febrero 20, 2025
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Victoria a principios del siglo XIX

febrero 10, 2025 | 299 vistas

Francisco Ramos Aguirre

Ciudad Victoria, Tamaulipas.-
En abril de 1825, al convertirse en sede de los poderes del Estado de las Tamaulipas, Ciudad Victoria inició un importante proceso de desarrollo en diversos ámbitos económicos, social, educativo y cultural. Una de las primeras medidas del gobernador Lucas Fernández en 1826 fue habilitar la residencia del cura Miguel de la Garza enfrente de la Plaza de Armas como sede de su gobierno. Desde ese lugar emitió en distintas fechas la orden de expulsión de españoles de la entidad, designó algunas ciudades con los nombres de próceres de la independencia y expidió el decreto de la Ley de Sirvientes, compuesta de 31 artículos con grandes desventajas para los trabajadores de haciendas y fincas agropecuarias.

 

LA VIDA EN CIUDAD VICTORIA

Probablemente la concentración de los poderes políticos en Ciudad Victoria como Capital de Tamaulipas no debió ser del agrado para los grupos de poder de mayor importancia pertenecientes a Matamoros, Tampico y Tula. Sin embargo, habría que tomar en cuenta que durante los primeros años del siglo XIX Aguayo se había convertido en el principal escenario de operaciones del gobierno virreinal.

Es evidente que debido a la Guerra de Independencia y otros factores la nueva capital no contaba con una infraestructura adecuada para atender las necesidades de su nueva encomienda. Por ejemplo, su arquitectura era muy precaria, las calles y callejones no estaban empedrados, la parroquia era un modesto edificio en proceso de construcción y el camino de la Sierra Madre resultaba inaccesible. A cambio, ofrecía un ambiente apacible donde prevalecían numerosas huertas de árboles frutales, abundante agua que corría por las acequias, ganadería y agricultura en plena expansión.

La actividad de los funcionarios públicos se centraba en sentar las bases administrativas de los diferentes niveles de gobierno. Sin embargo, no todo se centraba en la actividad política. Además de los decretos de carácter político y electoral, entre 1826-1837 los diputados tamaulipecos aprobaron algunos relacionados con la vida cotidiana y entretenimiento de sus habitantes. Por ejemplo, la aprobación para celebrar ferias en Revilla, Horcasitas, Ciudad Victoria y otras poblaciones.

Otro de los aspectos que formaban parte de la vida de Ciudad Victoria, era la concentración de tropas en el cuartel militar o en la Plaza Principal o de Armas. Desde este lugar, los comandantes militares y gobernadores lanzaban proclamas y discursos, no solamente durante la celebración de festejos y actos cívicos, sino también en los momentos de rebeliones y asonadas. Aquí acamparon las tropas del general Joaquín Arredondo durante la Guerra de Independencia, a las que pertenecía el entonces cadete Antonio López de Santa Anna.

En opinión de algunos extranjeros en esa época, era una ciudad de pocos alcances. Por ejemplo, en 1830 el botánico suizo Jean Louis Berlandier, quien centraba sus opiniones en su infraestructura urbana, describe un banco de cantera en la colina del sur, carreteras de la Sierra Madre y ubicación geográfica: “Esta capital es poco considerable.” En tanto, por esos mismos años el empresario norteamericano es más generoso cuando afirma que existen a su alrededor ranchos, huertas y sembradíos de caña de azúcar: “Algunas de sus construcciones son bonitas y confortables y hay, entre ellas, un colegio recién inaugurado donde se enseñan varios idiomas…Esta tarde subí a la azotea de una de las casas más altas del pueblo, para echar un vistazo hacia los alrededores, los cuales me parecieron muy bonitos.”

Como referencia este lugar se contempla en el primer plano de la Villa de Santa María de Aguayo en 1750, enfrente de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio donde Miguel Ramos Arizpe se desempeñó de capellán a principios del siglo XIX. Lo mismo que finales de 1829 el General Manuel Mier y Terán, Comandante Militar de Oriente, anunció su llegada a Ciudad Victoria en un afán de mediar la paz entre los grupos políticos en pugna. Es decir, entre los Fernández y los de la Garza comandados por el general Felipe de la Garza, quien envió a los ciudadanos un comunicado en desacuerdo a su presencia en la capital tamaulipeca.

Para 1832, ambos generales Felipe de la Garza y Manuel Mier y Terán habían fallecido. El primero el 16 de febrero en Soto la Marina, donde radicaba al lado de su esposa a quien apodaban La Generala. Mier y Terán se suicidó en Padilla, Tamaulipas en julio mientras se encontraba hospedado en la casa donde permaneció prisionero Agustín de Iturbide. Aquel día tomó su espada y se la clavó a la altura del corazón.

En cuanto a la educación de los tamaulipecos, el gobernador Lucas Fernández apoyó en establecimiento en Ciudad Victoria de una Escuela Normal Lancasteriana o Escuela Pública de Enseñanza Mutua, a cargo del maestro español Ignacio Ribott, quien firmó un contrato para este fin en mayo de 1828. Esto se logró gracias a lo contemplado en el artículo 4º de la Ley que aprobó dos años antes el Congreso del Estado.

En 1831 las noticias de la Capital tamaulipeca, se difundían a través de los periódicos que circulaban semanalmente. Los victorenses que sabían leer y escribir se informaban de los acontecimientos en La Guía del Pueblo y El Despertador de Tamaulipas. Su contenido era político y reflejaba la tendencia de los grupos de poder y la fuente principal de las noticias era el Congreso del Estado. El Despertador de Tamaulipas, representado por José Miguel de la Garza García, empezó a editarse los jueves de cada semana, probablemente a partir de mediados de 1831.

A pesar de la ley de expulsión de españoles que se oponían al proceso independentista de México, Ciudad Victoria se convirtió en un lugar seguro para migrantes. Uno de ellos fue el doctor José Núñez de Cáceres de origen dominicano, precursor de la independencia de aquel territorio caribeño. Debido a los conflictos políticos abandonó su lugar de origen y en 1827 decidió establecerse con su familia en Ciudad Victoria, donde ocupó cargos importantes dentro de la política.

En esa época surgieron en Victoria, inspirados poetas patrióticos que les cantaban a los héroes de la independencia nacionales y tamaulipecos. Por ejemplo, un día anterior a la celebración del Grito de Dolores, El Despertador de Tamaulipas publicó en 1831 una Oda donde, además de Hidalgo, Morelos, Allende y Matamoros -no a Josefa Ortiz, mucho menos a Leona Vicario-, se menciona a los próceres locales, pero sí a las mujeres:

Ved lo que trae laureles en las sienes,

laureles que los Casas y Jiménez,

héroes tamaulipecos,

cortaron en la lid la Independencia,

conteniendo con presta diligencia,

de Dolores los ecos.

La patria libertad, ¡Oh dulces nombres!

que inspiráis la proeza de los hombres,

que sublimas las almas,

que ponéis de la gloria en el sendero,

y coronáis la fuente del guerrero,

donde los corazones como mares,

se ofrecen liquidados,

el uno es para ti patria adorada,

tuyo es otro libertad amada.

Descienden de los cielos,

salid, corred, tamaulipecas bellas,

que el patrio suelo ornais,

cual las estrellas.

JR

 

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