Patricia Azuara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.-
Candelaria Almaguer Ledezma, la mujer más longeva de la capital de Tamaulipas, cumplió 105 años este 2 de febrero.
Su familia le preparó una pequeña fiesta para celebrar su vida porque “cumplir y festejar, vale la pena”.
La tampiqueña, radicada en Ciudad Victoria, aseguró que para lograr esa edad “come muy bien, las tres comidas”.
En esta ocasión se le celebró más íntimamente en el barrio que la vio crecer.
Y es que el pasado mes de diciembre, Doña Cande perdió a su hermana menor, por lo que la familia decidió hacer un festejo discreto por respeto al luto que vive.
CELEBRAR LA VIDA
“Vamos a celebrar su vida, pero la vamos a celebrar de esta manera, habíamos iniciado con una simple comida, pero la familia se fue uniendo y no es por demás, porque 105 años no se cumplen todos los días”, dijo una de sus nietas.
El inevitable paso del tiempo ya cobró factura en físico y su mente. Habla un poco más lento, pero sus ganas de vivir se mantienen intactas. Parte de su numerosa familia se dio cita en su festejo.
LA VIDA DE DOÑA CANDE
Doña Cande es la mujer más longeva de Ciudad Victoria, nació el dos de febrero de 1920, en Tampico, Tamaulipas, y a la edad de 10 años se mudó al ejido Benito Juárez en Ciudad Victoria, donde encontró el amor y formó una familia.
SEIS GENERACIONES
Mujer privilegiada, con una numerosa descendencia que hoy tiene la dicha de disfrutar desde sus hijos hasta un tataranieto, es decir, su sexta generación.
Seis hijos, 22 nietos, 44 bisnietos, 17 tataranietos y un tataratataranieto son, hasta hoy, los integrantes de la familia que procreó a lado de don Juan Hernández Linares, su esposo, quien murió hace 28 años.
“Ya les dije que me entierren con mi esposo, pero ahora me va a tocar arriba de él, bueno que me pongan a un ladito”, es la encomienda que les dejó a sus familiares, para el día que le toque partir de este mundo.
Simpática y muy amable, durante los 45 minutos de entrevista doña Cande nos arrancó múltiples carcajadas con sus bromas y esa manera tan peculiar de relatar su historia. Desde la pobreza extrema que vivió hasta las infidelidades de su marido.
“Me las llevaba a la casa. Una vez, hasta le di dinero para que pagara el taxi, ahí la llevaba, me las enseñaba a las otras mujeres, yo era muy buena, antes aguantábamos mucho”.
Y es que en aquellos años el mundo era regido por los hombres, la participación de las mujeres en el entorno social y familiar, era nula y la premisa, obedecer.
AFORTUNADA Y FELIZ
Pero con todo y la vida difícil que le tocó, se considera una mujer afortunada y demasiado feliz. El estar rodeada de los suyos alimenta su alma, y le da fuerzas para aguantar tantos años, como Dios se lo permita.
Doña Candelaria nació el dos de febrero de 1920, en Tampico, Tamaulipas, cuando la urbanización aún no llegaba ese puerto, que hoy está convertido en uno de los principales sitios turísticos del país.
La tecnología, ni pensarla. La ropa la desarrugaba con planchas de carbón y cocinaba en hornos de leña. A sus hijos los parió con partera y a todos los amamantó, recordó.
“Qué doctores, ni qué nada, no había nada, y teníamos nuestros hijos así, y no teníamos problemas, y muy bien, la señora que me atendía se llama doña Marciana, ni qué inyecciones, nada más una tapa de hierbas que le daban a uno”.
Llegó a la edad de diez años al ejido Benito Juárez, en Ciudad Victoria. A los 20 años se escapó, “descalza por el monte y montada en burro” con su esposo, con quien estuvo casada durante 55 años.
LA FORTALEZA DE DOÑA CANDE
Doña Candelaria es símbolo de fortaleza y entrega, así la describe su familia. Cuidó con esmero y dedicación a su marido, a quien una mortal enfermedad lo dejó postrado en la cama los últimos años de su vida.
Al igual que a dos de sus hijos que perdieron la batalla por complicaciones de salud, “no se despegó de ellos hasta el último suspiro, fue muy dedicada a ellos, porque tuvieron una enfermedad muy difícil”, recordó su hija Esther.
“Ha sido muy fuerte, porque aguantar no solo la muerte de un esposo y de sus hijos, sino el atenderlos de sus enfermedades muy fuertes, los tres postrados en cama y ella ahí, ella les preparaba su comida, siempre le hizo todo”, aseguró su nieta, Cristina Hernández.
Para salir adelante, doña Candelaria lavaba y planchaba ajeno y hacía tortillas para vender. Hoy está a cargo del menor de sus hijos, Juan, aunque todos colaboran con sus cuidados.
Gran parte de su vida radicó en el domicilio ubicado en el 18 y 19 Conrado Castillo, pero dejó esa casa cuando sus vecinos empezaron a morir, “de ahí me fui, porque después me llevan, y no quiero, yo quiero vivir más todavía”.
JR
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