mayo 20, 2025
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mayo 20, 2025 | 1 vistas

Lic. Ernesto Lerma

Esta es una de las franquicias más queridas de los años ochenta y regresa con una nueva entrega que intenta unir generaciones, tradiciones y estilos, aunque esta es una película para no hacerse muchas preguntas respecto de la lógica cronológica de los sucesos; funciona como un entretenimiento con las dosis justas de emoción y nostalgia. 

La sexta película de la franquicia “Karate Kid” (la original de 1984, las dos secuelas, el spin off de 1994 y la nueva versión de 2010) llega a nosotros con un problema, del que no tiene la culpa. Lo de “leyendas” en su título hace alusión a dos personajes, uno icónico y otro menos icónico (pero, al parecer, para una generación que no es la mía, también icónico): Daniel Larusso, interpretado por Ralph Macchio, y el señor Han, en la piel de Jackie Chan.

Estos maestros del pasado, cada uno con su recorrido, unen fuerzas en el presente para entrenar a Li Fong (Ben Wang), el nuevo héroe; un adolescente recién llegado a Nueva York, con una tragedia a cuestas, que intenta dejar atrás todo lo relacionado con las artes marciales. Claro que el destino, en la forma de un bully karateca (Aramis Knight) que disputa al interés romántico (Sadie Stanley), tiene otros planes. La historia es un molde clásico, que evoca directamente a la primera “Karate Kid”, pero que se enfrenta a un adversario tan cercano como peligroso. 

El problema del que hablamos más arriba: la existencia, gloriosa, de la serie “Cobra Kai”, que durante seis temporadas nos mostró qué fue de aquellos muchachitos de 1984, agregando nuevos personajes y elevando siempre la apuesta. ¿Qué hacemos, entonces, con esta nueva “Karate Kid”? ¿Desde qué lugar la abordamos? Vivimos en una época donde los fans se desesperan por saber si algo es canon o no, como si no fuera todo solo una obra de ficción inventada por alguien. 

Una actitud que suele causar repudio y risa en gente que piensa que nunca le va a pasar, como a uno, hasta que pasa. No lo pregunté en redes, pero la duda anidó en mi corazón: ¿este Daniel Larusso es el mismo de “Cobra Kai”, o es otro, uno alternativo, ¿continuidad directa de la primera película, que ignora la serie? La respuesta en algún punto llega, pero lo mejor es desentenderse de esos planteos y disfrutar de la nueva película como lo que es: un exponente digno del “coming of age” deportivo, efectivo e incluso emocionante. La primera presencia “legendaria” que entra en escena es la del señor Han, maestro de kung fu y pariente de Li. 

Un mentor que aparece en el momento justo, y que no se entiende muy bien por qué necesita la ayuda de Larusso, al que va a buscar hasta California. Bueno, sí, para justificar la premisa de la película y, dentro de la trama, para introducir la parte del karate en el entrenamiento de Li, que resolverá sus problemas a golpes en un torneo callejero. La dinámica entre los maestros da lugar a un intercambio cómico similar al que, en “Cobra Kai”, Larusso tiene con Johnny Lawrence. Un detalle simpático, que se agota rápido. Es que, si uno se pone quisquilloso, casi que los senseis están de más, sobre todo con relación a sus figuras míticas. 

Podría haber estado uno, o el otro, o uno nuevo. La ecuación no cambia demasiado, aunque siempre sea una alegría ver en pantalla a Ralph Macchio y a Jackie Chan. Pulir, encerar, sacarse la chaqueta, ponerse la chaqueta. “Karate Kid: leyendas” cumple con su misión, que es la de atrapar y entretener sin mucha pretensión. Un espíritu despreocupado, ochentoso, la recorre. El director Jonathan Entwistle, que viene del videoclip, filma con velocidad y exceso de estilo. Los agregados visuales en plan videojuego quizás están de más, pero las peleas están ejecutadas con nervio e impacto. 

Si la franquicia de “Karate Kid” parecía liquidada tras el rotundo fracaso de la cuarta parte, los éxitos de la remake del 2010 y de “Cobra Kai” demostraron que todavía se podía sacar agua de las piedras. Especialmente la serie, que supo repensar los trayectos de los personajes originales, introduciendo un componente de ambigüedad dramática y mucho de comedia (en especial desde la autoconciencia del ridículo) que potenció de manera notable lo que se había visto previamente. 

Porque quizás cueste un poco aceptarlo para muchos que crecimos con la saga, pero ninguna de las películas era una maravilla. Ni siquiera la primera, a la que sí hay que reconocerle su efectividad para transitar una gran cantidad de lugares comunes. Es que “Karate Kid” lució como una pequeña novedad en el momento de su estreno, a tal punto que luego se convirtió en un modelo a seguir, y eso le permitió ser un sorprendente suceso, pero lo cierto es que es un relato de buenos y malos, de oprimidos y opresores, de crecimiento y aprendizaje, con personajes que no eran necesariamente complejos. Y quizás ahí estaba, precisamente, su atractivo: en su simplicidad, de la que encima era totalmente consciente. 

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