de Kraven, el Universo Marvel de Sony logra otra película insustancial, que se toma en serio a sí misma y tiene una mirada abyecta sobre la historia y la justicia por mano propia. Porque el Universo Marvel de Sony llegó momentáneamente a su final con el estreno de “Kraven el cazador”.
En otra apuesta protagonizada por un histórico enemigo de Spider-Man, se apeló a la acción y a la brutalidad para darle vitalidad y atractivo a la historia. Sin embargo, una vez más Sony ha confundido gordura con hinchazón. Aquello que se vendía como sangriento se muestra a cuentagotas y con un poco de pudor. Lo salvaje está reducido al vínculo evidente con la naturaleza y algunas especies que representan la ferocidad del mundo animal. Y lo lúdico está postergado a las cargas, los traumas, los errores y los conflictos éticos y morales en un mundo cruel. En fin, de esto se trata la cacería con conciencia social de Kraven.
La película inicia con una breve misión de Sergei Kravinoff/Kraven el cazador (Aaron Taylor-Johnson), quien se infiltra en una cárcel de máxima seguridad en la nevada Siberia para asesinar a un jefe de la mafia. Tras demostrar sus habilidades sobrehumanas y su vínculo con los animales, el protagonista regresa a su hogar dando paso a un muy extenso flashback para contar cómo había adquirido sus poderes. En ese momento se introducen ciertos personajes y conflictos que serán relevantes en el presente, ya que esa primera misión en Siberia desata una cacería sobre el cazador. A fin de proteger su anonimato y a su hermano Dmitri (Fred Hechinger), Kraven deberá enfrentarse a una serie de peligrosos enemigos para descubrir quién le puso precio a su cabeza.
Kraven el cazador repite uno de los grandes problemas que han replicado casi todas las películas del Universo Sony de Marvel: se toma demasiado en serio a sí misma. En dos horas de metraje casi no hay tiempo para la aventura. El relato está tan cargado de traumas personales, misiones trascendentales y cuentas pendientes por conflictos irreconciliables que casi no hay momentos genuinos de humanidad y entretenimiento. Se entiende que Nikolai Kravinoff (Russell Crowe) sea la representación de la maldad, algo con lo que Crowe juega y exacerba a partir de su carisma y oficio, pero en el resto de los protagonistas se manifiesta un desfile de cinismo y miserias con los que es imposible empatizar.
Asimismo, las motivaciones de los héroes son tan planas y superficiales que aburren, así como tampoco hay sutileza en subrayar el mensaje ambientalista de la historia. En tanto, la fortaleza de la película radica en su apuesta por la acción para resolver conflictos. En ese sentido, no existe posibilidad de mediación entre ambos bandos y, además, se sincera en que la justicia y sus mecanismos no son una opción en un mundo salvaje donde impera la ley de la selva. Si bien hay algunas secuencias de caza y combate logradas, “Kraven el cazador” falla en todas sus resoluciones, que oscilan entre lo previsible, lo abrupto y lo vergonzoso (hay una escena de alucinación con arañas que es lamentable). De hecho, así ocurre en los enfrentamientos que Kraven mantiene con Rhino (Alessandro Nivola) y El Extranjero (Christopher Abbott).
Mi siete de calificación a esta producción fílmica que como se podía temer, los siete primeros minutos difundidos a modo de aperitivo en la red, son lo mejor de la leyenda del cazador protagonizada por Aaron Taylor-Johnson, no se puede decir que “Kraven, el cazador” ruso de piezas mayores nacido como enemigo de Spider-Man en 1964, haya tenido mucha suerte hasta la fecha: había aparecido en numerosas series animadas, pero nunca en carne y hueso; estuvo a punto de salir en “Black Panther”, pero se quedó en el banquillo, y la idea de convertir al villano en héroe con una película a su nombre coleaba desde 2018 en las oficinas de Sony. Tenía que dirigirla Antoine Fuqua, por su sintonía con el guionista Richard Wenk, pero acabó recayendo en J.C. Chandor.