abril 15, 2025
Publicidad
Libertad García Cabriales

37 años, cuatro damas ejemplares y seguimos sembrando

abril 14, 2025 | 46 vistas

Con profundo cariño para Laura, Beatriz, Lolalú, Patricia y jardineras Anacahuita

Lo he escrito ya varias veces: llegamos a Victoria en familia cuando gobernaba el doctor Emilio Martínez Manautou Justo ese año, 1985, se declaró Reserva de la Biósfera a El Cielo, el fascinante territorio ubicado en cuatro municipios tamaulipecos. A mí me había tocado conocer ese paraíso desde niña, cuando mis padres nos llevaban desde mi Mante, a comer mangos a Gómez Farías. Nadie imaginaba entonces que ese paraíso sería decretado como espacio protegido. Años después, cuando recién iniciaba mi carrera de agronomía, tuve conciencia del inmenso valor de ese cielo terrenal, gracias a un maestro y botánico que nos llevaba en grupo a caminarlo y ascender por escarpadas veredas, mostrándonos las especies de plantas que nos maravillaban por su belleza.

Recién llegada a esta amada Victoria, tuve noticia de la declaratoria y recordé las bellas clases entre helechos, encinos y orquídeas. Y me puse a leer acerca de la historia de El Cielo y la importancia de una dama ejemplar en los procesos de conciencia y conservación. No me alcanzan estas letras para referir los muchos esfuerzos que Laura Alcalá Vargas encabezó como una de las pioneras tamaulipecas para lograr el decreto estatal y proteger el valioso territorio. Todas las puertas a las cuales tocó, todos los personajes que visitó, todos los investigadores a quienes llevó, convencida del valor ecológico de un paraíso del cual se enamoró desde la primera vez que sus ojos se deslumbraron ante el esplendor de infinitos verdes. Un edén formado a través de millones de años, habitado por valiosas comunidades, muchas veces amenazado por talas inmoderadas, incendios devastadores y otras malas prácticas, pero siempre enseñándonos a través de su renovación el prodigio de la naturaleza y sus procesos regenerativos.

Después de mucho ir y venir, Laura Alcalá y el grupo de valerosos pioneros conservacionistas de El Cielo, lograron el decreto gubernamental que más tarde derivaría en una declaratoria de la Unesco y la consideración de nuestra biósfera como Patrimonio Natural de la Humanidad. Se dice fácil, pero ha sido una lucha de muchas personas generosas, nacionales y extranjeros, ante la amenaza constante de nuestro Cielo, atacado por la voracidad, la ambición y el afán desmedido de lucro en gente desprovista de amor y conciencia. Por fortuna, ante la depredación siempre hay personas sembrando y cultivando. Lo mismo desde la sociedad civil, las instituciones y la comunidad académica.

Poco tiempo después, en esta nuestra Ciudad Victoria, dos damas inolvidables sembraron la primera semilla de una organización cuyo propósito es el cultivo, el diseño floral y la ecología: el Club de Jardinería Anacahuita. Fue en el año 1987, cuando Lolalú Corcuera y Patricia Ruvalcaba nos convocaron a un grupo de amantes de la naturaleza a fundar una asociación civil que en este próximo mes de mayo cumple 37 años de trabajo continuo. En ese contexto, cuando gobernaba el ingeniero Américo Villarreal, su esposa Beatriz, una dama sensible a la naturaleza, nos propuso apoyarnos con gestiones para obtener un terreno en comodato y crear un espacio donde sembrar flora nativa y conciencia ecológica. Nunca hemos olvidado ese trascendente apoyo. Así surgió el Jardín Botánico Anacahuita, donde a través de mucho tesón, convertimos un terreno agreste de casi cuatro hectáreas en un lugar de encuentro y convivencia, donde se muestra el inmenso valor de la flora tamaulipeca y su interacción con otros seres vivos. Y no ha sido nada fácil. La historia de nuestra asociación consigna el apoyo de muchas personas, de varios alcaldes y gobernadores de Tamaulipas, algunos con más, otros menos. Pero todos los mandatarios, salvo el anterior, han visitado el espacio, por cierto, recién nombrado Jardín Etnobiológico, único en Tamaulipas.

Hace unos días, en el marco de nuestro 37 aniversario, celebramos con una bella exposición de plantas y diseños florales, titulada “El Cielo en la tierra: riqueza tamaulipeca”, auspiciada por diversas asociaciones de jardinería nacionales e internacionales, donde rendimos tributo a tan maravilloso espacio, homenajeamos la amorosa labor de Laura Alcalá Vargas en la persona de su luminosa hija María José, además reconocimos a Lolita Lobo; Elvira del Campo como jardineras ejemplares y a Jean Louis Lacaille, Arturo Mora y Arnulfo Moreno, en representación de quienes desde la investigación han trabajado con el alma por preservar nuestro pedazo de cielo en Tamaulipas, por  dar a conocer también la riqueza de nuestro suelo tamaulipeco. Y pienso en Gloria, Gerardo, Luisa, Sergio, Lupito, Antonio, Magaly, Claudia y varios universitarios más, a quienes poco se les reconoce, pero mucho han aportado a la conservación ecológica en nuestro estado.

Un agradecimiento especial a las ocho bellas y generosas jueces, que vinieron de lejos, representando diversas asociaciones de jardinería. Gracias también a las instituciones públicas, la iniciativa privada, la prensa, la academia y el arte para hacer posible nuestra hermosa celebración en el Atrio del Centro Cultural Tamaulipas. Gracias de corazón Héctor Romero y equipo de cultura. A todos los asistentes nuestro agradecimiento siempre. Y por supuesto gracias infinitas a todos quienes han cultivado con nosotras durante tantos años pese a las muchas piedras del camino; batallando, pero con las manos siempre abiertas para dar y recibir.

37 años y en Anachuita seguimos sembrando…

Comentarios

MÁs Columnas

Algo de mí…

Por Oscar Pineda

Crece desfalco al Ipsset

Por Claudia Vázquez Andrade

Más del Autor