febrero 5, 2025
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Criticando a ‘Hombre Lobo’

febrero 5, 2025 | 32 vistas

Lic. Ernesto Lerma

Esta película contra las expectativas de buena parte de la crítica, funciona bastante bien como un drama donde lo monstruoso expresa los conflictos paterno-filiales aunque fue un fracaso de “Hombre lobo” en Estados Unidos no solo fue comercial sino especialmente de crítica. En ese campo, el reproche principal fue que Leigh Whannell intentó repetir la misma operación que la de “El hombre invisible”, pero que esta vez le salió mal.

Lo cual es un tanto insólito, porque el filme está lejos de querer hacer una lectura sobre la violencia machista y/o misógina, o una justificación de la defensa por cualquier medio (incluso mediante métodos revanchistas) de la mujer frente al hombre. Pero quizás esto ocurra porque la crítica quería o esperaba algo que el realizador no tenía la obligación de cumplir. Lo que se dice confundir expectativas con calidad.

Contra los deseos del campo cultural estadounidense, tan atado a la ideología woke, lo que cuenta “Hombre lobo” es, enmarcado en la estructura genérica del terror, un drama paterno-filial donde el eje del conflicto es un hombre. Este es Blake (Christopher Abbott), que regresa, junto a su esposa Charlotte (Julia Garner) y su hija Ginger (Mathilda Firth), a su hogar de origen en un bosque en Oregon tras confirmarse el fallecimiento de su padre.

La relación con su progenitor había sido muy problemática y Blake se había ido del lugar siendo muy joven, por lo que el retorno pretende funcionar como un ajuste de cuentas con el pasado que le permita seguir adelante y recomponer un matrimonio que no está precisamente en su mejor momento. Sin embargo, todo se desbarranca ya antes de llegar a destino: hay un accidente en el que la camioneta se sale del camino y se estrella en el medio del bosque, y Blake es mordido por una extraña criatura, un híbrido entre hombre y bestia.

Es así que la familia termina refugiada en la vieja casa familiar, con el monstruo acechando en las inmediaciones y Blake sufriendo una progresiva transformación que lo lleva a perder su identidad. En vez de plantear una historia donde la licantropía funcionaba como una metáfora de la violencia masculina a la cual deben enfrentarse una madre y su hija (aunque algo de eso haya en el tramo final), el foco conflictivo de “Hombre lobo” es el de un hombre que se da cuenta de que ese pasado del que huyó puede alcanzarlo de formas inesperadas.

Frente a eso, otro drama, el de una mujer que va tomando consciencia de que el deterioro de su esposo va anulando su identidad y de que debe asumir plenamente su rol como madre. Whannell, para esto, no recurre a métodos originales, pero sí a los lógicos e indispensables: un uso potente del sonido y del fuera de campo como herramientas expresivas, sumado a un abordaje de la violencia corporal que no es un simple regodeo en el gore, sino una vía para trabajar en la degradación que sufre el protagonista. Lo que cuenta el filme es bastante simple de hecho, más de dos tercios del metraje transcurren en ese único espacio que es la casa y sus alrededores- y se hace cargo de esto, pero tampoco se achica frente al espectador.

Es cierto que “Hombre lobo” tiene unos cuantos defectos: hay varios diálogos que redundan en los dilemas centrales que afrontan los protagonistas y ciertos recursos formales que no funcionan del todo. Pero la puesta en escena de Whannell mantiene la coherencia a lo largo de todo el relato y eso le permite encaminarse, progresivamente, hacia un cierre trágico, aunque consistente con todo el desarrollo narrativo. Recién arranca el año, pero esta ya se posiciona como una de las películas subvaloradas del 2025. O, por lo menos, como uno de los grandes malentendidos.

Le otorgo mi 8 de calificación a esta producción fílmica de Universal Pictures, y es que dentro de cada hombre yace una bestia esperando ser desatada; esa es la premisa central detrás de la mayoría de las películas de hombres lobo, ya sean aterradoras (“The Howling”), sensuales (las películas de “Twilight”) o, ocasionalmente, ambas (el thriller con Jack Nicholson y Michelle Pfeiffer, “Wolf”). A veces, esta fiebre de luna llena se ve como algo liberador. Otras, es una dolorosa aflicción. Rara vez es un subtexto. Y desde los días de gloria sangrientos del horror de los años 80, artistas como Rob Bottin y Rick Baker han convertido esas escenas de transformación lupina en espectáculos de efectos especiales.

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