abril 2, 2025
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Alfredo Arcos

8 M

marzo 7, 2025 | 81 vistas

Este 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Lo que inició como una acción afirmativa es ya un árbol de sólidas raíces. Es la ocasión propicia para arrimar el hombro, recordar, reflexionar, demandar, denunciar hasta, cito a Rosario Castellanos, que la justicia se siente entre nosotros.

En mi calidad de presidente de la corresponsalía Los dos Laredos, del Seminario de Cultura Mexicana, intervine en un par de eventos en el marco del 8M. El primero de ellos fue la organización, el pasado tres de marzo, de la conferencia “Los muchos avatares de Selena”, dictada por la doctora Irma Cantú en un abarrotado Auditorio Misión XXI de la Facultad de Comercio, Administración y Ciencias Sociales, Nuevo Laredo, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Con ojos zahoríes, los estudiantes siguieron el hilo de la conferencia de Irma Cantú, quien con esa mezcla de tono docto, pero dicharachero, explicó cómo la reina del tex-mex fue cercada, a lo largo de su vida, por la hegemonía patriarcal. Eso es algo que la doctora Cantú sabe hacer muy bien. Si yo hubiese intentado algo parecido el resultado lo puedo resumir con dos palabras: fracaso rotundo.

Zapatero a tus zapatos. Lo que sí puedo realizar, con un mínimo de decoro, es animar círculos de lecturas. Esta vez fueron dos, uno en la biblioteca Rubén Miranda, el jueves 6, y otro en el Espacio Cultural de la ya citada Facultad de Comercio el viernes 7. En ambos casos conjuramos a una mexicana eminente: Rosario Castellanos.

Aunque libró su batalla casi en solitario, no estoy muy seguro de que a doña Rosario le hubiese gustado la etiqueta de escritora feminista. Tampoco le gustaba la de escritora indigenista. Aspiraba a ser escritora a secas, sin adjetivos. Y lo consiguió sobradamente. Prueba de ello es la novela corta El viudo Román (forma parte del libro Los convidados de agosto), pieza que elegí para comentar en esos círculos de lectura.

En algún lugar leí que preguntarle a una mujer por qué se enamora es como preguntarle a una gallina por qué pone un huevo. Algo sabía Rosario Castellanos del amor y sus demonios. Lo que sigue son las últimas estrofas de su poema “Ajedrez”: “… Pusimos un tablero enfrente / equitativo en piezas, en valores, / en posibilidad de movimientos. / Aprendimos las reglas, les juramos respeto / y empezó la partida. /Henos aquí hace un siglo, sentados, / meditando encarnizadamente /como dar el zarpazo último que aniquile /

de modo inapelable y, para siempre, al otro.”

En ‘El viudo Román’ se nos cuenta lo ocurrido a un rico comiteco degradado moralmente por los zarpazos del desamor y su fatídico matrimonio con una joven del lugar. Lo que parecía una historia costumbrista, ambientada en el sitio donde transcurrió la infancia de nuestra escritora, se transforma, gracias a la habilidad de Rosario Castellanos, quien ejecuta un notable tour de forcé, en un relato sobre la consumación de una venganza.

 

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