diciembre 4, 2024
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Libertad García Cabriales

2024: el año que tendremos Presidenta

enero 1, 2024 | 325 vistas

Libertad García Cabriales

 

Cuando una mujer ingresa a la política, ella cambia. Cuando muchas mujeres ingresan a la política, la política cambia: Michelle Bachelet.

 

Los mexicanos tienen modos de ser complicados y su relación con el poder o la autoridad es impredecible, decía Octavio Paz. También para quienes vienen de fuera a estudiar nuestros comportamientos políticos, nuestras maneras de ser ciudadanos o súbditos, resulta difícil llegar a conclusiones. En ese contexto el Nobel mexicano señalaba que el poder era cosa de machos, y la autoridad la materialización de los “chingones”, quienes nunca se rajaban, pues eso era cosa de mujeres. Las féminas no podían ejercer el poder porque eso sería violar el orden cósmico. La historia lo demostró por siglos. Ninguna mujer en la Silla del Águila.

Octavio Paz también refiere en su magistral análisis del ser nacional, una actitud “servil” ante el poder (¿dónde hemos visto eso?) y una desconfianza profunda ante los semejantes: “miedo al señor, recelo ante sus iguales”. Y por supuesto, recelo ante las mujeres, vistas por los mexicanos como “seres obscuros, secretos y pasivos”. La mujer mexicana considerada un ser sin voluntad, un cuerpo dormido, donde el pudor y la dulzura envuelven la pasividad. Los hombres, decía Paz, así las prefieren, para sujetarlas e impedirles que se expresen. El laureado escritor, quien ya apostaba al feminismo con sus letras, no pudo sin embargo demostrarlo en su vida personal. La congruencia tampoco es una virtud frecuente del poderoso.

El análisis del reconocido intelectual escrito en 1950, fue y sigue siendo controvertido, pero no alejado de la realidad.  ¿Qué nos queda de esa identidad en la actualidad? ¿Cuáles de las conclusiones de Octavio Paz acerca del mexicano siguen vigentes? ¿Qué nos queda del machismo, de la falocracia mexicana en el siglo 21? Preguntas necesarias hoy como nunca, cuando la geografía política está llena de rostros de mujeres ejerciendo poder y tomando decisiones. México cambió. Ahora vemos cada vez más mujeres incorporadas al ejercicio del poder: gobernadoras, senadoras, diputadas, magistradas, funcionarias, comunicadoras, empresarias, científicas, entre otras posiciones y en distintos escenarios, de mayor o menor responsabilidad. Pero, ¿eso cambió la idiosincrasia machista del mexicano?

No del todo. La masculinización del poder ha sido una idea muy sólida. En un país donde hablar de “jefe máximo” y “hombres fuertes” fue lo cotidiano durante tanto tiempo, aceptar a las mujeres en puestos de mando no ha sido miel sobre hojuelas para muchos. Nunca olvidaré la cara de los jardineros municipales en esta ciudad capital, cuando llegué a principios de los años noventa a dirigirlos. Una mujer por primera vez. Después nos quisimos mucho y hasta la fecha me llena de orgullo recibir su cariño donde me encuentran. Es un ejemplo mínimo, literalmente a ras de tierra, pero me enseñó mucho cómo, en cualquier puesto, por pequeño; se puede hacer cualquier labor como mujer.

Ejemplos de mujeres trabajando bien, tenemos bastantes. No imitando al macho alfa en el servicio, sino aportando desde el ser femenino, nuevas formas de ejercicio en la función pública, fuerte, valerosa y sensible; pero siempre con preparación y conocimiento para el encargo. No por favor desde la improvisación, ni la genuflexión, sino desde la inteligencia y las capacidades. Finalmente, el buen servicio no tiene género.

Así, entre pitos y flautas, a golpes de adversidad y discriminación, en lo grande y lo pequeño, las mujeres nos fuimos incorporando a la vida pública en México en diferentes escenarios. No ha sido una graciosa concesión, sino producto de la lucha de numerosas mujeres, praxis política y nuevas vertientes internacionales. Y todo trabajo es valioso. Cada una de las mujeres ha aportado su semilla para la cosecha. En este 2024, salvo que ocurriera una catástrofe, tendremos una mujer presidenta (ya se acepta el término) en México. Una de dos se sentará en la Silla del Águila. Eso no es cosa menor y es evidente que hay buena aceptación para esta alternancia en género. Pero me extraña no ver el interés ni el gozo suficiente entre muchas mujeres mexicanas por el histórico acontecimiento. Una amiga me confesó tener emociones encontradas al respecto. ¿Será que todavía permea el machismo, hasta en algunas mujeres?

Con todo y pese a todo, tendremos presidenta. Una conquista histórica. Y a mí me alegra muchísimo poder vivir para contarla muy pronto. Ganará una mujer. No tengo duda. Pero su gobierno no será un día de campo, no por falta de capacidad; sino porque existen poderes fácticos, jefes criminales, que ante cualquier problema argumentarán debilidad femenina, falta de “tanates”. Por eso resulta tan importante como mujeres apoyar y ser solidarias. Por primera vez tendremos una representante en la más alta investidura. Ni los vecinos estadounidenses lo han logrado. Pero hay países con excelentes resultados de mujeres mandatarias demostrando valor, eficacia y contundencia.

El desafío es para todos. Acompañarla, apoyarla, pero sin dejar de exigirle como a cualquier gobernante que se respete. En lo personal estoy orgullosa, feliz de que muy pronto una mujer con una sólida trayectoria barrerá con el mito de que el poder es sólo para los machos. Y hará historia. Empezamos el 2024 con buenos augurios. Yo ya tengo candidata. Ya les contaré.

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