Rogelio Rodríguez Mendoza
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Después de años de silbidos, miradas incómodas, comentarios “inocentes” y persecuciones disfrazadas de galantería, el Congreso de Tamaulipas ha decidido que –quizá– es momento de reconocer que el acoso sexual callejero no es un piropo, sino una agresión.
La diputada morenista Lucero Deosdady Martínez López propuso tipificarlo como delito en el Código Penal del Estado.
La propuesta busca que quien acose en la vía pública con gestos, palabras o actitudes de connotación sexual –porque al parecer todavía hay quien no lo considera un problema– pueda pasar de seis meses a un año en prisión, además de pagar una multa de hasta 300 UMAs. Un castigo modesto, pero al menos ya es algo más que un “no lo vuelvas a hacer”.
Según la diputada, no se trata solo de castigar al que silba desde su coche o al que graba sin permiso: se trata de reconocer que miles de niñas, adolescentes y mujeres han crecido condicionando su ropa, sus rutas y sus horarios para evitar este tipo de “interacciones” que tanto se han normalizado. “Nada como pasar por un grupo de desconocidos y sentir que el espacio público no es tuyo”.
“Para quienes aún creen que el acoso callejero es cosa de exageradas, ahí van los datos: 45.6 por ciento de las mujeres mexicanas han sufrido algún tipo de agresión en espacios públicos, y más del 70 por ciento de sus agresores eran, claro, completos desconocidos. Pero eso sí, todavía hay quien defiende el “¡guapa!” como si fuera patrimonio cultural”.
La reforma al Código Penal incluye una definición clara del acoso callejero y equipara su sanción con la del acoso sexual tradicional. Aunque no hay aumentos en la penalidad, el simple hecho de reconocer que existe y debe castigarse ya es todo un avance legislativo… en 2025.
La diputada recordó que entidades como Ciudad de México y Guerrero ya tienen tipificado este delito desde hace tiempo. ¿Tamaulipas? Apenas considerando que incomodar a alguien en la calle con insinuaciones sexuales no es libertad de expresión, sino violencia.
Y así, mientras muchas mujeres siguen caminando rápido, con audífonos y la mirada al piso para evitar el “acercamiento”, ahora queda en manos del Congreso tamaulipeco decidir si por fin el espacio público será realmente público… para todas y todos.
JR
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