Lic. Ernesto Lerma
Esta nueva película del Universo Marvel encuentra en sus personajes y un elenco muy sólido, una salida a los problemas que venía atravesando. Una bienvenida renovación. En algunos pocos años, la consideración sobre “Thunderbolts*” pasó sin escalas del subsuelo a la azotea: de ser inicialmente tratada como un proyecto descartable, de transición o de relleno a la comparación con una película de A24 hecha por Marvel Studios.
Lo cierto es que esta nueva historia del Universo Cinematográfico Marvel (MCU) ratifica que la restructuración artística del estudio ha llevado a la narrativa del multiverso por un camino más sólido. Si bien aborda explícitamente algunas problemáticas vinculadas con la salud mental, el relato nunca saca sus pies del género de superhéroes. A mitad de camino entre la familia disfuncional de “Guardianes de la Galaxia” y el thriller de “Viuda Negra” y “Capitán América: un nuevo mundo”, la virtud de “Thunderbolts*” es que encuentra el balance justo entre lo pesado del discurso sobre la depresión y la acción para resolver conflictos a las piñas y abrazos.
A pesar de que es una historia grupal, “Thunderbolts*” es la película de Yelena Belova y Florence Pugh. El filme comienza con la ex viuda negra en una misión extraoficial para Valentina Allegra De Fontaine (Julia Louis-Dreyfus), directora de la CIA y mente maestra del mal, aunque el foco pasa por el hastío que demuestra la antiheroína en su vida profesional y personal. Al ser investigada por su presunto rol en operaciones ilegales, Valentina ordena destruir las evidencias del Proyecto Sentry. Para no dejar cabos sueltos, engaña a sus sicarios para que se encuentren en un depósito abandonado en el desierto y se eliminen entre ellos.
Sin embargo, Yelena, John Walker (Wyatt Russell), Ghost (Hannah John-Kamen) y un desconocido llamado Bob (Lewis Pullman) descubren la trampa y comienzan a trabajar juntos para salvar sus vidas. Unos de los aspectos más celebrados de “Thunderbolts*” es su profundidad dramática para abordar temáticas sensibles como la depresión, la pérdida, el abuso y la salud mental. A partir de los dilemas internos que atraviesa Yelena, donde explícitamente manifiesta su disconformidad respecto a la vida que lleva, el dolor, el abandono, el duelo, el arrepentimiento y la soledad se presentan como temas recurrentes.
A través de un juego algo evidente, aunque tiene sus orígenes en los cómics, “El Vacío” se materializa como esa oscuridad interior en constante expansión a la que cada uno de los héroes por compromiso deberá enfrentar para salvar vidas, incluso la propia. En ese orden, nadie está a salvo del vacío, ni siquiera un Bucky Barnes (Sebastian Stan) ya establecido como héroe y vengador, o el Guardián Rojo (David Harbour), un hombre cuyo entusiasmo y energía son tan grandes como el dolor y la frustración que guarda en su interior. ¿Cómo enfrentar a un enemigo todopoderoso sin ninguna clase de recursos o habilidades especiales? Como había proclamado Steve Rogers, juntos.
Justo en los días cuando se reivindica al héroe colectivo y al “nadie se salva solo” de “El eternauta”, en “Thunderbolts*” se encuentran soluciones, parafraseando a Ringo Starr, con una pequeña ayuda de los amigos. No hay salidas mágicas, no hay mártires que se inmolen en soledad por las causas más nobles y tampoco hay lugar para actos de egoísmo o miserias en este grupo de gente rota reconvertidos en héroes a causa de las circunstancias. Allí es donde la película crece: en esos momentos donde existe un correlato entre ciertos discursos crudos y desgarradores con acciones nobles, sólo motivadas por un genuino altruismo.
Otro punto a favor de “Thunderbolts*” es que la historia, que transcurre en algunas pocas horas (no más de dos días), se apuntala en un puñado de espacios clave. A partir de allí, el uso del montaje alternado en ciertos momentos ayuda a construir el clima de peligro y tensión que, por ejemplo, caracterizará a la trampa en la que caerán los antihéroes en su encuentro inicial. Asimismo, otro pasaje atractivo de la película acontece en el clímax, cuando enfrentan a “El Vacío” en una seguidilla de secuencias dinámicas y creativas que permiten que los personajes atraviesen diferentes espacios, que oscilan entre lo traumático, lo sorprendente y lo ridículo.
Aunque mayormente aborda un logrado registro de thriller de acción característico de los universos de superhéroes, “Thunderbolts*” también presenta un alto contenido de comedia, porque sería imposible atravesar el infierno que propone la película sin una generosa cuota de humor (aunque por momentos el Guardián Rojo abusa del recurso). Sin embargo, más allá de la muerte, los abusos, la violencia y de los males de mundo y las ironías de la vida, la salida se encuentra en la humanidad y la calidez de los vínculos, incluso en esas amistades forjadas a la fuerza y a los golpes ante las peores circunstancias.
La película número 36 de esta telenovela pop (el Universo Cinematográfico de Marvel) continúa y es extremadamente desigual. También es emocionante, graciosa, irreverente y, al mismo tiempo, profundamente respetuosa con la Casa que Kevin Feige construyó. Además, funciona sorprendentemente bien como una entrada (más o menos) independiente y un puente entre esta cinta y, según el esperado adelanto postcréditos, hacia dónde se dirige. ¿Quién necesita a unos Avengers de segunda categoría, formados por personajes periféricos a los que se les da la oportunidad de mejorar colectivamente? Resulta que la respuesta es: Tú.