Lic. Ernesto Lerma
Aunque es un thriller de acción genérico que, pese a la presencia magnética de un Jason Statham, no logra destacar dentro del género porque David Ayer, el director que alguna vez entregó dos de las mejores películas de acción de su tiempo (“End of Watch” y “Fury”) parece haber perdido su toque desde el desastre de “Suicide Squad”, que no solo resultó ser una experiencia cinematográfica fallida en todo sentido, sino que contribuyó al colapso del universo cinematográfico de DC.
Sus trabajos posteriores, como “Bright”, un desastroso experimento de fusión entre fantasía y acción, y “The Beekeeper”, una película de acción funcional pero carente de la fuerza de sus mejores obras, dejaron en evidencia que el director aún no ha logrado recuperar el pulso. Con “A Working Man”, Ayer se une nuevamente a Jason Statham, el actor británico que debutó en videos musicales de Erasure, The Shamen y The Beautiful South, para luego brillar a las órdenes de Guy Ritchie, pero que no ha podido recuperar la gloria lograda en “Lock, Stock & Two Smoking Barrels” y “Snatch”.
El resultado de esta colaboración es otro thriller de acción genérico que no logra alcanzar ni la electricidad de “End of Watch” ni la fuerza de “Fury”. A propósito de DC, la historia de “A Working Man” surge de la novela “Levon’s Trade” de Chuck Dixon, guionista de cómics conocido por su trabajo en Batman y Green Arrow para DC (y Conan y The Punisher para Marvel). Sylvester Stallone, autor del guion de la película, retoma esta historia para construir un vehículo de lucimiento para Statham. Sin embargo, su trabajo está plagado de problemas.
Primero una trama reciclada que bebe de “Taken” y del insulso remake de “Get Carter” que él mismo protagonizó, una colección excesiva de villanos caricaturescos y una serie de personajes secundarios (y actores) muy mal aprovechados. La falta de lógica en ciertos pasajes del guion no hace más que evidenciar su naturaleza funcional: se trata de una excusa para que Statham haga lo que mejor sabe hacer, repartir golpes con su característica eficacia. Statham interpreta a Levon Cade, un ex militar convertido en capataz de construcción que cuando Jenny (Arianna Rivas), la hija de su jefe (Michael Peña), es secuestrada por traficantes rusos, decide tomar cartas en el asunto.
Con un código de honor inquebrantable, Cade se embarca en una misión de rescate donde la violencia es la única solución viable. Statham se apoya en su presencia imponente y en su capacidad para coreografiar peleas brutales, pero el personaje en sí es un compendio de clichés: una mezcla entre Charles Bronson, Steven Seagal y Liam Neeson, eso sí, con el carisma de los dos primeros y algo del dramatismo del tercero. Como sucedió con “The Beekeeper”, la interpretación de Staham aquí es sólida, pero no ofrece nada nuevo dentro de su filmografía. El problema principal de “A Working Man” es que no tiene una identidad propia.
La película intenta construir una mitología criminal al estilo “John Wick”, con una mafia rusa dotada de reglas y códigos internos, pero nunca logra hacer que ese mundo se sienta real o interesante. Ayer, quien en sus mejores tiempos era capaz de capturar la crudeza de la vida callejera con autenticidad, ahora parece perdido en una narrativa inconexa. La ambientación carece de solidez, con transiciones de escenarios que desafían la geografía real urbana y una iluminación que, en ocasiones, bordea lo ridículo. Se insertan imágenes del skyline de Chicago a modo de recurso perezoso para recordar la ubicación de la trama, pero el filme nunca logra construir una atmósfera convincente.
Si algo sostiene la película, es la presencia de Statham y sus escenas de acción. Hay momentos bien logrados, aunque las secuencias de combate carecen de un estilo propio. “A Working Man” es una película que cumple con lo mínimo dentro del género y que no deja huella. Su historia es derivativa, sus personajes no son memorables (¿cuál era el sentido de tener en esta película a Michael Peña y a David Harbour?) y su ejecución visual es descuidada e inepta. Aunque Statham sigue siendo una presencia magnética en pantalla, la película no le ofrece un material digno de su talento. David Ayer, por su parte, sigue atrapado en una crisis creativa, incapaz de recuperar la brillantez de sus primeras obras.
Para los fanáticos del cine de acción que solo buscan una dosis de golpes y tiroteos, esta película puede ser un pasatiempo aceptable. Pero para quienes esperan un regreso triunfal de Ayer o una película que eleve a Statham por encima de sus producciones recientes, la cinta es, en el mejor de los casos, una decepción. Y es que con “The Beekeeper”,Ayer y Statham habían logrado un filme de acción “como los de antes”, por eso se esperaba de “Rescate implacable” una tónica similar, más aún, teniendo en cuenta la participación de Sylvester Stallone en el guión y la producción. Sin embargo, las expectativas se subvierten, aunque no necesariamente para bien.
Cuando este filme deja de lado todo intento de reflexividad forzada y esquemática, es cuando mejor funciona. Allí la violencia se despliega sin restricciones y bordeando el absurdo, con un Statham que está en su salsa y hace lo que mejor sabe. El problema está en que para eso tenemos que atravesar pasajes entre subrayados y banales, que aportan poco a la narración y hasta hacen más evidentes los cabos sueltos de la trama. A veces, solo queremos ver “una película palomera de tiros” y esta los tiene y muchos, pero no es suficiente.