Lic. Ernesto Lerma
Tengo que reconocer que hay fenómenos de las plataformas de streaming que lucen como verdaderas incógnitas. ¿Por qué una miniserie como “Adolescencia”, que no parece tener ningún atractivo por encima de cualquier drama de los tantos que se estrenan, se convirtió en tendencia y tema de conversación en el supermercado? “Adolescencia” parece cubrir el hueco de miniserie de Netflix sobre temas importantes que el año pasado ocupó “Bebé Reno”.
En verdad no sabemos por qué se convierten en éxitos, pero intuimos algunas cosas. En el caso de “Bebé Reno” había algo de poética del reviente y la sordidez, del reality show, de sensacionalismo, que suele gustar. En el caso de “Adolescencia” es más difícil, aunque hay pistas. En primera instancia el tema, relacionado con la adolescencia actual y sus códigos comunicativos, lo que habilita al acercamiento de magazine de la tele, donde especialistas de toda laya viven sus 15 minutos de fama evidenciando sus conocimientos sobre la temática en cuestión.
En segunda instancia, la forma, los benditos planos secuencia, un elemento narrativo que siempre es fascinante, pero que en ocasiones puede ser una trampa de puro virtuosismo. Lo bueno de “Adolescencia”, la serie creada y escrita por Stephen Graham y Jack Thorne, y protagonizada por el propio Graham, Owen Cooper y Ashley Walters, es que si bien cae en ambas vertientes, encuentra la manera de escapar al mero oportunismo. En primera instancia puede que hable de la adolescencia actual, y que eso la feche cuando dentro de veinte años las redes sociales sean un mal recuerdo, pero tiene la pertinencia de superar ese obstáculo y hablar del proceso de crecer escapando al radar temporal.
Su mirada es universal y compleja, sin respuestas fáciles, con un grado de honestidad que incluso rehúye del showcito interpretativo, que es una seducción para sus protagonistas. Y si en buena parte logra eso es porque desde lo narrativo ancla su mirada desde lo cinematográfico. El plano secuencia puede ser gratuito en ocasiones (el segundo episodio es el más discutible), pero siempre resulta útil para entrar y salir de las emociones de los personajes, de sus silencios, de sus gestos, de las complicidades y distancias. Y hay algo de verdad en muchos de esos momentos que se capturan en tiempo real, donde la paz da paso a veces a la tormenta, como en el cuarto y último episodio.
“Adolescencia” está siempre en el borde de caer en las tentaciones del facilismo, pero tiene la inteligencia como para no dejarse seducir, como para saber qué contar, dónde poner la cámara, qué mostrar de todo eso que tiene para mostrar. Y es angustiante y shockeante, sin caer en esa poética de la miseria tan habitual por estos tiempos. De lo mejor del año con la nueva miniserie de Netflix tiene de todo en solo cuatro episodios. Según el capítulo, esta serie es un policial; un estudio sociológico sobre la ira masculina, el ciberacoso y un sistema escolar británico en decadencia; un thriller psicológico; y una tragedia sobre cómo, en el siglo XXI, el lugar más peligroso para un chico puede ser su propia habitación.
Dos elementos unen tanto despliegue. El primero es que todo gira en torno a la misma investigación criminal sobre si Jamie Miller, de 13 años (Owen Cooper), asesinó a una compañera de clase. El segundo es que cada episodio está filmado en una sola toma. Antes, los planos secuencia eran tan difíciles de realizar que solo los mejores directores como Alfred Hitchcock (La soga), Orson Welles (Sed de mal) o Martin Scorsese (Buenos muchachos) se atrevían a intentarlos. Pero el avance en la tecnología de cámaras (y, más recientemente, de drones) ha hecho que el proceso sea más común.
Así que existe el riesgo de que el truco de “Adolescence”, escrita por Jack Thorne y dirigida por Philip Barantini, pueda parecer tan rutinario como pretencioso. Pero acá el recurso es poco menos que asombroso y esencial para entender por qué la serie funciona tan bien. Barantini, el director de fotografía Matthew Lewis y equipo encuentran continuamente formas de hacer que el movimiento de la cámara sea fluido, sin importar qué esté filmando o hacia dónde se mueva. Los productores han declarado que estos episodios fueron, de hecho, filmados en una sola toma y no en múltiples tomas invisiblemente cosidas.
Sin embargo, el enfoque de una sola toma rara vez se hace notar. Está ahí para hacer que la expansión de ideas de la serie se sienta como parte de la misma historia, sin importar cuán diferentes parezcan los episodios. Y también para atrapar a los espectadores en la misma pesadilla en la que se encuentran los Miller al comenzar a contemplar la idea de que Jamie podría haber cometido un crimen monstruoso. El enfoque de una sola toma rara vez se hace notar. Está ahí para hacer que la expansión de ideas de la serie se sienta como parte de la misma historia. Como no hay cortes, tampoco hay escape de las emociones crudas e incómodas.
Además, lo del debutante Owen Cooper es asombroso. Puede pasar de estar calmado, incluso juguetón, a estar triste o completamente aterrador en segundos, y todo se ve completamente natural y fascinante. Qué hallazgo. Incluso con estas grandes actuaciones y con la brillantez técnica, “Adolescence” no es fácil de ver. Pero es candidata para convertirse en lo mejor del año en la pantalla chica y en eso la popular plataforma Netflix acierta en sus producciones televisivas más que en sus productos fílmicos que buscan franquicias; toca esperar para la llegada de la segunda temporada.